– Buenas tardes, espero que estén bien – el gran jefe es el primero en adelantarse y estrechar la mano de esos tres hombres en sus cuarentas, todos con trajes caros y bigotes que me parecen chistosos. Seguro se verían más jóvenes sin ellos, pero, aun así, lucen impresionantes.
– Como siempre, es un placer verlo, Meyer – habla el que luce mayor con un acento tan fuertemente marcado que es un poco complicado entenderle – ¿Y quién es esta preciosa signorina? – voltea a verme haciendo que la atención de los otros dos también recaiga en mí.
– Un gusto conocerlo, soy Lena Johnson secretaria del señor Meyer – estiro la mano con confianza para estrecharla, pero recibo de su parte un beso en el dorso de esta.
– El gusto es todo mío – noto como los otros dos se mantienen al margen aun cuando también ven todo con atención, lo que me hace pensar que quizás son la verdadera cabeza aquí o en realidad solo los acompañantes del jefe y yo estoy pensando todo de más.
– Me temo que tengo otras obligaciones más tarde, caballeros ¿gustan sentarse? – mi jefe se hace notar imponente, haciendo que el hombre frente a mí, finalmente me suelte y acceda a su petición.
Los cinco somos dirigidos a una mesa algo apartada, en donde me apresuro a sentarme al lado de mi jefe confiando en mi sexto sentido que me dice que quizás estos hombres no son tan caballerosos como parecen.
Lo último que quiero es pasar por un momento desagradable y menos arruinarle un contrato al jefe por eso.
– Bueno, Meyer, nos llegó tu propuesta y debo decir que estoy bastante satisfecho con ella, pero… – y con eso dicho por el que parece mayor, comienza una charla de al menos una hora con términos y datos que me cuestan un poco entender, pero por fortuna, logro seguir el hilo de la conversación.
Todo está siendo un poco aburrido, sin embargo, consigo hallarle la parte entretenida a esto. Esa en donde me fijo en mi jefe y lo atractivo que es cuando está hablando de negocios.
– No siento que él esté realmente seguro de lograr esas metas – comenta uno de los que se mantuvo callado todo este tiempo una vez se mesa guarda silencio por un momento, mientras toman una taza de café.
En realidad, hasta ahora, solo mi jefe y el hombre que besó mi mano han llevado a cabo la conversación, los acompañantes del italiano han mantenido silencio, y por supuesto, yo igual.
– Sí se le ve seguro, el problema es si realmente lo logrará, es muy joven, sus palabras me suenan a fantasía – comenta el otro haciendo que quiera rodar los ojos. No tengo idea si los datos de mi jefe son realistas o no, pero como socios, me parece que lo mejor es que le comenten a él sus dudas, no hablar a sus espaldas.
Otra cosa a tener en cuenta es que, evidentemente no sé del tema, ellos podrían tener razón o no, pero estamos hablando del presidente de una multinacional alemana que escaló de tal manera como para terminar teniendo su sede principal en Nueva York en un edificio muy impresionante.
Repito, no es como si supiera muchísimo de esto, solo soy una secretaria que saca copias, hace el café y algunos informes, pero creo que conseguir que sus oficinas se encuentren en un edificio como en el que trabajo, en el centro de la gran manzana quiere decir que sabe lo que hace.
Digo, según mi humilde opinión, no cualquier principiante logra eso.
De reojo, noto como mi jefe tiene una mirada despreocupada mientras mira fijamente el intercambio de los tres contrarios que no dejan de cuestionar todo lo que dijo solo por tener menos de treinta, lo que personalmente me parece una estupidez y me hace querer interferir, pero sé que eso no me corresponde.
Siento que acabamos de perder una hora de nuestra vida. Mi pobre jefe esforzándose y estos tres refiriéndose de su trabajo como algo deficiente.
– Están cuestionando su credibilidad – hablo en un tono bajo, utilizando mi pobre alemán, llamando la atención del hombre a mi lado que ahora parece sorprendido – El señor Leone – comienzo, refiriéndome al único que ha hablado hasta ahora. Ese es el que mejor me cae hasta ahora.
>> Cree en usted, incluso comenta que está sinceramente impresionado con todo lo que ha escuchado, pero me temo que sus dos compañeros desconfían de su escasa experiencia – resumo la breve discusión que están manteniendo los tres, que se encuentran tan concentrados en su conversación, que ni siquiera parecen darse cuenta que los estoy espiando disimuladamente.
No cuento como una especie de espía corporativa si ellos están hablando tranquilamente frente a mí ¿cierto? ¿o si lo soy por no advertirles que podría entenderlos? ¿estoy siendo una mala persona o algo así?
No, seguro que no, no creo. Estoy trabajando.
– No sabía que hablaba alemán – por el contrario, a mí, su pronunciación es perfecta, suena melodioso y me recuerda porque es uno de mis idiomas favoritos. Tengo que esforzarme bastante si en algún momento quiero llegar a hablarlo con esa soltura.
– Hay muchas cosas que no sabe de mí, señor Meyer – sonrío con coqueteria antes de volverme a los caballeros que continúan discutiendo. Ahora dos apoyan a mi jefe mientras que el otro se mantiene reacio.
– Disculpa Alexander, Fabrixio tiene bastantes dudas al respecto, pero tengo entendido que estás algo corto de tiempo, entonces ¿qué piensas de agendar otra cita? Podría ser en tus oficinas, tranquilos y poder hablar todo más cómodamente – noto como el señor Fabrixio no deja de darme una que otra mirada, aun cuando debería estar atento a la conversación que se está llevando a cabo.
Después de todo, él es quien se encuentra tan reacio a las palabras de mi jefe ¿no?
De todos modos, no me incomoda, digo, es su asunto concentrarse en mí en lugar de las cosas importantes, realmente, me da igual.
Pero parece que a mi jefe si le molesta algo, porque puedo sentir como se tensa. O quizás, en realidad se deba porque ahora debe volver a reunirse con estos señores. Sí, lo entiendo, yo también estaría irritada.
– Claro, en ese caso, lo mejor será que agendar otra reunión, entre hoy y mañana, mi secretaria se comunicará con ustedes para concretar la cita – apenas dice, los tres posan su mirada fijamente en mí, yo les sonrío. Ellos solo están aumentando mi trabajo, no me agradan.
– Espero tengan un buen día – apenas mi jefe se pone de pie, los otros tres lo imitan. Claramente, yo también lo hago.
– Ustedes igual, señor Meyer, señorita Lena – cuando el mayor extiende su mano hacia mí, tengo que aceptarla, aun cuando no quiero, y recibo un beso de su parte en el dorso de esta.
– Nos veremos luego, buenas tardes – se despide el segundo, el que no me sé su nombre. Afortunadamente él se dedica únicamente a apretar brevemente mi mano antes de dejarla ir. Sonrío.
– Señorita Lena, ha sido un placer conocerla – de los tres, quien tiene el peor acento en inglés es Fabrixio, lo que casi me hace pensar que su conversación en italiano es más por comodidad que por privacidad.
Pero eso no es lo que me incomoda, sino el hecho que, al tomar mi mano, tal y como lo hicieron sus compañeros antes; la aprieta y sostiene cerca suyo más de lo que quisiera. No me siento cómoda con esto.
No es que me moleste el contacto, al contrario, me gusta abrazar, besar y tener sexo, pero no me gusta ni un poco cuando alguien me toca sin mi consentimiento, y este estrechón de mano está siendo innecesariamente largo.
– Igualmente, señor – no tengo idea de su apellido y no pienso llamarlo por su nombre, como si tuviésemos mucha confianza. Por fortuna, me suelta.
– Que tengan buena tarde – asiente hacia mi jefe y me sorprende acercándose a mí y besando mis mejillas – Espero no haberla incomodado, así saludamos en mi ciudad – Italia, si hay algo que caracteriza al país, o por lo menos los lugares que conocí, es que todos son muy amables y calurosos, es común besar las mejillas como saludo a amigos.
Pero este hombre me incomoda, no tenemos confianza y definitivamente no me importa de donde sea, no tiene el derecho de acercarse a mí de esa manera.
– No se preocupe, hasta luego – de igual modo, y aunque me siento molesta por su acercamiento, me obligo a darle una respuesta amable. Este no es lugar para alborotos.
Sin decir nada más, finalmente los tres se van y yo puedo respirar profundo. No me agradan.
– Eso estuvo muy fuera de lugar – exclama con enojo mi jefe una vez nos encontramos solos. Posa su mano suavemente en mi espalda baja y con un leve empujón, me indica que salgamos.
– Lo siento, jefe –me disculpo después soltar un largo suspiro. Claro que estuvo tremendamente fuera de lugar, pero no es como si yo le hubiese pedido ese beso.
– No tienes que disculparte, él fue el desubicado – me quedo callada un momento procesando sus palabras hasta que comienzo a reír suavemente.
– Gracias jefe, por un momento pensé que se molestaría conmigo – la única referencia que tengo de este tipo de trabajos en oficinas, es de parte de Pily, y me temo que todo lo que tiene que decir es terrible. Especialmente cuando se trata de su jefe, que siempre está culpándola injustamente de cualquier cosa.
Más de una vez mi pobre Pily llegaba tan furiosa a casa que me costaba calmarla para que no renunciara a ese trabajo que tanto ama pero que se le hace insufrible por el jefe que tiene.
– No hiciste nada malo, fuiste correcta y profesional, por otro lado, ellos parecen trabajar con una ética cuestionable – bueno, decir que sus palabras me hicieron sentir mal es una vil mentira.
Es lindo ser reconocido.
– No me sentiría cómodo trabajando con este tipo de personas ¿tú que piensas? – bueno, esto si comienza a alarmarme un poco.
– Yo pienso que sería una pena dejar perder esta oportunidad para crecer, solo por el tipo de personas que son sus socios, solo hay que mantener límites establecidos – mientras se hacían las copias, leí algo del documento y junto con lo que escuché hoy, me parece que si sería un desperdicio renunciar a esta solo por un hombre como Fabrixio.
Mientras no pase los limites, creo que sería una buena idea trabajar con ellos, aunque sinceramente, yo preferiría tratar solo con el señor Leone.
– Fue buena idea traerte como traductora, así podré saber mejor en donde atacar en la próxima reunión – no puedo evitar voltear a verlo con una sonrisita. Una que no me corresponde. Su ceño fruncido sigue igual de profundo e intimidante – Pero me temo, que lo mejor será prescindir de tus servicios – ¿qué?
No puede dejarme sin trabajo por lo que pasó hoy ¿cierto?
– ¿Hice algo mal? Si es así, por favor discúlpeme, dígame que fue para no volver a repetirlo, pero por favor no me despida – ¿Cómo pagaré a Betsy si él me despide?
– No, no voy a despedirte ¿por qué piensas eso? – suspiro con alivio. Por un momento pensé que tendría que buscar trabajo otra vez, y creo que será difícil conseguir uno que me pague lo mismo que me ofreció Thomas aquí.
– Porque acaba de decir que va a prescindir de mis servicios – si me despide no se cuanto más tardaría en conseguir pagarle a esas personas.
– Me refiero a que seguirás tus tareas como secretaria, pero contrataré a un traductor aparte que me acompañe a estas reuniones, pienso que será bueno incluir alguno para las próximas negociaciones, no puedo esperar que siempre estés disponible para mí – pues que me contrate a mí también para eso, estaré lista siempre que necesite, no me molesta hacer más cosas que solo el café y las copias.
Además, él solo tiene que llamarme y yo estaré disponible para él, en donde quiera y como quiera… ¿Quizás soy muy agresiva?
– Claro que puedo hacer eso, entiendo más de nueve idiomas, no es problema para mí, prometo siempre hacer lo que me diga – me volteo a verlo fijamente a los ojos, rogándole en silencio que me dé el trabajo.
Aumentará mi sueldo con esto ¿cierto? De todos modos, si no veo que lo haga, yo misma le pediré que me lo suba, después de todo, más trabajo merece mayor retribución. Solo espero sea justo y no me mande a la mierda por pedirle un aumento.
– ¿Nueve? – asiento con seguridad.
– En realidad, son catorce, señor, solo que algunos no los hablo tan bien, pero los entiendo a la perfección. Igual puedo seguir aprendiendo – no es difícil para mí aprender alguno nuevo – Contráteme a mí, por favor, prometo no defraudarlo.
– Ya eres mi secretaria – me encojo de hombros con una sonrisita.
– Necesito el dinero y no me molestaría hacer ambas cosas, no se preocupe, podré con todo – desde pequeña soy muy activa, no veo problema en esto, confío en que podré.
– No me sentiría bien haciendo que cargues con tanto, también necesito una secretaria – vuelvo a encogerme de hombros con una sonrisita al notarlo dudar – Además que podremos pasar por situaciones como esta otra vez.
– Estaré bien, no tiene que preocuparse, sé lidiar con este tipo de situaciones. Podré hacer correctamente mi trabajo como su secretaria y siempre que lo necesite, también seré su traductora, no lo decepcionaré – suelto una risita al verlo intentar ocultar una sonrisa que quiero entender como que también seré contratada como su traductora.
¿He mencionado en algún momento lo mucho que me pone las personas atractivas que tienen un humor de mierda? Pily dice que debe haber algo mal en mí, pero si hay personas que les excita ser golpeados y escupidos ¿por qué está mal que me excite un sexy malhumorado?