— Oh Ya decía yo que era lo que estaba sosteniendo —su mano apretó el lugar—. Están grandes. — ¿Quée? Me mordí la lengua para evitar soltar un gemido. Esta era la primera experiencia de este tipo que tenía en mi vida y no pude evitar sentirme nerviosa. Al parecer él se dió cuenta y bajó lentamente su mano hasta mi cintura. — Relájate —susurró—. Por segunda vez en la noche sus labios volvieron a tomar los míos, siendo suave porque aún mi labio estaba algo hinchado. Un trueno hizo que me sobresalte y separe nuestros labios. — Creo que deberíamos ir a dormir —dije sonrojada aunque él no podía verme— — ¿Juntos? Casi pude ver un guiño en la poca luz que entraba por la ventana. — Nop. Al intentar levantarme me tomó por el brazo y me obligó a sentarme. A él le encantaba zarandearme