– Debió ser muy caliente – asiento con un suspiro soñador más que todo para molestar a nuestro acompañante que por el tema que hablamos. Aunque pensar en mi atractivo jefe siempre me traerá alegría.
Ya que estamos todos el día estresados y llenos de tareas, al menos espero poder recrearme la vista y la mente imaginándome todo tipo de escenarios satisfactorios, claro, con mi jefe de protagonista.
– Y luego maldijo al italiano y le exigió a Reiss que corrigiera el resumen porque va a destruirlo en su propio juego – suspiro de la misma manera que antes, aguantado la carcajada que quiere salir al ver a nuestros compañeros arrugar la nariz con desagrado.
– Oh por dios hubiese deseado estar ahí – Cristina incluso se echa aire con la mano y finalmente comienzo a reír sin poder evitarlo al ver la cara de Ross y Greg, o como prefiere que lo llamemos, Jones.
– No sé qué le ven a él, siempre tiene cara de culo y cero encanto – masculla el rubio metiéndose una porción de su comida en la boca para luego limpiarse aun cuando no se ensució. Es como un príncipe todo encantador y con modales excepcionales.
– Jefe, ya en un momento le llevaré las copias – hago un ademán de levantarme fingiendo apuro, causando que Jones voltee apresurado con cara de susto mientras comienza a toser.
De inmediato los otros dos comienzan a reír a carcajadas mientras yo lo hago de manera más disimulada, a la vez que le acerco su bebida para que pase mejor su comida.
– Que mierda, casi me muero, Lena – se queja aun entre la tos y con voz ahogada.
– Pensé que sería divertido, además, su cara de culo sí tiene encanto – le corrijo entre burlas, dándole ligeros golpes en la espalda esperando que se le pase.
– No, no tiene encanto, es un amargado y un jefe grosero – sí, lo último no puedo negárselo cuando lo he visto reprender de manera muy brusca cuando hacen algo malo, incluso recurre al alemán cuando requiere de palabras malsonantes.
– A mí me parece amable, solo algo estricto – suspiro encantada, pero, otra vez es para molestarlo. El gran jefe solo tiene que ver un pequeño error para andarme a arreglarlo de mala manera, pero al menos, conmigo desistió de las groserías en alemán.
Lo que sinceramente es una pena, porque me encanta escucharlo.
– Ja, dice amable – vuelve a quejarse, lo que me hace saber que más de una vez se ha llevado uno de sus regaños nada lindos.
– Sigue pareciéndome un buen jefe ¿ustedes que dicen? – volteo hacia los otros dos que se miran entre ellos antes de hacerme una pequeña mueca. Al parecer el gran jefe no le agrada a muchas personas de su empresa.
– Ni siquiera se digna a darme una mirada cuando le doy los buenos días… pero los responde – agrega Cris rápidamente lo último al ver que yo los acompañé en la mueca.
Bueno, no es de extrañar, es un hombre odioso, aunque últimamente me he dado cuenta que no faltan las miraditas hacia mí de vez en cuando.
No sé por qué se resiste tanto cuando yo he dado señales claras, pero tampoco me quejaré, ya que estaría mintiendo si digo que no me divierte seguir tentándolo.
– Nunca he tratado con él, yo paso los informes al jefe de contabilidad y él es quien enfrenta al demonio – Ross es el último en aportar su punto de vista. Asiento, claro, tiene sentido, no creo que Alexander tenga tiempo de tratar con cada empleado.
– Él no es tan malo – insisto. Solo es un perfeccionista que se enoja cuando las cosas no salen como quiere, también algo explosivo cuando esto ocurre, pero cuando se hacen las cosas bien, él lo reconoce.
– Oh, es que tú eres tan hermosa que no solo has conquistado a los mortales, sino que también al demonio en jefe – Jones incluso se acerca a pasar su brazo por los hombros de Ross y lo palmea – ¿Cierto, amigo? ¿cómo no caer perdidos por una belleza como esa? – me señala, haciendo que nuestro amigo se sonroje.
– Ya basta, mierda – se sale de su abrazo y le dirige una mala mirada, pero después de eso baja la vista aun sonrojado.
– No sé de qué estás hablando, él es amable solo que le molestan mucho los errores, a mí también me corrige – aclaro. Siento una pequeña necesidad de demostrar que no es tan terrible como dicen.
– Sí claro y quisiera que me corrigiera, así como a ti – se queja Jones volviendo a su comida con cara de mortificación.
– ¿Sabes cómo me corrige? – bromeo dando un doble sentido que no tiene nada que ver, pero me divierte ver como se sorprenden. De inmediato desmiento lo que pasó por sus cabecitas y continuamos la comida con otros chismes de oficina.
Por un momento, me quedo pensando si realmente el jefe ha demostrado algo de favoritismo hacia mí, cuando Cristina se inclina un poco sobre la mesa, y me pide que me acerque hacía ella.
Con gracia, obedezco y me inclino hasta que nuestros rostros se encuentran a centímetros, sonrío al notar que se pone un poco nerviosa.
– He escuchado rumores, sabes, allá me entero de todo – comienza volteando hacia los muchachos, huyendo de mi mirada. Me río por lo bajo – Y me ha llegado información sobre que te han visto salir de la oficina del jefe con su camisa – bajo la mirada hacia mi ropa.
– Esta es suya – la señalo haciendo que los tres abran la boca con exagerada sorpresa, haciendo que casi me ahogue por la risa.
– Oh por dios te comiste al jefe, más de una vez – chilla en voz baja Cris con la mirada fija en mi camisa evidentemente más grande que mi talla.
– No, no, nada de eso – sinceramente, quisiera que así sea, seguro que él sabe muy bien que hacer para complacer a una mujer.
– ¿Entonces? No me dirás que solo te las dio porque sí – Jones levanta una ceja con sospecha – Ya decía yo que pasaba algo más ahí cuando fue a buscarte a contabilidad, él ni siquiera baja para allá a buscar nada – ah, qué más quisiera yo.
– Solo me las prestó un par de veces, y ambas porque me mojé las camisas y él tenía una extra en su oficina – me siento correctamente y termino mi comida, pensando por un momento cuanto quisiera un postre, pero ya mucho lujo me estoy dando al comprar en un restaurante a traerme comida hecha de casa.
Si sigo así Betsy estará cada vez más lejos de mí. Debo ahorrar.
– Si claro ¿y qué dices de cuando te buscó? Porque él nunca va por sus cosas, tiene empleados para eso.
– Eso pasó hace un mes, supéralo, y yo no soy una cosa, tampoco suya, solo su secretaria y me necesitaba porque también soy su traductora, por eso fue por mí – saco pecho con orgullo de mi pequeño logró que causó un ligero aumento en mi sueldo.
– Eso no significa nada, te quiere follar y ya – suelta Jones de golpe en voz alta y justamente en el momento en el que parece que todo el restaurante guardó silencio.
Noto como las personas de las mesas a nuestro alrededor se quedan viéndonos, y sé que ellos también lo notan porque se sonrojan y bajan la mirada. Incluso Jones lo hizo cuando normalmente es alguien tan abiertamente coqueto.
– La verdad es que yo también quiero probar un poco de él – suelto con el mismo tono casual mientras me termino mi bebida – ¿Cómo no? Ese hombre promete hacerlo todo muy bien.
– Lena – me reprende en voz baja Ross sin saber en dónde meterse de la vergüenza al ser observado por compañeros del trabajo, hablando de este tema. Pero siempre he pensado que no hay nada más normal que el sexo.
Todos lo hemos practicado alguna vez y si no lo han hecho pues en un futuro lo harán, es un acto lleno de placer, amor y autoconocimiento, también es como llegan los bebés al mundo, lo que me parece también maravilloso.
Así que no, no me avergüenza hablar de sexo, que mi camisa se transparente o siquiera que me vean desnuda, el cuerpo humano es igual en todos, solo que, con diferentes tamaños, proporciones y formas, pero técnicamente todo es lo mismo.
Así que ¿por qué sentir vergüenza?
– ¿Qué pasa? El sexo es una de las cosas que más disfruto en la vida – en realidad, mi lista de placeres es larga, desde paracaidismo, surf, cualquier otro deporte extremo, también montar caballo. Todo son cosas que disfruto hacer, y claramente, el sexo entra en esa lista.
Sí, he tenido una buena vida.
– Eres salvaje ¿eh? – suelta Jones mucho más en confianza y viéndome con una sonrisa socarrona.
– No tanto, solo me gusta disfrutar de la vida – pienso por un momento causando algo de intriga en ellos y logrando que Cris y Ross también dejen atrás la vergüenza – Me gusta la ideología del hedonismo, buscar tu placer sin pensar en lo que dirán o en sentir vergüenza, solo pensando en tu persona.
– ¿Algo así como estar en fiestas sexuales todos los días? – suelto una pequeña risa ante el tono presuntamente inocente de Cris.
– Si eso es lo que te da placer pues sí, aunque yo prefiero enfocarme en una sola pareja y que ella se enfoque completamente en mí, creo que disfrutaría más de esa forma – esa es solo mi humilde opinión, cada quien tiene gustos diferentes.
– ¿Entonces eres el tipo de persona que siempre tiene un compañero s****l y esas cosas? – pregunta con genuina curiosidad Ross, lo que me hace sonreír. Es lindo verlo hablando tan abiertamente de algo que hace solo minutos lo puso rojo e hizo que se encogiera tanto.
– No, solo me gusta disfrutar de los placeres de la vida, de los viajes, las experiencias, la comida y mucho más, el sexo solo es uno entre tanto – por supuesto que disfruto del acto, pero lo que en este momento podría decir que anhelo más, es viajar.
Quiero volver a las montañas de Alemania, conocer nuevos pueblos y después solo ir a otro país o a alguna gran ciudad.
– ¿Qué has sido lo más atrevido que has hecho? – ya con cero timideces, Ross se inclina un poco a la mesa con un gesto igual al de un niño que está por escuchar la mayor de las aventuras.
– Fui a una playa nudista hace un par de años y había un poso algo alto de donde me lance, definitivamente creo que sería eso, cuando caía, pensé que moriría – no fue el de mayor altura del que me lancé, pero fue algo intimidante.
– Oh por dios ¿y estabas toda desnuda o solo en toples? – suelto una pequeña risa ante el gesto de niña chiquita de Cris y procedo a contarle aquella vez en la que unos amigos me llevaron a ese mágico lugar.
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– Hola Thomas – lo saludo cuando lo veo junto a mi escritorio revisando unos papeles de los que supongo deberé encargarme.
– El jefe está de mal humor – esas son las palabras claves que significan que debo ir por su café y encargarme de todos esos papeles para dentro de cinco minutos o menos. Oh merde.
– Claro – me apuro a dejar las cosas en mi escritorio y me adelanto a paso rápido para hacerle el café, pero termino chocando con un pecho duro y con un olor delicioso – Disculpe – hago una pequeña mueca al separarme.
Desde que la charla con los chicos acabó, en mi cabeza no dejó de rondar lo brusco que suele ser y la verdad es que no quisiera que volviera a referirse a mí como cuando la vez que casi me atropella, o cuando nos tiramos el café encima.
– Señorita Johnson – bueno, solo con eso ya compruebo que de tan mal humor está.
– Señor Meyer, una disculpa, si me da un par de minutos más le llevaré su café ¿necesita algo más? – aprieto los labios un poco insegura de cómo actuar al respecto porque, aunque ya lo he visto enojado, en estos momentos parece ser más volátil de lo normal.
– Solo quería saber… – justo se ve interrumpido por el tono de llamada de mi pequeño celular y quiero maldecir por eso.
– Discúlpeme – murmuro en voz baja sacándolo de mi bolsillo solo para darme cuenta que es Pilar. Como me despidan por su culpa le diré a su madre que me saboteó cuando finalmente tengo un trabajo decente.
– Tiene que ser un chiste – murmuro por lo bajo en español cuando cuelgo la llamada e inmediatamente comienza a repicar.
– Atienda, seguro es una urgencia – sería lo más común a pensar cuando es segunda vez que silencio la llamada y vuelve a timbrar, pero sé que no es así, Pily está volviendo a ser quien era cuando lo nuestro acabó y eso no está bien.
La adoro, la quiero en mi vida y le tengo tanto aprecio que podría decir que, en este momento, es la persona más cercana en mi vida, pero no está bien que quiera vigilar cada aspecto de mi vida o que exija que esté a su lado porque sí, se hace daño a ella misma y a nuestra relación.
Por no mencionar que puede hacer que me despidan.
– No, estoy segura que no lo es ¿qué quería decirme? – y sí, vuelve a sonar – Por favor, discúlpeme, en un momento le llevo el café y me comenta que tiene que decirme – contesto la llamada solo para que deje de insistir, aunque toda mi atención está en el hombre frente a mí.
– Tranquila, responda su llamada y luego la quiero ver en su escritorio trabajando – su voz es dura y su mirada aún más.
Sin decir nada más, me bordea y sigue su camino, mientras, yo tengo que tomar un respiro para tranquilizarme un poco.
– Cariño, tenemos que hablar.