Capítulo 7

3741 Words
POV. VÍCTOR Me levanté de golpe. —¡Como te atreves gusano! Nadia se interpuso en mi camino al poner sus manos a mi alrededor. —Déjalo Víctor, no es nuestro asunto. Le tomé su hermoso rostro entre mis manos. —Ella es mi asunto porque es como mi hermana y sabes bien que tú comenzaste metiéndote en esto mi amor, no me digas ahora que no me meta. —Me separé de ella y le apunté al maldito. —No te le acerques, no te quiero cerca de ella nunca más. —No te preocupes, ya no quiero verla. —Lo ignoré. Tomé a Nadia y la arrastré conmigo afuera. Miré a las escaleras, Jazmín estaba sentada al final de ellas. Estaba llorando, me sentía como si hubieran hecho llorar a mi hermanita pequeña. Quería golpear algo, mejor a alguien, a un francés de preferencia. —¿Quieres irte? —Negó. —¿Por qué? ¿Acaso te gusta sufrir? Se levantó lentamente. —No es eso, solo que irme ahora sería huir y yo no huyo de ningún lugar ni de nadie. Nunca. Asentí. —Bien, si quieres mostrar tú orgullo hazlo, pero recuerda que el orgullo no es de inteligentes. Ahora, vamos arriba no quiero dejarte a solas. Jazmín se dio la vuelta y se perdió de vista. Nadia me dio un jalón. —Dejémosla sola un momento, ¿quieres comer algo? Tengo hambre. —Le di un beso en la frente y le mostré el camino. La dejé adelantarse a la cocina, aún teníamos algo que hablar entre nosotros. Caminé despacio, porque había comenzado a escuchar gritos desde la sala de estar e Irina se había alejado del lugar. Escuché la puerta abrirse y luego pasos ligeros por la escalera. Llegué a la cocina y me encontré con Nadia preparando algo que olía muy parecido a estofado. Me miró con una encantadora sonrisa. —Es algo rápido, encontré la base para preparar estofado y algo de carne en el refrigerador. Velkan tenía razón. —¿Hace cuánto me espías? — Le pregunté interesado en su repuesta. A Nadia se le cayó el cucharón que tenía en la mano. —Yo… Me mecí el cabello. — Nadia mira solo quiero saberlo. Nadia recogió el cucharón. —Yo no… —Negué firmemente con la cabeza. —Comencé cuando teníamos doce, después de que te preocupaste por mí cuando me caí del árbol de tu casa jugando con Sebastián y Velkan. —Se quedó callada un momento. —Supongo que soy una mujer de lo peor, pero, ¿cómo te diste cuenta que te acosaba? ¿Me viste? Metí mi dedo en la olla. —Velkan me lo dijo ayer, pero creí que quería que me separara de ti porque lo admito soy de la peor calaña, salgo a todas las fiestas con Sebastián, no temo acostarme con una chica en una de esas, aunque sea solo una vez. —La miré fijo. —No soy un santo, si acaso un demonio. Nadia me tomó del brazo. —Tú nunca has sido de la peor calaña, solo son esas chicas que se te lanzan encima, son de lo peor. No te culpo, ellas eran guapas pero unas mujerzuelas que buscaban solo una cosa en ti… Por un momento me quede simplemente viéndola, ella en verdad creía sus palabras. En verdad creía que yo era bueno, que todo era culpa de las chicas con las que salía a veces. Solo porque era callado no quería decir que era precisamente un chico sin recursos ni deseos. Pero ahora que la veía… —¿Me odias? —Escuché a Nadia. — ¿Quieres terminar? Ella me amaba, probablemente más de lo que yo la amaba a ella, pero si sabía algo era que no quería dejarla. No podía perder a una mujer así, ella era toda inocencia. Eso era una chica inocente. Le quité el cucharon y revolví el estofado. —A esto le va a faltar un poco, ¿nocrees? —¿Víctor? —Sollozó Nadia. —¿Me vas a responder? —¿Cómo haces para que baje la llama? —Nadia movió una manilla y el fuego bajó —Bien, ahora vamos al cuarto, ¿quieres? Mi novia quiere cree que quiero abandonarla y quiero mimarla para que sepa cuanto la amo. Nadia me miró con los ojos brillantes. —No vas a dejarme… La tiré a mis brazos. —Nunca, te amo Nadia y mucho. —Tomé su rostro y le di un beso en la boca. —Mientras se cocina el estofado, ¿quieres hacer algo conmigo? Nadia asintió y le subí la camiseta, adoraba sus pechos llenos y redondos con unos pequeños pezones morenos. Nadia atrajo mi boca y me dediqué a explorar la suya con mi lengua. Con mis dedos mimé esos preciosos pezones, dándole pequeños apretones y caricias. Mientras ella gemía en mi boca. Me separé un poco de Nadia sin alejarla mucho de mis brazos. —Vas a ser mía Nadia Petran, cuenta los días bebé porque serás Nadia Dan pronto. Vas a ser mi mujer, mía solo mía. —Si, Víctor. —Gimió. Le mordisqueé el cuello. —Adoro la forma en que dices mi nombre, con ese tono ronco. Dilo de nuevo, mi amor. Bajé mi cabeza hasta sus pechos y tomé uno de esos pequeños pezones en mi boca, adorándolo con mi lengua. —¡Víctor! POV. JAZMÍN —Si alguien quiere bajar a la cocina, más vale que esperen un momento a que esos dos terminen. —Le dijo Pierre a Irina sentándose en mi cama. —Tus primos no conocen la vergüenza cielo, ese par lo está haciendo en la cocina a vista de todo el mundo. Irina me miró sonriendo. —Disculpa a mi marido a veces no conoce el tacto. Los miré exasperada, aún más con “ese” que estaba recostado en la puerta. —Menos mal ya lo conozco. Oigan, no sé qué hacen aquí, y menos con él, pero quiero que salgan de mi cuarto, ¿por favor? —Jazmín. —Me amenazó Irina. —Cállate antes de seguir esa línea. Ahora la que va a hablar voy a ser yo. —Irina miró a Patrice y le hizo una seña. —Siéntate allí y tú también. —Indicó un sofá que había pegado a la pared. —No se pongan remilgados, estoy embarazada y no deben hacerme enojar, ¿acaso no me quieren? Miré al cielo, pero iba a tener que ceder ante el chantaje. Me senté en el sofá junto a Patrice, y esperé a que Irina hablara. —Creo que ustedes buscan herirse y no sé por qué, y me gustaría que lo hablaran. Si los dejamos solos, ¿hablarían? —Irina nos miró primero a uno y luego al otro. —Por favor. Miré por el rabillo del ojo a Patrice y asentí. —Yo me quedaré porque es mi cuarto y no tengo porque irme. Patrice gruñó a mi lado. —Me quedo porque soy un caballero y como tal quiero disculparme por lo de la sala. Irina miró cansinamente a Pierre. —Vamos mi amor, le dijo. —Vamos antes de que sienta la tentación de pegarle a este tipo. —Dijo rabiando. —Por cierto, te vas a quedar en la habitación de al lado, ahora la vamos a arreglar; primera puerta a la derecha. Yo me encuentro con Irina al final del pasillo, Víctor se encuentra al frente con Nadia. Solo para que lo sepas, nada más. Me sonrojé, sabía lo que estaba insinuando. Cuando salieron del cuarto un silencio incómodo cayó en la habitación, me senté en mi cama y esperé a que Patrice comenzara, pero él estaba muy tranquilo mirando sus manos. —No sé qué decir. —Dije al fin. —Solo, hola Patrice. Patrice se fue a sentar conmigo. —Quiero disculparme contigo, tal vez suene a una excusa, pero estoy algo tenso aún y no tengo muchos deseos de una pelea, debí ignorar tu comentario y no decir… eso. Me rodeé con los brazos. —Lo siento si mi comentario te hirió. Aunque esa era mi intención, eso no lo voy a negar. Pero no debí decirlo, fui muy impulsiva, probablemente me comporte como una muchachita herida y lamento haberte herido. Él asintió con pesar. —Tu comentario dio en el blanco, me hirió, pero descuida ya se me pasó el enojo y si no escucho mal, tu disculpa es sincera. —Me miró durante un momento y asentí. —Bien, ahora estoy más calmado como para seguir diciendo tonterías y, después de estar gritando con Pierre y la amenaza velada de Víctor, así se llama, ¿no? —Si, es mi primo por parte de los Dan. —Levanté uno de mis mechones de cabello. —¿En verdad te amenazó? —Si, te quiere mucho. —Su tono no era de admiración, era de acusación. —Supongo que creas esa reacción en todos tus primos. Miré hacia la ventana ignorando lo que había debajo de esa frase. —Bueno, somos pocas las mujeres entre los Dan, lo mínimo que pueden hacer es cuidar de nosotras. —Terminé presumidamente. —Y por parte de los Petran pasa lo contrario, por lo que los hombres se creen dueños de las mujeres. Pregúntale a Nadia, su hermano la sobreprotege a ella y a Cornelia. Me sonrió despacio. —A las mujeres siempre hay que cuidarlas, sobreprotegerlas es lo ideal, tengo unas primas algo problemáticas por parte de mi madre, tal vez debí cuidar más de ellas, ¿no crees? —Seguía con las insinuaciones. Asentí rápidamente. —Debiste. Su brazo me atrajo a él. —Tal vez no solo debería cuidar de ellas… Lo miró a los ojos, pero su mirada, me di cuenta estaba pendiente de mi ropa, de pronto me sentí muy consciente de lo que llevaba puesto; mi camiseta de los Deftones negra, mis jeans desgastados y mis zapatillas de deporte. No me había esforzado nada últimamente en vestirme, comenzaba a verme como David y no me aterraba. Eso debía asustarme, supongo, estaba volviendo al pasado y lo peor es que nunca me había vestido de esta forma. Patrice tomó mi camiseta. —Buen grupo. —Asentí. —¿Te vistes así normalmente? Porque recuerdo que te conocí con vestidos y ropa más… Me sonrojé. —Atrevida. Es la ropa con la que suelo ir a la universidad. Patrice me miró incrédulo. —Guau, supongo que así llamas la atención de varios chicos. Me encogí de hombros. —Así me gusta vestir, es cómodo y más rápido por las mañanas cuando casi me quedo dormida, que es muy seguido y si no fuera por mi abuelo que siempre me levanta... —Patrice me dio un toquecito en el hombro. —¿Estoy parloteando? ¿Me callo? Asintió con una sonrisa. —Sería bueno antes de que digas algo comprometedor, como que te duermes abrazada a alguien o que tu pijama es inexistente. —Lo mire incrédula. —Bien, ahora soy yo quien está parloteando. —Se tocó el cuello e hizo una mueca. — Creo que debería ir a la habitación y mentalizarme para hablar con mis padres sobre lo que ocurrió hoy. Le quité la mano y comencé a masajearlo. —Te vas a dejar peor. Patrice cerró los ojos. —Deberías haber estudiado para masajista. —Tomé un curso en casa, bueno en casa de mi abuelito. —Me corregí. Le di la vuelta y comencé a quitarle la camisa, pero él colocó sus manos sobre las mías. —No voy a acosarte, quítate la camisa y tiéndete en la cama, te voy a dar unos masajes para quitarte la tensión y después puedas hablar con tus padres con calma. Patrice se quitó la camisa por la cabeza y se tendió en la cama. Me miró por sobre el hombro. —¿Y si después quiero algo más? Como ya sabes, una noche de pasión. —Te las aguantas. —Tomé la crema corporal que estaba en mi mesilla de noche y se la dejé caer en la espalda. —¡Ah! ¡Jazmín! —Me gruñó. Me senté sobre su espalda baja y comencé a masajearlo. —¿Qué Patrice? Lanzó un suspiro. —Bruja. —Dijo contra la almohada. —Vamos a ver si para cuando termine piensas lo mismo. —Le dije dándole un piñizco en la espalda. Masajeé su cuello y luego su espalda con movimientos lentos y pausados, me encantaba tener mis manos sobre su piel, al principio parecía algo pálido, pero tenía un lindo color de piel; un color dorado muy suave. —Jazmín. —Lo ignoré. Hundí mis dedos en la parte baja de su columna y luego comencé a subir lentamente, cuando llegué a su cuello volví a prestarle atención, tenía muchos nudos, estaba muy estresado. —Jazmín. —Me dijo lentamente. Esparcí la crema por su espalda y luego continué con los masajes en su cuello, de apoco se relajaba bajo mis manos. —Jazmín. Suspiré. —Patrice, cállate, cierra los ojos y relájate de una vez por todas, si sigues hablando lo único que vas a hacer es impedir que tus músculos se relajen. Patrice me miró sobre el hombro. —Quiero algo más. Le volteé la cabeza. —Deja eso ya, no quiero escucharlo. —Se dio la vuelta de golpe y casi me caí encima de él. —¿Qué haces? Patrice miró mi camiseta con el ceño fruncido. —No quiero que sigas con esa camiseta, quítatela y te dejo seguir con tu trabajo. Bufé. —Se supone que deberías agradecerme, no chantajearme tonto. Si va a ser así… ¡Ah! Patrice me jaló y me dejó debajo de él. Me quitó la camiseta con una mano y así como si nada también desengancho mi sujetador, ¿cómo hacían eso los hombres? Me costaba un montón con las dos manos. —Ahora puedes continuar. —Me cubrí con las manos, pero él me las sujeto. —Quiero más, mucho más. Comenzó a besarme y luego… —¡Jazmín Dan! —Gritó Víctor desde la puerta abierta. Me separé de Patrice y me cubrí con las manos, no quería que Víctor me viera medio desnuda. Patrice me entendió y me pasó mi camiseta, que me puse inmediatamente sin importarme que él me viera. Creo que ya nos conocemos demasiado bien para sentir vergüenza. Me dije. De pronto en medio de mis pensamientos me vi alzada de la cama. —Tú te alejas de este tipo, es una muy mala influencia para ti señorita. —Me dijo Víctor abrazándome. —Y tú, te dije que te mantuvieras lejos de mi prima, idiota, ¿no entiendes el idioma? —En un francés que me pareció muy fluido le dijo algo, que creí eran las mismas palabras que había dicho antes. Patrice se levantó de la cama con mucho cuidado. —Déjame en paz. Si ambos queremos estar juntos no te incumbe. Víctor me puso detrás de él. —Me incumbe, porque aín no te has decidido, aún no te escucho decir en voz alta “No me voy a casar”. Cuando puedas decirlo puedes querer y hacer lo que quieras. No antes. Patrice me miró. —¿Puedes decirle que se vaya? Me está irritando demasiado con su acto del hermano mayor. Abrí y cerré la boca como un pez mientras los miraba a ambos. Coloqué mis manos en la cabeza. —Salgan de aquí, ¡afuera ahora! Víctor me hizo verlo. —Vine a buscarlos para comer, van a bajar conmigo y van a disfrutar del estofado que hizo mi novia. —Le fruncí el ceño. —No voy a admitir replica de nadie, ¿escucharon? —Está bien, ya bajo, pero ahora salgan los dos. —Patrice estaba mirando al techo con una expresión rara. —Tú también Patrice, ahora. Salió, no sin antes darme un apasionado beso en la boca. —Ya hablaremos después. Asentí solamente, no creía poder hacer ni decir más. Fui hasta mi cama y tomé mi sujetador, haciendo peripecias me lo coloqué sin sacarme la camiseta. Fui al baño y me arreglé el cabello con una goma para el pelo. Luego me mojé la cara con agua helada, debía quitarme el estado de ensoñación. Dejé el cuarto con el mejor de los ánimos y seguí adelante. Iba a entrar a la cocina, me di cuenta de que alguien estaba mirando la lluvia caer en la entrada principal. —Nadia, ¿qué haces? Nadia me dio una sonrisa cansada. —¿Puedes creer que tenga sueño a esta hora? La lluvia no me ayuda relajándome, pero me hace añorar volver a casa, tonto porque solo salimos hace un par de días de allí. Caminé hasta ella y me quedé observando la lluvia con ella. Estaba algo extraña, pero decidí ignorarlo, si ella no quería compartirlo no iba a obligarla. —Los pillaron con las manos en la masa ¿eh? —Se rió en voz baja. Le di una patada. —Por lo menos nosotros somos disimulados, ustedes en cambio… ¿tenías que gritar tan fuerte? Nadia se sonrojó por completo, admirable que su sonrojo cubriera hasta el escote del vestido verde que llevaba. —¿Grité? Puse mi mano sobre mi boca para disimular. —Tonta y exhibicionista. —¡Nadia! —Gritó Víctor desde la puerta de la cocina. —¿Qué hacen allí? Nadia seguía sonrojada cuando Víctor se paró a su lado. Me sonreí encantada mirando la lluvia caer cada vez más fuerte. —Solo le decía a Nadia que ustedes son algo exhibicionistas. Víctor le dio la vuelta a Nadia y le tocó el escote. —¿Quieres hacerlo en la sala de estar? Propongo que probemos en el suelo, ya sabemos que contra la pared te encanta. Me sonrojé por completo. —Ustedes son imposibles. —Me lo dice alguien que vi semidesnuda. Nunca pensé que tuvieras una marca de nacimiento en… Le tapé la boca. —Calla a tu novio, me voy a comer del rico estofado que hiciste con tanto esfuerzo. —Vamos Nadia, Irina lo está devorando como si se le fuera la vida en ello. Me reí de ese comentario, pero cuando abrí la puerta… Víctor no exageraba en nada con Irina. —Esto está buenísimo, ¿cuál es la receta Nadia? —Dijo mi hermana sin dejar de probar bocado. Cuando tocó la media noche me retiré a mi cuarto. Habíamos estado viendo películas antiguas por la tele de la sala de estar, pero ya me había dado mucho sueño y no tenía sentido estar más tiempo allí cuando Víctor no se separaba de mí, manteniéndome apartada de Patrice, como si quisiera volver a caer en sus redes. Me había dedicado a pensar mientras veía la televisión, ahora no me sentía tan predispuesta a estar con él, había llegado a la misma conclusión que Víctor, mientras no escuchara las palabras mágicas no lo dejaría enredarme en sus juegos. Está bien que me distrajera, pero Víctor tenía razón, él no había dicho que no a ese matrimonio y esta tarde había hablado con sus padres, no se veía mejor que antes, todo lo contrario, más sombrío. Me levanté del suelo. —Me voy a dormir, buenas noches a todos. —Buenas noches. —Dijeron todos. Me acerqué a todos y les di un beso a todos, cuando llegué a Patrice le di un beso en la frente. Me detuvo un momento. —Subiré en un rato. Me sonrojé. —Está bien, ¿algo importante que me quieras decir? Me guiñó. —Algo importante que quiero que sepas. Le di otro beso en la frente. —Te esperaré, no te demores. —Jazmín Daniela Dan Petran, vete a dormir de una vez. —Me gruñó Víctor. —Déjate de coquetearle a ese granuja. —Voy a golpearlo, lo juro. —Me susurró Patrice al oído. —Ve a tú cuarto, ya iré más tarde. Subí corriendo a mi cuarto y me cambié a mi pijama de franela, y tomé las mantas que estaban en el armario. No sabía que quería decirme Patrice, pero si sabía que el frío había aumentado en el cuarto, solo había una chimenea en la sala y en los cuartos todavía no se conocía la calefacción central. Me acurruqué entre las mantas y al poco rato me quedé dormida, o eso creí ya que las manos que me rodearon me sacudieron un poco, así que… ¿cómo entró el dueño de esas manos? Abrí los ojos con pesadez y me encontré con los ojos claros de Patrice frente a mí. —Hola. —Dije medio dormida aún. Patrice apartó las mantas y se metió en la cama, debía de estar hace rato en la habitación porque estaba con la camiseta y los bóxers. —Esta noche voy a dormir contigo, hace demasiado frío como para estar solo esta noche. —Me dijo divertido por algo. Le sonreí adormilada. —Bueno, puedes dormir aquí si quieres, mientras solo sea eso. —Oui, mon amour platonique. —Me susurró al oído con algo de nostalgia, o eso me pareció. Nos abrazamos y así dormimos juntos. Con unos cuantos susurros que me dedicó contra el cabello, no las entendía porque estaba hablando en francés, mientras me dedicaba leves caricias en el cabello. Esa noche tuve los mejores sueños que pude haber tenido en mi vida, después de conocer las peores pesadillas ya sabía cuándo apreciar los buenos sueños. Sueños que involucraban una vida feliz, o así me sentía. Caminé por un prado lleno de flores con margaritas aquí y allá y varias flores más de verano. La brisa mecía mis cabellos, me sorprendí al llevarlo suelto, caía hasta mi cintura. Nunca había tenido el cabello tan largo. La sorpresa por llevar el cabello suelto no fue nada en comparación con la sorpresa de ver mi vientre abultado. No fue miedo lo que sentí, sino felicidad… esto faltaba en mi vida, algo que fuera mío y de nadie más. Sonaba ridículo, tenía una familia maravillosa, sería tía dentro de poco y en menos probablemente volvería a serlo, si podía confiar en lo que veía a mí alrededor. Acaricié mi pancita con cariño, era mi pequeñito que esperaba ver el mundo…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD