Cuando salió de la oficina, Bruno Orellana estaba esperándola recargado contra su auto. Tenia las manos metidas en los bolsillos y una enigmática sonrisa de lado, cuando la vio salir del edificio, sus ojos brillaron y ella sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo. El se irguió en toda su altura y le sonrió abiertamente, ella debía dar media vuelta e irse, pero en ese momento, embrujada por la sonrisa de ese hombre, no pudo hacer otra cosa que caminar en su dirección, la atraía como un enorme imán, aunque la verdad es que ella no se resistía demasiado y el sonrió aun mas, sus hoyuelos en las mejillas se marcaron y ella sintió que se derretía por dentro, una sensación cálida comenzaba a subir por sus piernas y se extendía por todo su cuerpo. Jamás en su vida sintió nada parecido, con nad