Capítulo 1

2846 Words
Dos años antes. — ¿Se volverá a repetir? —preguntó la chica, acomodando su vestido, mientras observaba al castaño hacer lo mismo con su ropa. Eros río irónicamente, negando con su cabeza. Oh pobre chica ingenua. — Oh, no, cariño —murmuró con gracia, ajustando sus vaqueros, sintiendo la mirada de la chica sobre él—. No repito dos veces con la misma persona. Eso deberías saberlo, y menos lo haré con una como tú —escupió, con desagrado, escuchando los insultos de la morena al salir por la puerta. Así era Eros, un jodido hijo de perra sin corazón. ✨✨✨✨✨ El castaño caminaba por los pasillos interminables de la Universidad, buscando con la mirada a su mejor amigo. Era viernes y tenía ganas de salir de ese jodido infierno e ir a disfrutar la noche, tal como era costumbre. Pero al parecer, el castaño de orbes marrones no se encontraba por ningún lado, y eso lo estaba sacando de sus casillas. Jodido sea su mejor amigo y la manía que tenía de desaparecer, así como si nada. Cuando al fin lo encontró, después de estar vagando por todo la maldita Universidad, fue directamente hacia él con el fin de cortarle las bolas por hacerle perder su valioso tiempo, pero su ceño se frunció y su paso se detuvo al observar la escena frente suyo. Se sorprendió al notar como el castaño le gritaba a una pobre omega de cabello rubio, haciendo que esta apretase sus libros contra su pecho y cerrara sus ojos con fuerza, sobre saltándose por los gritos del alfa. Caminó hacia ellos posándose a un costado, observando con interés. — Así que espero que hayas aprendido a no llevarme la contraria —gruñó, contra su oído haciéndola temblar. Su rostro se encontraba rojo y mantenía capturado su labio entre sus dientes, al mismo tiempo que asentía en respuesta—. Te veo después de clases, ya sabes dónde —advirtió. — E-Está bien. — Ya, largo —la chica no perdió tiempo y se fue despavorida corriendo, saliendo de ahí, dirigiéndose a su clase. Nunca había deseado estar en una clase de matemáticas más que en ese momento. — ¿Enserio, Kaleb? No sabía que era de tu gusto las v*****s vírgenes —una de sus cejas se arqueó, y observó como el oji-marrón se encogía de hombros. — Le entro a todo, y me viene valiendo v***a lo que piensen los demás. — Sí, claro. Kaleb rodó los ojos, golpeando el hombro de Eros, y sin nada más se dirigieron a clases. ✨✨✨✨✨ — Dios, Mary, respira. Vamos, estás llamando la atención de todos —Rose suspiró, acariciando la espalda de la rubia, intentando que su llanto acabará… cosa que era imposible. — Él me va a hacer daño, Rose. No quiero que me haga daño. No quiero ir con él —chilló angustiada, colocando sus manos en su boca. Su llanto atraía la atención de las personas y eso era justamente lo que quería evitar. Pero no podía controlar las lágrimas que sin permiso salían como cascadas, tiñendo sus mejillas y sus ojos un poco hinchados. — Señorita Mary, ¿Se encuentra bien? —la profesora Smith preguntó, algo preocupada por la actitud de la alumna de orbes azules. Era bastante extraño que una de sus dos alumnas estrellas estuviese llorando de esa forma en plena clase. La rubia negó con la cabeza, sintiendo los delgados brazos de su mejor amiga. Joder, se sentía fatal. — Puede salir a tomar aire si gusta. La Señorita Coleman puede acompañarla si lo desea —dijo compresiva. Rose se levantó de su asiento, ayudando a Mary a ponerse de pie, pero en ese instante la puerta se abrió, y dos jóvenes entraron sin inmutarse, dirigiéndose a sus asientos, pasando entre las hileras como unos reyes. Rose tomó con fuerza el brazo de la rubia, sintiéndola temblar, saliendo del aula bajo la mirada de todos y en especial de dos personas en particular. Entre pasos lentos, suspiros y pequeños lloriqueos de Mary, ambas jóvenes llegaron al baño. — Vamos, Mary, ya estoy aquí. Él no te hará daño —aseguró, tomándola por los hombros—, ¿Qué pasó exactamente entre ustedes dos como para que te pusieras de esa forma? La rubia suspiró, haciendo un puchero con sus labios para después hablar, recordando el suceso que había pasado hace unos minutos atrás. > — Es un maldito animal, no te dejaré sola, Mary —animó regalándole una sonrisa tranquila para animar a su amiga. — No podrás estar siempre conmigo. Ellos viven justamente en la casa de al lado, y justamente su habitación está frente a la mía —hizo un puchero entre sus labios. — Pues haré lo que sea para que no te haga más daño, Mary. ¿Es que no se cansa de joderte la vida con sus porquerías? —suspiró, frunciendo el ceño levemente—, ¿Sabes? No entiendo el inesperado interés hacia ti. Ni siquiera te volteaba a ver antes. — Todo comenzó la semana pasada, él fue a mi casa a llevarle algo a mi mamá, sin saber que era él, abrí la puerta. Estaba con un pantalón de pijama corto puesto y un sujetador deportivo con el vientre desnudo… pues estaba durmiendo, y entonces me dijo que me veía linda o mejor dicho follable —comentó. Las lágrimas volvieron a salir sin control—. Yo no quiero que me haga daño. No quiero. Rose la apartó con delicadeza, su rostro mostraba preocupación pura, pero no podía hacer nada por más que le doliese. Con sus delgadas manos tomó el rostro de la rubia para secar sus lágrimas con las yemas de los dedos. — Vamos, Mary. Ya no llores que te deshidrataras —bromeó, con una sonrisa traviesa posándose en su rostro al escuchar una pequeña risa salir de los labios de su mejor amiga—. Seca esas lágrimas y salgamos de aquí. La rubia asintió, secando sus mejillas con las palmas de sus manos de forma descuidada, sonriéndole tiernamente a la rizada, para después salir de ahí. ♥♥♥♥♥♥ — ¡Más rápido! ¡Vamos! —gritó el profesor haciendo sonar su molesto silbato a cada segundo—, ¡Si siguen así de flojos tendrán que dar cincuenta vueltas más! Los jóvenes bufaron, apresurando su trote. Joder, su profesor era un grano en el culo. — Dios, ya no siento mis piernas —se quejó la rizada. Su respiración se encontraba irregular, sus mejillas sonrojadas y pequeñas gotas de sudor adornaban su rostro—. Como deseo que ya se acabe, ¡No aguanto ni un minuto más! — ¿Crees que yo sí? Mi tobillo ya no resiste más de esta clase. Mary bufó, una extraña mueca se pintó en su rostro, haciendo reír a su acompañante. — Somos un asco en deportes, Mary, deberíamos practicar algo para poder ser buenas en esta clase, porque cada vez vamos para atrás. — ¡Dejen de correr y vayan a las duchas! —gritó el entrenador—. ¡Muévanse! ¡Apestan a cerdo! El entrenador chifló el silbato por última vez, logrando que todas las chicas y chicos dejaran salir suspiros llenos de alivio. Esa era la peor clase de todas, ya que las omegas no practicaban ningún deporte que los ayudara con esa materia. Rose y Mary, saltaron de alegría y estuvieron a nada de hacer un baile lleno de emoción, pero se contuvieron. — Hasta que al fin dice algo bueno —dijo Mary, colocando sus manos en las rodillas—. Siento que en cualquier momento me va a dar un infarto. Caminaron hasta las duchas de forma perezosa, no querían que nadie las viese pasar por el vestidor de chicos y que comenzaran a molestarla para que se unan a ellos y así ahorrar agua. Algunos de los estudiantes se quitaban la ropa en el camino, sin esperar a llegar a las duchas, sin inmutarse de que alguien los viese con sus partes íntimas colgando, ¿Es que nadie en toda esta Universidad tenía decencia alguna en cubrir sus partes? Esperaron en el pasillo entre los vestidores de chicas y chicos a que todos terminarán de ducharse y después entraron ellas. Al menos ya no había tantas personas como al inicio. — No, no —se agarró el cabello—. Alguien que me trague y me escupa en alguna parte del mundo —caminó alejándose del pasillo hacia el vestidor—. Kaleb nos está mirando. — Hijo de perra —dijo la rizada, mirando en dirección hacia donde estaba Kaleb y a su lado Eros en la entrada del vestidor de chicos—. Esperemos a que ellos se vayan y después entramos nosotras. — Disimula, Rose —bufó golpeando su brazo—. No tienes que ser tan obvia en todo. Algún día te vas a fracturar el cuello con lo poco cuidadosa que eres. Debes de ser precavida y no ser la imitación del exorcista. Esperaron unos cuantos minutos, hasta que todo el lugar quedó vacío. Rose inspeccionó todo el sitio y luego le hizo una seña a Mary para que entrase. — ¿Seguro que ya se fueron todos? —preguntó la rubia, mirando hacia todos lados. — Hmm, vi cuando todas salían de aquí. También estabas allí —rodó los ojos—. Vamos apresúrate, tenemos que salir de aquí antes de que alguien entre y comiencen sus cosas en contra de nosotras. — Hay mucho silencio, ¿No? — Mary, siempre hay silencio aquí —bromeó—. Son los baños, no un carnaval. Ambas chicas rieron por esa estupidez, terminando de entrar al lugar para darse una merecida ducha. Pararon en seco sus movimientos, viéndose entre ellas. Se suponía que no debía haber nadie allí, el miedo comenzó a recorrer sus cuerpos, quedándose en completo shock. — ¿Pensabas que te ibas a escapar de mi tan fácilmente, Mary? —una voz grave les hizo girar lentamente, encontrándose con Eros y con Kaleb, con sus sonrisas para nada buenas en sus rostros—. Oh, no, cariño. — Yo... no... —comenzó a tartamudear, tratando de buscar alguna excusa para justificarse. — Cállate —rodó los ojos, la chica se veía patética tratando de buscar alguna excusa para salvarse de esa situación—. Hagamos esto rápido y sin dolor o daños a tu persona y ven aquí. — No... — ¿Crees que estás en posición de negar algo, pequeña mierda? —bramó—. Ven aquí, ahora. La omega suspiró, resignada. Por más que quiso salir de esa situación no podía hacerlo. Kaleb de alguna u otra forma buscaría la forma de salirse con la suya sin importar lo que dijese al fin y al cabo era su dueño en todos los sentidos de la palabra. Estaba escrito en su destino, Kaleb la iba a joder fuerte y duro en alguna superficie de ese sitio y su mejor amiga vería todo. Resignada por todo lo que estaba pasando, caminó hacia donde estaba Kaleb, pero el cuerpo de su mejor amiga se lo impidió por completo. Colocándose frente a ella. — Dijo que no, es que no escuchaste —levantó la mirada enfrentándose a Kaleb—. Ella ha dicho que no irá contigo a ningún lado y eso es algo que debes de respetar. El chico de ojos marrones miró con los ojos entrecerrados a la pequeña persona que estaba frente a él, ¿Quién diablos se creía esa gusana andante como para negarle jugar con su juguete favorito? — ¿Quién diablos te crees para decirme lo que tengo que hacer o no? Esto es entre tu amiga y yo, ni terceros, ni cuartos —la empujó levemente hacia un lado. La omega de cabellos rizados se colocó otra vez frente al alfa, sin importarle lo que éste había dicho anteriormente. — ¿Sabes qué? No te muevas —puso los ojos en blanco y luego sonrió de lado—. Traté de ser amable contigo, pero no me dejas otra opción más que hacerlo a mi manera. Eros, llévatela de aquí, por favor. Eros sonrió, analizando a la omega frente a ellos. No estaba nada mal para sus gustos sexuales, la chica tenía lo suyo aparte de ser tan pequeña para su gusto. La tomó por la cadera, sacándola de allí, escuchando las protestas de ésta y de su amiga. — ¡Suéltala! —Mary trató de seguirlos, pero le fue imposible—. ¡Haré lo que me pidas, Kaleb! — Eso debieron de pensarlo antes —jaló a la rubia hacia donde estaban las duchas individuales—. De esta no te salva nadie. ✨✨✨✨✨ La omega de ojos esmeraldas se agarraba de las columnas, logrando que sus manos se lastimaran en el proceso, ya que Eros le sujetaba con fuerza los glúteos. — ¡Suéltame, imbécil! —gritó, golpeando el cuerpo de Eros. — Deja de moverte o yo mismo me encargaré de que no te queden ganas de hacerlo jamás — gruñó sujetado mejor a la chica sobre su hombro. — No te tengo miedo —susurró, viendo los pasillos completamente vacíos—. Suéltame, tengo que ir a buscar a mi amiga —claro que, si tenía miedo, pero no lo demostraría. — ¿No me tienes miedo? —dijo divertido, dirigiéndose hacia donde estaba la oficina del profesor de educación física—. Deberías hacerlo, rizos. Abrió la puerta de la oficina, ante la atenta mirada del entrenador y con sólo mirarlo el hombre salió del lugar dejándolos solos. Rose se preguntó porque los maestros de ese lugar no hacían nada para impedir que Eros y Kaleb los dejaran hacer lo que quisieran. Su cuerpo fue a parar de forma dolorosa al suelo, y de sus labios salió un grito lleno de dolor. Se alejó lo más que pudo de Eros, cuando éste se puso de rodillas frente a ella, mirándola de la misma forma en la que lo hizo en el pasillo de los vestidores. — Eres más hermosa de lo que imaginé durante el tiempo que tenemos estudiando juntos —acunó el fino rostro de la pequeña entre sus grandes manos, sonriendo de lado. — ¿Gracias? — Te convertiré en mi nuevo experimento —ladeó la cabeza—. Serás mi nueva Hazinem.
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