CAPÍTULO SIETE
Se detuvieron en la subida que dominaba la colección cansada y gastada de edificios de madera deformados que alguien había bautizado una vez como la ciudad de “Haven”. Uno de los hombres escupió y maldijo. “Esto parece más muerto que un cementerio, Jonás”.
“Los cementerios no están muertos, solo los que están en ellos”.
“Sabes a lo que me refiero”.
“Todo lo que necesito es un médico para curarme, luego nos iremos”. Para dar un poco de énfasis a sus palabras, intentó girar el hombro, acción que provocó una serie de obscenidades en sus labios. “Han pasado dos días, y siento que se está entumeciendo”.
“Eso es bueno, ¿no? No más dolor”.
“Eres estúpido o simplemente no tienes cerebro”.
“¡Oh, m****a, Jonás, no es necesario que me digas esas cosas!”
“Gringo”, dijo el mexica
