10 - La Cachuela Esperanza
10 - La Cachuela Esperanza
Sabe de las cuencas, del desnivel continental y supone que las aguas del Madre de Dios y el Orthon, que vienen desde el Perú, traerán más movimiento que el mismo Beni, y la boca de ese río está precisamente más abajo de la Barranca Colorada. Es así que, situándose abajo de estas desembocaduras, tendrá más ventaja que Vaca Díez, si encuentra el lugar que espera y que le depara el destino.
Pero la Cachuela Esperanza no le recibe gratuitamente:
Es arrastrado por las aguas y un batelón cae al tumbo, pierde 200 arrobas de las 4000 arrobas de goma que soltaron amarras y pudo ahogarse en el intento de salvar el cargamento, pero nadó hacia la orilla derecha y después de tal susto revisa el lugar y encuentra la enorme piedra de remoto tiempo, vaya a saber él, pues lento que importaba, era que aquel viernes 31 de marzo de 1882, ese lugar sería de su propiedad y nadie más podría tomarlo, sino él.
Destina tiempo a limpiar y construir una casa, abrir el camino del varadero y conocer el área; arriba de la cachuela será el puerto de desembarque y abajo el de embarque o trasbordo y viceversa. En la parte central de estos dos puntos equidistantes en casi cuatrocientos metros a cada lado, muy próximo a la piedra gigante, marca el sitio donde se asentarán las oficinas principales del establecimiento. Su oficina[1] se instalará ante el panorama ribereño que se aprecia con la formidable Cachuela Esperanza[2].
Entre sus ayudantes, un señor de apellido Égüez, quedará como el primer encargado del lugar, hará la limpieza y ordenará los utensilios que quedarán allí, y controlará lo que debe hacerse mientras él vaya al Madera, retorne a Trinidad y quizá a Santa Cruz de la Sierra, para iniciar las contrataciones de empleados que vendrán a su cachuela, a levantar ese establecimiento especial que pretende hacer al paso del tiempo. Abajo, el playón inmenso donde observará lo que ocurra, también será parte del puerto y servirá de paseo para quienes vengan de visita.
Deja un cuidante y continúa a Villa Bella; envía la goma hacia Manaos, incluyendo su hallazgo que repercute en las oficinas de su hermano Francisco en Londres.
El mundo sabrá que para siempre, la Cachuela Esperanza será el asiento de la Casa Suárez.
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Asentada la línea del tren pequeño o decauville, la atracción de los niños y jóvenes que nacían y crecían ya en la Cachuela Esperanza. Todas las mañanas y en las tardes, para cerrar el expediente de arduo trabajo. Foto de aorix,1935 del Dr. L.Grundner, enviada especial para esta biografía.
UBICACIÓN
DE LA CACHUELA ESPERANZA
La Cachuela Esperanza está ubicada al margen derecho del río Beni, a 10º 38’15” de latitud sur, 65º 50’ 40” de longitud oeste de Greenwich; punto estratégico en el mapa hidrográfico de la cuenca del río Madera.
En pleno centro de Sudamérica, mucho más allá de Manaos, lejos de La Paz, abajo del ambicionado Acre, Nicolás Suárez Callaú creará el imperio que envidiarían los más ricos barones de la goma de Brasil y el Conde de Río Branco, quien destina comisiones diplomáticas para el dominio del inmenso y rico monte del Acre.
En vista de que los exploradores no encontraron salida que les permita alcanzar el río Amazonas evitando el pase de las cachuelas del Madera, no queda más que esa ruta obligada y necesaria para quienes han entrado en el negocio de la goma y están ubicados en la región de Alto Beni. Pero será notoria la gloria del hallazgo al enriquecer al que se posesionó de ella, sin dar opción a más, porque lo funda como un establecimiento particular y no como un pueblo.
Quién no envidiaría tal fortuna, hecha por decisión y suerte al final de cuentas, es Edwin Heath, igual que Agustín Palacios, que la descubrió de abajo el río, no podían quedarse allí; y el que les sigue es el joven intrépido que salió muy chico de Santa Cruz y será figurativamente el dueño del Beni y norte de Bolivia, por lo que pronto también gratuitamente envidiado y vapuleado, ahora de apenas 31 años, alegarán que nunca habría bajado el río Beni antes que Edwin Heath, siendo defendido por otros que remarcarán que el profesor norteamericano vino ayudado por dinero de los Suárez.
Tanto cuanto puso Vaca Díez, pusieron ellos y Hugo Böger, por algo Edwin Heath marcó los nombres de estos pioneros en la Barranca Colorada en el río Orthon y en la isla próxima a la Cachuela Esperanza. Pero dicho fidedignamente, creó y fundó un pueblo, pero se tratará en realidad de una posesión privada muy importante.
Así como es el balneario de los Patiño de Onassis con su famosa isla Skorpios o de otros millonarios en sus archipiélagos particulares del Mediterráneo o del Índico, Cachuela Esperanza en el río Beni de Bolivia es para los Suárez. No se trata de un lugar para el ocio y el recreo frívolo, como tendrán esos tantos millonarios del mundo que poco o nada aportan a los pueblos de donde usufructúan ganancias millonarias. Cachuela Esperanza tiene como objetivo centralizar el ingreso de millones de libras esterlinas bajo el trabajo arduo y sacrificado, en total organización, disciplina y sin esplendor de vidrios o barandas platinadas en sus gradas, como hizo Antenor, el hijo de Simón Patiño, en el balneario Las Hadas Acapulco.
La Cachuela Esperanza es un lugar para generar riqueza, extrayendo del producto de la naturaleza lo necesario para fundar y organizar pueblos y escuelas para los humildes. Ayudar a la patria. Todo lo hizo en vida, no en muerto, como los Patiño y Aramayo, que dejaron un grupo llamado Fundación para enviar becados a Europa, niños burgueses, pretendiendo limpiar en algo la imagen de ineptos que fueron para la patria, comprando títulos nobiliarios y propiciar ambiciones mineralógicas y la guerra de la goma en el Acre, para gastar los dos millones de libras esterlinas pagadas por Brasil al construir trenes en el altiplano que arrancaron el estaño y yacen oxidados en cementerios de hierro, botados en la planicies frías y polvorientas de Oruro.
Después, junto a los grupos multinacionales del petróleo de Nelson Rockefeller, mediante su empresa la Standard Oil of New Jersey, harían matarse a más de 110 mil jóvenes entre bolivianos y paraguayos en la guerra del Chaco, para no permitirles a los dueños de la petrolera inglesa Shell, instalada en el Brasil, apoderarse del petróleo boliviano, aparte de las matanzas en las minas de Catavi.
Nicolás Suárez Callaú tuvo rápidamente dinero en abundancia, que sería repartido en acciones a sus hijos, sobrinos, ahijados, hijos de los amigos y empleados que vivían en Londres, que se quedaron por allá, otros fueron a estudiar a Chile, Argentina, Barcelona, París, Frankfurt… administrándoles él mismo sus mensualidades. Si muchos de ellos triunfaron o sirvieron a su patria, ya será otro asunto, no suyo, por supuesto. Si sus hijos estudiaron o no, eso a nadie le importaría, quizá a nosotros cuando nos pesa, porque la empresa no prosperaría en sus manos.
Nicolás no estaba interesado en operetas teatrales de París o Londres, Nueva York o Madrid, ni banquetes etiquetados, trajes de gala, alfombras guindas donde seduce el champán francés y el caviar portugués; abomina Manaos y sus calles nauseabundas a alcohol, tabaco y estiércol. Detesta palacetes, por eso no imitará una pequeña La Paz, a la cual cree la historiadora inglesa Valery Pfeiffer que solo iría una vez[3]. Aborrece también el ocio, la flojera y los vicios del deleite y del placer del apetito. Lo trivial para él, no vale nada; las mujeres y sus hijos se sirven las comidas que posan en manteles limpios, sencillos, que hacen tono con los pisos bien barridos y la calidez de hogar que comparten con sus empleados.
Todos los que han escrito sobre la Cachuela dicen lo mismo, veamos este texto de Becerra Casanovas:
«Al poco tiempo don Nicolás afianza sus reales e instala su oficina central, levanta una villa–residencial mediana, sin pomposidad ni lujo, pero aseada y convierte el pintoresco confín en uno de los puntos importantes del país y de nuestro continente. Así la Cachuela Esperanza, mansión señoril del Rey de la Goma en la Amazonia boliviana, llega a ser el primer Banco Industrial y Comercial, como también la primera Universidad Técnica del Beni, con el título impreso Casa Suárez Hermanos, nombre proverbialmente conservado hasta nuestros días.
El esfuerzo fue enorme para levantar en este rocoso terreno sembrado de excesivos peñascos y construir una población de estilo europeo en la época pos feudal, aprovechando los accidentes infranqueables, en especial las áreas planas y montículos que embellecieron su planificación urbana, de bonita construcción»[4].
El establecimiento estará abierto para el análisis social y poblacional que comprende la historia de la goma elástica, como vemos en el ensayo histórico de Frederic Vallvé, que sobre la población de las barracas y establecimientos escribe: «A título de ejemplo se debe señalar que el censo del distrito del Madre de Dios de 1897 consignaba 2.848 personas distribuidas en 14 barracas. La mayor barraca, El Carmen, tenía 810 habitantes mientras que la menor, Conquista, 207».
Funcionarios de sus casas en Santo Antonio, Porto Velho, Manaos, Belén, Londres, Hamburgo y otros puntos estratégicos del orbe, hablan de Cachuela Esperanza, trabajan intensamente de manera muy prolija en el desarrollo de una industria de características únicas: empresa familiar con brazos que unen los ríos de la profundidad de la hoya amazónica del Beni y el Acre, trasladan el producto del árbol de la Hevea por el río más caudaloso del mundo, destinándolo a Europa.
Había recorrido el norte boliviano, introduciéndose por lejanos ríos, ubicando puestos y barracas, dejó encargados a cada uno de ellos, sin derecho de opinión y discusiones.
[1] ACS/Documentación pólizas de viaje, embarques. La madera dura y fina de los predios, es traída desde Europa desmontada para armarlos en la Cachuela.
[2] Toda esta ilustración es basada en las descripciones que hizo de forma verbal, a amigos, familiares y visitantes que le conocieron. No hay por él nada escrito referente a este momento. La documentación más antigua es a partir del 1884.
[3] Por los años 20, se cree que pasó por La Paz desde Buenos Aires, donde vivió un largo tiempo por cuestiones de salud, ya con setenta y tantos años.
[4] Becerra.