Le pagué al chico que vino a entregar la gran caja de pizza. Será suficiente para Clarke y por supuesto yo. — ¿Estás sola? —me dedicó una mirada coqueta—. — No —mentí—. — Que mentirosa. El chico era guapo pero prácticamente era un niño. Negué rápidamente. — Ya vete o no pasaré por alto que demoraste treinta y dos minutos en llegar y que esta pizza debería ser gratis. Me dedicó una mirada extraña y luego se fue sin decir más. Rodé los ojos y entré nuevamente, de pronto con la caja en mano me sentí muy pequeña y sola. ¿Cómo podría Clarke vivir aquí sin nadie? Sin alguien que te espere cuando llegues, y haga de esta casa Un hogar. Por un momento pensé que ese alguien podría ser yo y negué, este no era mi estilo. Era demasiado para mí. Ya eran las 8 de la noche y Clarke aún no llega