Capítulo 10

3717 Words
POV. JAZMÍN Ivantie miró detenidamente el desorden que había en mi cuarto y pronunció. —Jazmín, ¿no bajas a cenar? —Me dijo sin prestarme atención, o por lo menos esa impresión me daba. —El abuelo dice que tienes que bajar a comer, que nadie te puede subir la cena hoy. Se acabaron las concesiones, me dije algo amargada con mi suerte. —Ya voy, deja arreglarme para bajar. —Sin dejarle ver que había estado llorando fui a lavarme la cara y a tratar de pasar desapercibido mis ojos rojos con un medicamento. —Ya estoy lista. Miré a todos lados, pero la puerta de mi cuarto estaba abierta y no había nadie cerca, Ivantie se había ido. Tenía que recordar enseñarle modales a esa niña. —Aunque, si su maestra no puede, ¿qué puedo hacer yo? Me dirigí rápidamente hasta el comedor, cuando entré estaba todo el mundo en la mesa, así que me dirigí a mi puesto, pero estaba ocupado por Víctor, quien me dio una mirada de disculpa, le hice un guiño y fui a sentarme al final de la mesa. —Gracias- —Le dije a la sirvienta cuando colocó el plato de comida frente a mí. —No me gusta que la gente llegue tarde a la mesa, no es educado y lo sabes muy bien Jazmín, que no se repita. —La frialdad en la voz del abuelo me sorprendió tanto que casi derramo el vaso de agua que estaba a punto de tomar. —Lo siento. El abuelo dejó el tenedor que había tomado y lo dejó en la mesa con cuidado excesivo. —No quiero más disculpas, quiero acciones de tu parte. De ahora en adelante te comportarás, o simplemente vete a tú casa. Tía ahogó un grito. —¿Qué está diciendo suegro? —Lo que ya oíste. —Observé como su mirada barrió a los demás en la mesa. —Coman se enfría. Todos hicieron lo que él demando, incluida yo. Que irónico porque ahora no me sentía particularmente incluida en la familia. Me costó mucho trabajo tragar el pastel de carne y no pude comer el postre. Apenas pude levantarme de la mesa sin causar revuelo, lo hice. Fue cuando todos pasaban al salón por el café y el abuelo comenzaba a hablar de negocios con tío Víctor. Subí las escaleras corriendo y me dirigí a mi cuarto. Miré las maletas y las vacié, y por un momento las contemplé preguntándome si en verdad iba a hacer lo que creía, ¿irme de casa a esta hora? No, me corregí, era la casa del abuelo. Y al parecer si lo iba a hacer, tenía después de todo un departamento a mi nombre en la ciudad, tenía un auto y dinero. Me dije. Que cobarde me había vuelto. De todas formas, seguí con lo que estaba haciendo. Me paré en frente del ropero y comencé a sacar ropa y luego fui por mis otras cosas, en el departamento también tenía ropa y artículos de aseo, así que solo me preocupé de colocar mis cuadernos y mi laptop. Una vez que estuve lista y lo había guardado todo salí de mi cuarto. Llevaba mi mochila y mi maleta gigante con la que había llegado hace tiempo. Esta vez bajé las escaleras con cuidado y pasé de largo hasta la puerta del fondo que daba hasta el garaje. Mi auto estaba aparte de los demás, por ningún mal motivo sino por el poco uso que le daba. Abrí una de las puertas y dejé mi mochila descansando mientras abría el portamaletas y trataba de colocar mi maleta, pero ésta estaba más pesada de lo que creía en un principio. —Las malditas rueditas me engañaron. —Me dije intentándolo de nuevo y fallando. —Maldita sea. —¿Te vas? Me di la vuelta de golpe. —¿Qué haces aquí abuelo? —Una de las sirvientas te vio pasar con una maleta, ¿a dónde vas? —Se veía enojado, y no sabía si eso era mejor que la frialdad. Seguí intentando guardar la maleta. —Me voy a mi departamento. —Huyes, te escabulles cuando nadie te ve para que nadie te pueda decir que eres una cobarde. —Me dijo con dureza. Miré la maleta y la pateé. Estaba harta de todo, de que me trataran como una paria, que me dejaran de lado y ahora que me dijeran lo que comenzaba a pensar de mí misma. No necesitaba esto. —Déjame en paz. —Saqué las llaves de mi bolsillo. —Bien, vete. —Caminó hasta mi puerta a medio cerrar. —Pero no vuelvas, quiero que te vayas de aquí. Y no te preocupes por nada, le voy a llamar a tu padre en unos minutos para decirle tú decisión. Miré el volante y comencé a sentirme claustrofóbica, el aire a mi alrededor comenzaba a faltarme. Comencé a llorar desesperada. —¡Déjame en paz! —Jazmín… —Sus manos me tomaron y me sacudieron, pero comencé a dar manotazos. —Jazmín, ¡Jazmín! ¿Qué pasa Jazmín? —¡Me dejó! —Grite con lo que me quedaba de fuerza. —¡Me dejó! Ok, me dejó ir y ni siquiera me dijo si me amaba, si yo había sido algo para él más que la rubia que besaba el piso por donde él pasaba. Me quedé en silencio después de eso hasta que volví a controlarme, lo que había sido gracias a que ya no tenía fuerzas para seguir. —Jazmín. —El abuelo habló suavemente, como si temiera que volviera a perder el control. —Ve arriba y duerme. Negué. —Me voy, no importa sino llevo la ropa, en mi mochila esta lo que necesito para asistir a las clases de mañana. El abuelo me jaló afuera del auto, su mirada había cambiado por completo de la glacial a la más tierna. Eso me dio algo de escalofríos. —Ve arriba Jazmín, mañana hablamos. Me solté. —No, tú no entiendes, quiero estar lejos del mundo, lejos de todos. No te preocupes iré a clases, no volveré a dejar tirada la universidad, pero ahora debo irme. —¿Por qué cielo? —¿Ahora soy cielo? Estoy harta de que todos esperen algo de mí, estoy harta de dar a todos lo que quieren y de no pensar ni una sola vez en mí. —Le dije furiosa. —Así que de ahora en adelante seré egoísta, solo pensaré en mí y en lo me conviene. —Jazmín me preocupaste estos días y a los demás, no le dices nada a nadie, y hace días que estaba enojado por la preocupación que pase por tú culpa, temía que te hubiera pasado algo malo y que Víctor no me lo estuviera diciendo. —La preocupación era evidente en su voz, pero ya había escuchado mucho de él por hoy. —Y al parecer veo que, si pasó algo en ese viaje, ¿por qué te fuiste de esa manera? ¿Por qué mentiste sobre tú viaje? Y, ¿quién es él? Y, ¿qué paso? Me metí en el auto. —Te dije que iba a ser egoísta, y sabes, no se me da la gana contestar tus preguntas, me voy. —Jazmín, no seas tonta y baja de ese auto, te puede pasar algo y te juro que no me lo perdonaría. Nunca me perdonaría que estás fueran nuestras últimas palabras. Estaba ignorando cada una de sus palabras cuando me quitó las llaves de las manos, quise decir algo, pero él ya se estaba yendo hacía la puerta. —Cuando pienses con racionalidad te las devolveré, vamos a descansar, ¿sí? No le respondí y esperé sentada a que se fuera para no hablar con él, luego salí del auto con mi mochila, recogí mi maleta y la llevé adentro tomándome todo el tiempo del mundo en ello. No lo vi por ninguna parte, al igual que a mis llaves. Me sentía un poco fastidiada por eso. Me dirigí a mi cuarto, apenas abrí la puerta lancé mi maleta dentro, con más cuidado dejé mi mochila en el suelo y me puse el pijama. Me tendí en la cama, me sentía muerta en vida, sin ganas para seguir. No pude dormir, no fue posible y por la mañana no me sentía del mejor ánimo para nada, de igual forma me armé de un poco de energía y me levanté lista para estudiar y soportar miradas y preguntas tontas en la universidad junto a invitaciones a fiestas que buscaban algo de mí. Más de mi vida, me dije con falsa felicidad. —Hoy va a ser un día grandioso. —Le dije al espejo, solo que mi reflejo no mostraba alegría alguna. Bajé a desayunar y ya todos estaban comiendo, me parecía un deja vù, solo que esta vez por opción propia me senté al final de la mesa. —¿No quieres sentarte aquí? —Me indicó tío Víctor con una sonrisa conciliadora mi asiento de siempre. Miré al abuelo que asintió levemente, señal que podía hacerlo. Negué y comencé a servirme algo para desayunar. —Jazmín, ven aquí. —Me llamó el abuelo. —Por favor. Lo miré con cierta tristeza que logré apenas ocultar. —Déjame en paz. Sebastián me dio una mirada de sorpresa y miedo cuando se dirigió al abuelo. —Jaz creo que, ¿por qué no vas y te sientas a su lado? No te importa dónde te sientes, ¿verdad? Miré a todo el mundo que parecía pendiente de que lo iba a decir, de pronto perdí el apetito. —Con permiso, ya no tengo apetito. Me levanté de mi asiento y salí del comedor caminando lentamente, esta vez no huía, me dije al tomar mi mochila de la entrada del comedor, donde solía dejarla; ya que al abuelo le molestaba que entráramos a comer con las mochilas. Seguí mi camino dirigiéndome a mi auto, después de todo lo que me había pasado por causa del insomnio recordé que tenía una llave de repuesto en la guantera con el lema; “Si te van a robar el auto, por lo menos que no te corten los cables para encenderlo.” No veía el motivo de arruinar un bello auto que bien podía o no recuperar en ese tipo de situación. Encendí el auto sin problemas y salí de la casa rumbo a la universidad, pensando que tal vez no era mala idea volver a casa de mis padres después de todo. Por lo menos allí no sentiría el vacío que comenzaba a sentir aquí. O, quizá ya no encajaba en ningún lugar. POV. VÍCTOR Que venga de inmediato a la oficina, eso había dicho mi madre cuando iba a mis clases de la tarde a la universidad. No me gustaba este tipo de reuniones, por lo general eran para llamarme la atención a mi o a Sebastián por ser tan incompetentes. Pero sobre todo me molestaban más cuando había tenido que plantar a Nadia para estar presente, pero bien tal vez era algo importante. Salí del ascensor después de asegurarme que la corbata estaba en su lugar y que llevaba los gemelos puestos y el traje impecable, mi padre era un maniático con la vestimenta cuando tenía que aparecer en la oficina, miré con nostalgia la oficina de Romina, mi primita adorada no había aparecido en varios días por estos lugares, ni siquiera en casa y comenzaba a preocuparme. Romina salió en ese momento de su oficina y me dio una sonrisa ensayada, yo no le agradaba nada a ella, por alguna razón la única que le agradaba era Jazmín, al resto de la familia nos trataba con fría cortesía. —¿Cómo te va Romina? Apenas y disimuló una mueca. —Bien. Asentí y me dirigí hacia la oficina del abuelo, por lo visto ella también iba hacia el mismo lado. —¿Mucho trabajo? —Si. —Respondió con indiferencia. —Que bien. —Dije algo molesto. —Oye, tú quizás puedas decirme donde esta Jazmín y por qué ya no viene a trabajar. —Su voz por fin sonaba interesada en algo. Me detuve antes de entrar a la oficina. —Sé dónde está, pero no tengo idea de por qué no está aquí. Ella me dio una mirada fría. —Que bien. —Hablo en serio, pelearon el abuelo y ella, pero no tengo idea porque, solo sé que desde ese día no la he visto. Me preocupa. —Bien. —Me abrió la puerta y me hizo entrar. —A mí también me preocupa. Papá y el abuelo estaban sentados uno a cada lado del escritorio, no me gustaba nada eso. —Buenas tardes. —Solo el abuelo apartó la mirada de lo que estaba haciendo, papá siguió en lo suyo, una manía algo molesta. El abuelo me hizo una seña y me senté en la silla a un lado de papá, quien estaba concentrado en unos papeles que tenía en las manos y que si estuviéramos en casa se los hubiera quitado de las manos. —¿Qué sucede? —Desde ahora comenzarás a entrenarte como lo estaba haciendo Jazmín, tomarás tú puesto como heredero dentro de poco. —El abuelo fue quien habló. —Romina te va a ayudar en todo lo que necesites, solo pregunta cuando no lo sepas y comenzarás estudiando todo lo que está relacionado con el negocio, cómo se hacen los tratos y cómo funciona todo, absolutamente todo. Los miré a ambos emocionado por la oportunidad, pero luego me llegó un pensamiento que no me agradó. —Pero Jazmín… —Jazmín dejó tirado el negocio de buenas a primeras, creí que sería distinta, pero no lo es. —Me interrumpió el abuelo. —Fue demasiado para ella, pero tú naciste en este ambiente por lo que es tú deber continuar. Eres el mayor de todos mis nietos, espero entiendas. —El que más se merece estar a la cabeza, felicidades hijo. —Papá en verdad se veía emocionado. Ambos se veían emocionados y en especial se veían contentos con su decisión. Quería sentirme igual que ellos, pero no podía, el sentimiento de que estaba traicionando a Jazmín no me dejaba decir las palabras que ellos querían que salgan de mi boca. Al final solo asentí. —Bien hecho. —Me dijo el abuelo. —Sé que te comprometerás con tú puesto. —Papá se levantó y me dio un toque en el hombro. —Comienzas mañana, ahora tengo una reunión. Vamos Romina. —Si, señor. Miré a todos y comencé a levantarme, pero el abuelo me hizo una seña con la mano para que me quedara en mi lugar. —Quería hablar contigo. Me acomodé en mi asiento. —Soy todo oídos. —Que bien, dime donde esta tú prima y que le pasa, dejó todo tirado desde ese día que salió de casa sin comer nada. ¿Por qué no volvió? Me asombraba que se acordara de que Jazmín no desayuno ese día. —Mira, sé que no te va a agradar, pero lo único que sé es que está en su departamento, no sé de qué hablaron ustedes, pero sí sé que ella no se siente muy bien, Nadia es quien habla con ella. No, no ha querido hablar conmigo y el otro día Ivantie pasó por su departamento y no le abrió la puerta. —¿Va a la universidad? —Asentí, eso sí lo sabía, había preguntado por ella a unos compañeros de su clase. El abuelo se quedó pensativo antes de seguir hablando. —¿Es por ese chico? ¿Ese francesito? Me asombré. —¿Te contó de Patrice? —El abuelo asintió. —Oh, bueno supongo que por eso no está cómoda, el tipo es un idiota hasta Pierre lo dijo y eso que es su mejor amigo. —¿Por qué? Ella no habló mal de él. —Me dijo el abuelo girándose hacia la ventana. —Está enamorada desde hace años de ese tipo, acepto que no es un mal tipo, pero no tiene como prioridad a Jaz. Ella deja todo por él, pero él no deja nada por ella. —¿Puedes intentar hablar con ella? —Descuida, le dijo a Nadia que puede ir esta noche, me colaré. Yo también estoy preocupado por cómo está actuando, no es normal que no deje entrar a Ivantie y que apenas quiera ver a Nadia. —Gracias Víctor. —Se veía mucho más tranquilo que antes, me alegraba poder hacerlo sentir mejor, pero no podía evitar que hablara mi consciencia. —¿Quieres que le diga a Jazmín que le quitaste su puesto? Digo, ya que estoy allí perfectamente le puedo decir que ahora su puesto es mío. El abuelo hizo una mueca. —Preferiría que no le dijeras nada de esto, cuando ella quiera hablar conmigo le diré de los cambios. —¿Por qué? Porque esperar. —Me resentí un poco en nombre de Jazmín. —Ya que estamos hablando del tema, no es justo que la trates de esta forma, ¿qué piensas hacer en verdad? —Estaba pensando que tal vez es mejor que vuelva a casa con David, fue un completo error traerla, ella va a estar mejor en casa de sus padres. Lo miré incrédulo. —¿Sabes que representaría eso si estuviera en su lugar? El abuelo se irguió en su asiento. —Qué Víctor. —Para mí significaría que he perdido casi tres años de mi vida en algo que no se va a cumplir. En especial porque tuve que dejar de lado mi carrera por ese algo que al final no iba a ser mío. —Le dije con algo de rabia en la voz. —Si fuera Jazmín, me iría y me olvidaría de esta familia. Yo no la culparía, no importa lo que ella haya hecho porque sé que tiene un motivo, ella no es del tipo de personas irresponsables que crees, sé que hay algo que no sabemos. El abuelo se quedó callado y me despidió con un movimiento de cabeza, se dio la vuelta y eso acabo con la discusión. Salí de la oficina con la mente nublada por el sentimiento de traición que no se iba. POV. RAÚL Esperé a que la puerta se cerrara y marqué el número de David. Contestó después de tres llamadas, maldije el reconocimiento de llamadas, era un invento bastante molesto. —¿Qué quieres viejo? —Mocoso malcriado ya estás de mal humor, ¿por qué? ¿Qué pasa esta vez? —Le pregunté, era normal que se molestara por mis llamadas, pero siempre era después de pasados cinco minutos de hablar. —Es algo del trabajo, no importa. ¿Qué pasa? ¿Le sucede algo a Jazmín? Con el lápiz en mano comencé a rayar las hojas en blanco que tenía en frente, un pequeño tic. —Es más o menos, ¿quién es Patrice? Una puerta se cerró al otro lado de la línea. —¿Volvió? Si trata de acercarse a mi bebé de nuevo lo mato, ¿está ahí? Esto comenzaba a molestarme. —No, pero quiero saber el nombre completo del chico, mejor si puedo saber todo de él. —Pon el nombre de Patrice Laurent en Google, te aseguro que lo vas a encontrar, has clic si te sale un link hacia familia de políticos. Ahora dime que pasa. —Mi pobre chico estaba ansioso. —¿Jazmín está bien? Escribí todo en la hoja que estaba rayando. —Jazmín estuvo en París, ¿qué me dices a eso? POV. VÍCTOR Al anochecer, Nadia estaba en la entrada del edificio de Jazmín esperándome a petición mía después de haber salido de la oficina del abuelo. Me acerqué y le di un beso en la boca de inmediato, era la mejor forma de decirle hola. Nadia se separó con reticencia de mí, eso me gustaba. —¿Qué pasa? —Soy el heredero principal de los Dan, ¿qué tal? —Le dije con falsa alegría, Nadia se dio cuenta de inmediato de ello, por su mueca. —Pero tú abuelo le había prometido a Jazmín, bueno, ella debía hacerse cargo de su herencia. —Sé lo que el abuelo le había prometido, y me siento mal por ello. Nadia me dio un abrazo. —Vamos arriba y veamos a Jazmín, y Víctor tú no tienes la culpa por las decisiones de tu abuelo. —Lo sé Nadia, vamos arriba y veamos a nuestra primita adorada. Subimos hasta el piso doce donde Jazmín tenía su casa, no se veía mucha gente en el lugar, pero suponía que no era de esa forma todos los días, aunque nunca había vivido en otro lugar que no fuera la casa Dan. —Parece algo solitario este lugar. —Nadia se pegó más a mí. —Tétrico. Llegamos al lugar y Nadia sacó una llave de su bolso, últimamente se vestía con faldas y zapatos de tacón alto. Se veía mucho más hermosa mostrando esas piernas largas, estaba con la mirada prendida en esas piernas cuando su mano comenzó a estirar la falda. Le di una sonrisa de medio lado. —Tú sabes que me encantan tus piernas además de tus pechos hermosos. —Logré que ese sonrojo adorable cubriera su rostro. —Pero una pregunta, ¿por qué tienes una llave? —Se la robe a Jazmín cuando compró el lugar, me dijo que viniera, pero ya una vez me lo dijo y se arrepintió. Me aseguré esta vez. Le di un apasionado beso en la boca. —Eres grandiosa cielo. —Única, lo sé. Me sentía como un intruso, cuando Nadia abrió la puerta, y más al ver que las luces estaban apagadas y no se veía nadie, en cambio mi novia se veía de lo más cómoda. Le sonreí, ella era adorable. —Salió. —Dije algo desilusionado de no verla, se había vuelto como mi hermana pequeña en estos años. —Si, eso veo. Voy al baño. —Encendió la luz y siguió por un pasillo. Miré por todos lados, el sitio era verdaderamente pequeño. 
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