Sus ojos iban viajando de letra en letra hasta que terminaron el párrafo y se fueron al siguiente, la lectura le estaba siendo bastante ligera aparte de que era muy entretenida, las novelas de Zoe Sussina siempre le habían resultado muy buenas y esa nueva novela le daba mucha ilusión pues quisiera encontrar a un hombre como Dante, el coprotagonista de la novela, un líder de la mafia italiana radicado en Miami y ahí es donde conoce a una rubia de nombre Layla, esos dos hacían una excelente pareja a ojos de Odette. Esbozo una amplia sonrisa ante el diálogo entre los protagonistas y esa ligera pelea de celos que estaban llevando, hace mucho que ella no experimentaba ese tipo de celos por parte de su esposo, pero a esas alturas del partido no era más que un trago insípido de fu ni fa, dejó de sentir amor por su esposo hace varios años atrás y ya se lo había expresado claramente, sin embargo, el hombre se negaba a darle el divorcio aun sabiendo que tenía una infinidad de amantes de donde podría escoger.
El desayuno que las mucamas le llevaron hace una hora atrás ya se había enfriado, las tostadas muy seguramente ya estarían cuerudas, el sol radiante de las ocho estaba tostando suavemente su piel mientras Odette se mantenía recostada en la silla de mimbre apostada en la terraza de su habitación, sus piernas apoyadas en la silla de enfrente y el libro sobre su vientre manteniéndola sumergida en un mundo ajeno a todo el desastre que era su vida, leer era la mejor terapia que pudo conseguir con todo el dinero que poseía; estaba tan sumergida en su lectura matutina que no escucho el momento en que su esposo llegó a la propiedad, se habían mudado a Moscú después de que ella terminara la universidad por petición de su madre que quería pasar más tiempo con Odette, esa fue la mentira que le dijo, pero en realidad solo la quería usar como niñera para sus hermanos alegando que no tenía trabajo y que solo estaba perdiendo el tiempo sin saber que su hija se estaba esforzando por hacer crecer una marca de maquillaje que siempre había sido su sueño.
Escucho la puerta de su cuarto abrirse de golpe y sus ojos se voltearon hacia arriba antes de dejar escapar un gruñido de asco, sonidos de bolsas cayendo en la cama y la respiración pesada de su esposo solo le provocaba desagrado absoluto porque todo el amor que un día le tuvo se había desvanecido completamente, en esos momentos había estado desaparecido por dos semanas mientras ella se ocupaba de sus negocios como lo llevaba haciendo desde que tenía unos dieciséis años y ahora aparecía como si nada, muy seguramente buscando una sola cosa, era algo común en su asquerosa relación, pero no podía ser libre.
– Odette... – la llamó con voz cantarina – Cariño, ya volví. – dijo Serguei al ver que ella no volteo.
– Por desgracia conozco tu perfume y tu forma de andar, te escuche apenas entraste al cuarto. – no apartó los ojos del libro.
– ¿Sigues molesta por lo que paso con Ivanka? – su pregunta fue cómo tocar la quemadura con sal.
– Me pego con una botella de vino en la cabeza en un arranque de celos patéticos peleando por ti cuando yo fui a buscarte solo por trabajo y no para interrumpirles su patética cena. – se inclinó hacia la mesa para tomar el vaso con jugo.
– Si y tú me dejaste la cabeza de su madre sobre el escritorio el mismo día que la lleve para terminar mi relación con ella. – se cruzó de brazos.
– Es una pena que se haya convertido en huerfanita gracias a su estupidez, sabes bien que conmigo no se juega. – Odette seguía sin voltear a verlo.
– Tuve que ir a San Petersburgo a atender algunos temas de trabajo, te traje unos cuantos regalos, ven... – le quiso tomar la mano – Vamos cariño, quiero mostrarte lo que te traje, te va a encantar. – la tomó de los brazos para levantarla del asiento por la fuerza.
– Que fastidias, ni que lo que me hayas traído valiera la pena como para interrumpir mi lectura. – se soltó de su agarre con brusquedad yendo hacia adentro del cuarto.
– ¿Que dices? Te he traído lo mejor, como siempre, sabes que eres el amor de mi vida. – la vio tomar una de las bolsas con cierto desprecio.
– ¿Lo mejor? – la soltó al suelo – Lo mejor sería que me dieras el maldito divorcio y desaparecieras de mi vida... – levantó su camisón y retiró su braga – Pero como por idiota me tengo que calar tu asquerosa existencia, gracias por tus regalos de porquería, los guardaré en lo profundo del closet y nunca los usare. – se acostó en la cama.
– ¿Qué haces? – preguntó Serguei al verla.
– Tus regalos siempre vienen con un p**o y hazlo rápido porque tengo que salir. – abrió su libro para continuar leyendo.
– Odette, me duele que digas esas cosas, busque lo mejor para ti, sabes que siempre te he dado lo mejor a pesar de tener amantes mi corazón solo te pertenece a ti. – Serguei subió a la cama y suavemente levantó su camisón.
– ¡Déjame en paz! – exclamó dándose la vuelta – No te he dicho que me beses ni que me intentes seducir para que te abra las piernas, solo hazlo y déjame en paz, siempre es lo mismo, regresas con los supuestos mejores regalos solo para que te deje metérmelo. – estaba enojada con él, siempre lo estaba y entre menos contacto tuviera era mejor para Odette.
– Sabes que yo te amo. – respondió de forma más cabizbaja.
– ¡Hipócrita! – susurro conteniendo su ira – Quien ama no traiciona, no lastima ni ofende, tu solo te amas a ti mismo y si no tomas lo que quieres me iré, te lo doy porque la última vez me forzaste y fue repugnante. – se sentó, pero él la acostó de un empujón nuevamente.
– Te demostrare que todavía puedo seducirte y provocar que grites mi nombre, lo que dices es solo por berrinche, en el fondo sabes que me amas. – se inclinó hacia ella para besar su cuello.
Odette se quedó completamente quieta mientras Serguei intentaba sacar una reacción a su cuerpo, lo escucho bajar el cierre del pantalón y el estómago se le revolvió de asco porque recordaba la primera vez que la forzó a pagar un collar de diamantes que le regaló después de una escapada con su amante del momento, después de aquel acto Odette aprendió a dejar las cosas pasar y usualmente después de saciarse la deja en paz sin importarle lo que ella sentía, el hombre busco un preservativo, no era tonto y aprendió a siempre usarlo después de que Odette lo amenazara con un cuchillo alegando que no quería una enfermedad, se lo puso para embestirla aun sin obtener un solo sonido de placer o alguna mueca de disfrute, Odette parecía una muñeca que solo movía sus ojos mientras leía el libro, no hubo roce, caricia ni palabra que provocará una reacción en aquellos diez minutos que duró el sexo.
– ¿Ya terminaste? – pregunto cuando lo vio alejarse con la respiración agitada.
– ¿De verdad ya no sientes nada por mí? – pregunto antes de retirar el preservativo.
– Asco... – Odette se levantó de la cama de un salto finalmente libre – Me gustaría que dejes de venir a mi casa y si de verdad te importo espero que esta sea la última vez que me fuerzas. – tomó unas toallas desechables y se limpió la sangre entre sus muslos.
– ¿Yo te provoque eso? – Serguei pareció ser consciente por primera vez de todo el daño que le causaba a su esposa.
– Si, lo haces siempre que me fuerzas a tener sexo contigo, es lo que pasa cuando metes algo donde no eres bien recibido. – tiró el papel a la basura sintiéndose adolorida.
– Yo solo busco hacerte el amor y darte placer, tenemos un matrimonio abierto, no creí que tu cuerpo no lo disfrutara, siempre pensé que solo era un berrinche fingido y sigo sin entender porque pues tú has tenido tus amantes también. – se levantó de la cama.
– ¿Que parte de que no te soporto no entiendes? – cuestiono con furia – Rezo cada día porque alguno de tus enemigos te mate y así me pueda librar de esta mierda que es mi matrimonio, te odio, me das asco, cada vez que vuelves de estar con tus amantes vienes a violarme y después desapareces... – pasó la mano por su cabello frustrada – Sigues vivo solo porque soy una mujer de palabra y por los convenios con los demás mafiosos, pero si por mi fuera te hubiese matado hace mucho, de verdad que rezo porque tus enemigos te maten aunque al paso que vamos quien se terminará quitando la vida seré yo, de verdad que no te soporto. – se dio la vuelta para irse a encerrar al baño.
– ¡Odette, hablemos de esto, me duele mucho que digas eso! – Serguei corrió para detenerla – Por favor, abre la puerta y hablemos de todo esto, podríamos ir a terapia matrimonial, sabes que te amo a pesar de que tenga amantes, ellas no me importan tanto como me importas tú y me moriría si atentas en contra de tu vida. – trato de forzar la puerta cerrada con seguro.
Adentro Odette no respondió a ninguna de las súplicas de Serguei y se quedó bajo la regadera completamente desnuda mientras esperaba a que el ardor en su intimidad pasara, eso era algo a lo que su cuerpo todavía no se acostumbraba y quizás nunca lo haría porque la psicología tenía mucho que ver también; el dolor en una batalla podía ser completamente mental y lo bloqueaba porque sabía que siempre llevaría ventaja sobre su enemigo, pero el dolor de ser forzada a hacer un acto de esa índole era algo que no podía bloquear por más que lo intentara, le revolcaba las tripas ver a Serguei disfrutarlo tanto mientras ella solo pedía que terminara rápido. Era una situación compleja en la que estaba, de adulta podía ver la manipulación que hubo en los años previos a su casamiento, su abuelo era un enfermo que solo ella conocía y que tenía que fingir que era un hombre bueno pues nadie creería en su versión gracias a todo el poder que todavía tenía, la versión de una hija rebelde que no apoyaba a su madre, mercenaria sádica, loca como la describía su abuelo, desequilibrada como decía su padrastro.
El día que fuera libre todos los zares y jefes de la mafia que se burlaban de ella en algún momento iban a conocer el verdadero terror que podía llegar a infundir una mujer pisoteada, pero entrenada para matar; se dio una ducha muy larga, se puso el traje previamente preparado en el cuarto de baño y al salir en busca de sus zapatos vio que su cuarto estaba solo, los regalos acomodados sobre la cama e incluso fuera de sus bolsas para que ella pudiera verlos, sin embargo, pasó de largo a su zapatera de dos metros de alto forrada de calzado hasta la última esquina. Utilizaba un traje ejecutivo que rompía su formalidad con el top que dejaba ver algo de piel en su abdomen y pecho, el saco con hombreras le daba más cuerpo, aunque con su baja estatura y menuda figura era algo difícil de conseguir, sandalias de tacón como siempre, peinado y maquillaje, pulcros, aretes, reloj y estaba lista para ir a casa de sus padres a tomar un desayuno tardío como Mónica se lo había planteado.
– Odette, que guapa. – dijo el primer hombre que la vio al bajar.
– Muchas gracias, Price, siempre tan adorable. – ella le dio un beso en la mejilla.
Johann Price era el mejor amigo de Serguei, su mano derecha antes de que Odette llegara a su vida, habían crecido juntos en ese mundo y era su jefe de seguridad privada y de mayor confianza, no era para menos pues tenía cuarenta años, pero el hombre también formaba parte del escuadrón de Anubis como mano derecha del mismo, ese jefe era la mismísima Odette y entre ambos había un amor especial, paternal más que todo porque él era su soporte cuando Serguei la maltrataba; con Johann siempre iba Antonio Parra o Toni como todos los amigos de confianza le decían, con veintisiete años encima era el hombre más leal que había conocido en su vida, él cumplía la función de chofer de Odette; como mano derecha, secretaria, asesora de moda, consejera y guardaespaldas estaba una mujer castaña de lentes cuadrados, infantil y exasperante, pero al final de cuentas Odette adoraba esa mujer por su personalidad y porque era un soporte emocional al que podía aferrarse en los momentos más terribles donde Price no podía estar presente, Petra Larretche de veintitrés años, la mujer salió corriendo de la cocina al escuchar los tacones de su jefa resonar por la sala, sabía cuándo estaba molesta solo por el sonido de ellos contra el piso.
– Las camionetas están afuera esperándote. – dijo Petra mientras se sacudía las migajas de pan sobre su traje.
– Gracias, me vas a dejar a casa y después vas a encargarte de lo que pedí anoche. – respondió mientras veía a Serguei salir de otro cuarto.
– ¿Te irás sin que hablemos esto? – pregunto con inocencia.
– De verdad que no quisiera irme a reunir con mi supuesta familia, espero que me compres mis chocolates favoritos cuando vayas a recogerme porque necesito consentirme un rato... – dio una palmada al hombro de Petra – Oye, cuando subas a recoger mi habitación tira a la basura la caja de bombones sobre la cama, no quiero ser envenenada. – le pidió a su sirvienta.
– Sí señora. – la mujer asintió en obediencia como siempre.
– ¡No puedo creer que seas así de cruel conmigo! ¿Cuándo cambiaste tanto? ¿Cuándo dejaste de ser mi niñita amada? – Serguei se molestó muchísimo con aquella petición.
– Desde que me di cuenta de que eres como las monedas, vales poco y tienes doble cara, espero que cuando vuelva ya no estés en esta casa porque tu presencia me repugna. – Odette dejó salir su peor versión nuevamente.
– Odette, te extraño mucho. – extendió sus brazos en petición de un abrazo mientras sus ojos brillaban por las lágrimas.
– Todos extrañan lo que no pueden tener, algunos se retiran con dignidad, pero otros se rebajan a escorias miserables que ruegan... – lo barrió con una mirada – Que pena me das, viejo tonto que se cree joven y para validar su hombría anda buscando mujeres jóvenes, el día que me des el divorcio será el día que te perdone todo lo que me has hecho, mientras eso no ocurra vas a tener esto de mí, odio. – se dio la vuelta y se fue de la casa.
Odette sintió que algo se había roto dentro de ella, quizás la última fibra de tolerancia porque nunca le había hablado de esa manera a Serguei, pero estaba tan aburrida de su vida y de soportarlo que solo quería que desapareciera, tanta era su desesperación que incluso llegó a considerar el quitarse la vida solo con el anhelo de ser libre, pero Price siempre la convencía de que esa no era la salida más conveniente y le daba ánimos para soportar un poquito más; subió a la camioneta y emprendió el viaje a casa de sus padres que con mucha insistencia le estaban preguntando si iba a presentarse porque tenían cosas importantes que hablar con ella, cosas que no querían decirle por llamada, ellos no conocían la otra parte de su vida, había sido tan buena escondiéndolo que por eso dudaba que alguien le creyera.
Las camionetas se movieron a una hermosa mansión pintada de un blanco marfil con columnas romanas en su fachada, un hermoso jardín al centro de la entrada por donde dieron vuelta los autos, parecía el palacio de un cuento de hadas moderno y Odette siempre había amado ese lugar por los juegos fantasiosos que había vivido mientras crecía, pero que ahora eran solo un vago recuerdo de su infancia pues los recuerdos de guerra eran los predominantes, recuerdos de guerra que ella escogió vivir porque nadie la obligó a someterse a todos aquellos cambios, lo hizo por ambición y tampoco es que se arrepintiera.
– ¡Mi niña! – exclamó una mujer saliendo de la casa – Que gusto me da que finalmente hayas decidido aparecer. – extendió lo brazos hacia ella.
– Hola mamá. – respondió de forma seca sin corresponder el abrazo.
– Dios, como has cambiado, antes corrías a mis brazos y rogabas porque te cargará mientras me llenabas de besos. – le intentó arreglar el fleco, pero Odette le tomo la muñeca.
– Ya no soy una niña, respeta mi espacio personal y no toques mi cabello, no me gusta. – se alejó de su madre para subir las gradas directo a la casa.
– Pensé que no ibas a venir, anoche cuando te invite no respondiste y creí que no ibas a aceptar al final, pero me alegra mucho que lo hicieras, tengo mucho que contarte. – la mujer se apuró a seguirla.
– ¿Que tanto quieres decirme? – giró la cabeza ligeramente para verla.
– Es una propuesta que tu padre quiere hacerte más bien y me tiene muy emocionada porque ya va siendo hora de que hablemos de estas cosas. – dijo la mujer manteniendo la sonrisa.
– ¡Vaya, vaya! – su hermanastro apareció – Pero si es la mujer más presumida del mundo. – dio un aplauso fuerte.
– No soy presumida, solo soy lo que tú no puedes ser y más te vale que no me estés fastidiando porque no estoy de ánimos, aprecia tus dientes. – continuó caminando hasta llegar a la sala, Elías se mantuvo en silencio después de eso pues Odette ya le había pegado una gran arrastrada en esa casa.
– Odette, que gusto me da volver a verte. – Serguei padre se puso en pie apenas verla.
– Mi madre dice que tienes una propuesta para mí. – evitó el abrazo y pasó a sentarse en el sofá de frente a su padrastro.
– Si, pero eso es algo que podemos discutir cuando los demás jefes vengan porque involucra a una de esas familias. – dijo el hombre volviendo a sentarse.
– Yo no voy a esperar, me dicen ahora mismo lo que están tramando o no vuelven a tocar ese tema porque no los voy a escuchar. – cruzó una pierna sobre la otra.
– Bueno hija, no te enojes... – Mónica se sentó al lado de su esposo – Hemos estado hablando de que ya eres toda una mujer adulta y eres muy guapa, has captado atenciones de los hijos de algunos zares, estábamos pensando en que ya es hora de que nos presentes a un novio. – cruzó su brazo sobre el de Serguei.
– ¿Que? – ladeo la cabeza pensando que esa petición había llegado demasiado tarde.
– Si hija, desde que te fuiste a Londres no nos has presentado a ningún muchacho que te pretenda. – si tan solo su madre supiera que estaba casada muy posiblemente se volvería loca pues estaba casada con el hombre que era su abuelo.
– ¿Me hicieron venir solo para pedirme que les presente a un novio? – se frotó el puente de la nariz – Eso es una completa estupidez, rádula idea. – los vio seriamente.
– Bueno hija, es que si no tienes pareja... – Mónica vio a su esposo con una sonrisa cómplice – Nosotros estábamos pensando en que podrías intentar algo con Ilay Petriev, es un chico espectacular que está muy interesado en ti. – aquella confesión no se la esperaba.
– ¿Estás borracha? – preguntó Odette.
– ¡Respeta a tu madre, no es correcto que le digas eso! – Serguei se molestó ligeramente.
– Si su idea es emparejarme con un perro faldero como Ilay están completamente locos, no pondría mis ojos en él ni estando borracha. – se levantó del sofá arreglando su ropa.
– Ilay es un excelente prospecto de esposo, piensa bien las cosas y date cuenta de que nos puedes ayudar casándote con ese chico, lo tendrías todo y serias una perfecta esposa por toda la educación que has tenido, serias excelente madre también. – la mirada de su hija le cortó las palabras.
– No voy a aceptar una estupidez como esa. – se cruzó de brazos completamente decidida a respetar lo que quería.
– Pues no me importa, vas a tomarte el tiempo para salir con Ilay y conocerlo, el chico ha hablado con nosotros y quieres algo serio contigo, me tienes cansada de que siempre estés actuando como si fueras una mafiosa, ese no es tu puesto, ni jamás lo será, a lo mayor que puedes ostentar es a ser la esposa de uno. – Mónica se puso en pie tratando de fingir que su hija no le causaba miedo.
– Lo dices como si alguna vez hubieses podido obligarme a algo, no saldré con ese faldero de mami y por más que chilles no lo haré. – Odette muy difícilmente podía cambiar de opinión cuando no quería hacer algo.
– Nunca he podido obligarte a hacer nada, pero ya va siendo hora de que comiences a ser mujer. – dijo la mujer aun fingiendo firmeza.
– Pensé que eso de ser mujer u hombre era por lo que tenía entre las piernas, no por tener marido. – dijo con ironía y soberbia.
– ¡No seas irreverente! – Mónica alzó la voz.
– Te estoy diciendo la verdad y espero que veas las cosas con claridad, es estúpido que me exijas que te traiga un novio cuando lo único que me interesa es mi marca de maquillaje. – Odette se puso en pie.
– ¿Tu marca de maquillaje? – cuestiono Mónica – ¡Pon los pies en la tierra y despierta de que esa idea no es más que una estupidez, una pérdida de tiempo porque tú no naciste para ser empresaria! – la madre sentía celos de su hija por ser lo que ella no pudo – ¡Hemos tenido mucha suerte de encontrar a un hombre como Serguei que nos ha dado todo, aunque tengas estudios universitarios eso no significa nada porque vienes de abajo y nunca llegarás a la sima! ¿Por qué no te metes eso en la cabeza de una vez? – ese fue uno de los motivos por los que dejó a su madre, no le dejaba progresar y siempre desprestigiaba sus sueños.
– Que tú te sientas como una fracasada no significa que yo también deba sentirme así, siempre has hecho lo mismo, cada idea que te cuento la desechas y me desmoralizas con palabras ofensivas, hice bien en irme a Londres, de haberme quedado sería un reflejo tuyo. – se fue la sala directo a la terraza.
Solo eso le faltaba, que sus padres la quisieran obligar a salir con un chico que ni le interesaba, a sus ojos estaba feo, era un niñito de falda que pasaba pegado a su madre cual garrapata y para todo lo que hacía debía pedir permiso, eso no iba con su personalidad, quería un hombre amoroso como su pareja, no un mongo como Ilay, además de eso le ofendió muchísimo que su madre siguiera desmeritando su sueño de tener una empresa de maquillaje como la que ya tenía y estaba haciendo crecer, aunque haciendo el trabajo de su esposo era complicado manejar tanto, pero ella era la temida Anubis, una leyenda entre las mafias rusas así como el señor Cuervo.