Estiben recobró la conciencia de nuevo, su alrededor era desconcertante, recordó la explosión, ¿acaso soñó eso? O estaba en el purgatorio, al fin sabría que estaba oculto detrás de la cortina del más allá, sabría las respuestas que un vivo quiere saber, pero que no se debe apresurar. Luego recorrió con sus manos a la vez que revisaba y limpiaba todo su cuerpo, también recordaba a sus hijos, familia y amigos, los dejaría solos sin él, no le importaban los bienes que nunca tuvo, o la reciente fama que no disfrutó, solo pensaba en sus seres queridos, en la perspectiva aún más incierta de no volver a verlos.
Cuando al fin se pudo reincorporar, sintió una voz que lo llamó, volteó a buscarla para encontrar que venía de un cuerpo debajo de unos escombros. Al acercarse, pudo ver a una persona que le preguntó:
—¿Eres Estiben, cierto?, no sé cómo estás aquí, por favor perdone, porque traicioné su confianza, no tenía opción. Mi familia está retenida por ellos…
Diciendo esto exhaló su último aliento.
La confusión de Estiben aumentó, para rebosarse casi al punto de llegar al colapso, cuando unas personas vestidas con unos raros uniformes militares lo interrogaron así:
—¡Alto científico! ¿Quién es usted?, ¿dónde está el dictador Altares? Vaya rápido a la enfermería, usted no se ve bien, maldito forro.
Estiben se alejó, tomando un ascensor muy diferente, con la idea de dirigirse a la enfermería, hasta que sintió que no alcanzaría a llegar, debido a que su asma no paraba de aumentar. Le tocó ponerse a gatear hasta la calle en busca de aire fresco, ya que fue su única opción al no encontrar su inhalador en ninguno de sus bolsillos. Era muy raro que no hubiera guardias, de seguro estarían también buscando a Altares. Salió a rastras a la calle con sus pulmones silbantes hinchados casi al límite, cuando asombrado contempló el cielo que estaba pintado en colores verdosos, se incorporó para sentarse en una banca, solo que siguió derecho cuando la traspasó como un espejismo. Se levantó de nuevo para observar que algunas cosas como la silla se veían como si fuesen de agua, trató de tocar un muro gelatinoso que efectivamente volvió a atravesar, se entretuvo con estas cosas ayudando a que su crisis asmática parara. Hasta que escuchó unos ruidos horribles, seguidos por una avalancha de monstruos como de barro que corrían hacia el palacio lanzando truenos, asustado. Salió corriendo dando media vuelta, pero chocó torpemente con uno de esos, pero que lo atravesó como si realmente estuviera muerto. Preso de pánico, siguió corriendo hasta que chocó con un muro que no alcanzó a distinguir que no era gelatinoso. Esto le ayudó a entender lo que le estaba aconteciendo. De alguna manera, esa explosión de esas máquinas lo trasladó de su dimensión a esta.
Su corazón se llenó de desesperanza, ¿qué haría para regresar con su familia? Ya no solo estaba en otro país, ahora se encontraba en otra dimensión donde era muy complicado distinguir la realidad propia que estaba en conjunción con otra, al menos de este lado no se necesitaban visores especiales para ver a los “monstruos” del otro lado. Al menos aquí era un desconocido, debido a que su contraparte era una científica llamada Yací, quizás su única oportunidad era encontrarla, la cual se encontraba en el otro país. Se encontraba en la encrucijada de no saber hacia dónde coger, sin dinero, con poco o nada de conocimiento geográfico y por lo que pudo inferir, estaba bajo un régimen racista y xenófobo. Tal vez ya estaba más perdido que si hubiese muerto, al menos en el purgatorio no tendría hambre. Pero antes observaba feos monstruos de otra dimensión, ¿por qué ahora estaba viendo personas? Lo único raro es que se vestían de forma diferente. Intento volver al palacio de gobierno, pero las múltiples explosiones hicieron que corriera aún más hasta finalmente perderse en esa gran capital.
…
¡Pobre Estiben, le tocó caminar grandes distancias, dormir en las frías calles, mendigar alimento, beber agua de los charcos, huir de las autoridades y de grupos radicales! ¡Sus esperanzas cada vez se mermaban, empeoradas por vivir en un mundo donde no se sabía lo que era totalmente real! Trataba de sobreponerse, tal vez él, quien era menos que un hombre promedio, podría salvar estos mundos, de pronto podría encontrar la forma, después de todo, él era un luchador, tendría que llegar al otro lado como fuera. Se encontraba así divagando mientras comía un azulejo prado, hasta que su tranquila meditación, fue interrumpida por el sonido de una multitud de fanáticos que manifestaban:
—¡ahí está el extranjero!, ¡hay que matarlo!
Salió corriendo esquivando rocas que por estar las evitando, cayó por un acantilado que lo arrastró a un río, al tiempo que trataba de nadar contra la corriente mientras veía como la turba enfurecida le seguía arrojando objetos.
Río abajo, cuando ya estaba a punto de ahogarse en ese río naranja, sintió unos brazos que lo agarraban, pensó ¿será la muerte, que me abraza?, pero esas manos lo sacaron del río para rápidamente esconderlo en una carreta. La turba ennegrecida de odio pasaron de largo gritando arengas de como ellos eran superiores a todos.
El anciano de nombre Mesías lo llevó a su hogar, le curó sus heridas y lo abrigo cerca a la chimenea, hasta el momento en que lo vio bien despierto le mencionó:
—Señor, lo logró, qué alegría, supuse que no despertaría, casi se ahoga, aunque también tiene muchas heridas, le pido disculpas por lo que hacen mis connacionales, ellos no son culpables, solo fueron adoctrinados por el maldito régimen que controla todo, desde la educación hasta el punto de cambiar los libros para su acomodo, ahora resulta que nuestro líder Altares es un santo que ha dedicado toda la vida a ayudar al país, ya se borraron los episodios de su cruel toma de gobierno, cuántos muertos incluyendo el antiguo presidente el cual fue desmembrado. No juzgues que todos somos como ellos, por lo general hay más personas buenas que malas, lo que pasa es que las segundas son focos tóxicos que no solo hacen mal. Si no que también se hacen auto publicidad y más encima, tratan de convencer a los demás de hacer lo que ellos hacen, o intentarán destruir a sus contrarios.
Estiben se reincorporó tratando de hablar, contesto esto:
—señor, por favor, ayúdeme, tengo que volver a mi país, le agradezco mucho por salvarme, la verdad estoy perdido.
El anciano, quien se notaba por su forma de hablar y manera de pararse recto sacando pecho, que había sido militar, le comentó:
—señor extranjero debe mejorarse primero, tampoco puede andar por ahí exhibiendo su cabello para que se lo llenen de piedras, debe de mejorar sus estrategias, está aún muy lejos de las fronteras, trataré de disfrazarlo para que pueda coger una carreta de transporte, intentaré acompañarlo, no sé hasta qué punto pueda llevarlo sin levantar sospechas, pues el régimen tiene ojos por doquier, ya saben quién es quién, que hacen o a donde se dirigen, todos saben que perdí a mi esposa, que mis hijos se perdieron en la guerra, los chismosos se preguntarán de donde saco ese viejo solitario un familiar, lo mejor será que viajes un poco alejado de mí, pero primero mejórese bien es un camino largo y culebreó.
Se llegó el día de su viaje, el anciano le llenó su equipaje con meriendas, el cual estaba compuesto por ropa que tenía guardada de sus hijos, la cual le quedaba incómoda, pues era una talla más chica. Empezaron la travesía, pero no fue del todo gratis, le ayudo a llevar la cosecha al pueblo donde finalmente lo embarcó en una carroza jalada por mulas, al parecer tampoco habían descubierto los motores. El anciano se despidió con un beso en su frente y con los ojos llorosos le susurró:
Cuídate, mi esposa también era de tu país, ella no pudo sobrevivir a los fanáticos de Altares, por favor si los ves no dudes en huir, ellos no capturan prisioneros y se mofan de sus víctimas profanando sus c*******s, mucha suerte hijo mío.
El silencio contempló el llanto de ambos, más la partida era inevitable, pronto el anciano camino rumbo a su casa que al llegar descubrió que su hogar estaba en llamas, por sus lágrimas y dolor no pudo observar a unos soldados que como juez, jurado y verdugo, lo estaban condenando de traición a la patria por ayudar a un enemigo.