Capítulo 003

2568 Words
El día transcurre bastante rápido para mi suerte, cuando faltan solo unos minutos para que termine mi turno, entra un cliente más, bufo y como estuve haciendo todo el día, pongo mi mejor cara y voy a atender. —Buenas tardes, aquí le dejo el menú, cuando sepa que desea solo me avisa. —Buenas tardes, solo quiero un café bien cargado. — comenta sin levantar la vista de su teléfono. —¿Un día pesado? — comento recordando que, cuando trabajaba en la empresa de mi padre y tenía un día malo, me gustaba tomarme una buena taza de café n***o sin azúcar. —Algo así. — comenta, ahora viéndome a la cara, me impresiona ver la belleza que carga este tipo. —Entonces, enseguida le traigo su café bien cargado. —Gracias. — me regala una sonrisa que, a diferencia del tipejo de esta mañana, logra mojarme las bragas. Al final de mi jornada laboral, llego a casa y todo está igual a como lo deje esta mañana antes de salir y es raro todo esto, estoy acostumbrada a tener todo ordenado, aun cuando antes de salir dejo la ropa desperdigada por todos lados. Ahora mi realidad es otra, yo limpio, yo cocino, yo me mantengo, pero ojo, es algo que realmente está comenzando a gustarme. No es que me desagrade la vida llena de comodidades, pero por fin siento que estoy teniendo mi espacio, donde no tengo a mi padre tras de mi para decirme que hacer o que decir. Llega la hora de la cena y pongo en practica todo lo que alguna vez me enseño mi nana, la única figura femenina que he tenido y recuerdo. Al finalizar, preparo la mesa y me siento frente al delicioso plato de spaguetti —Ojalá y este tan delicioso como huele — Enrollo un poco en mi tenedor y lo engullo con alegría. — bueno… podría haber sido peor. — termino de comer y junto todo para luego lavar lo utilizado. Aun me falta experiencia en la cocina, tendría que optar por ver algún video en YouTube, vendito sea el internet, desde ahí podes aprender hasta a desactivar una bomba… bueno, exagero un poco, pero si podes aprender a cocinar y eso para mi basta. Luego de tener todo ordenado me doy una ducha ligera y me voy a dormir. […] La semana se me pasa en un abrir y cerrar de ojos y admito que me acostumbre demasiado rápido al ambiente de mi nuevo trabajo, José es una gran compañía y afortunadamente me ayuda cuando un cliente intenta propasarse. No defendiéndome, más bien tranquilizándome para que no le parta una botella de vidrio en la cabeza por desubicados e irrespetuosos. —¡Buen día! — ingreso a la cocina donde se encuentra Mónica y José. —Buen día, veo que alguien vino de muy buen humor. —No, solo que hoy se cumple mi primera semana y me alegro saber que sobreviví —Bueno, con tu torpeza realmente es un milagro que sigas entera — se burla José y no puedo quejarme porque tiene razón, realmente soy muy torpe con algunas cosas. Hoy fue un día bastante ajetreado, el local estuvo atestado de gente y por fin cuando tenemos un minuto de respiro me tomo cinco minutos de descanso y tomo mi teléfono que estuvo vibrando en el bolsillo de mi pantalón desde hace rato. Cinco llamadas perdidas de un numero desconocido figuran en la pantalla, estoy por devolver la llamada cuando Mónica me pide que atienda a los clientes que acaban de llegar ya que José Salió a comprar algo que ella le pidió. Acomodo mi ropa, guardo mi teléfono y me dirijo a la mesa que los nuevos clientes ocupan. —Buenas tar… — mi saludo cordial quedo en la nada cuando observo que los dichosos clientes son nada mas ni nada menos que mi padre con la que dice llamarse mi hermana y el imbécil que jugo con mi corazón. —Oh vaya — dice burlándose Maite — mira a quien tenemos aquí, trabajando de mesera. —Maite — la regaña Alonzo mientras mi padre no me observa, solo lee su teléfono. —¿Qué puedo servirles? —Un café descafeinado y galletas bajas en gluten — dice la odiosa de mi hermana —Un café americano —Y un café n***o sin azúcar — dice fríamente mi padre. —Y que sea rápido — inhalo profundo y guardo cada una de mis palabras que no son para nada gentiles y me dirijo a la cocina, preparo lo que me pidieron para quince minutos después estar llevándoselo a la mesa. No me quedo mas de lo necesario, dejo el pedido a cada uno y me marcho, o eso intento cuando la mano de mi padre me sostiene el brazo deteniendo mi huida. —¿Podemos hablar? —Lo siento, estoy trabajando. —¿A esto le llamas trabajo? ¿Realmente estúdiate en una de las mejores universidades para terminar siendo una simple camarera? —Estudie para trabajar y ser una persona independiente, pero tú te empeñas en cruzarte en mi camino y tratas de imponerme tu voluntad. Ser camarera no es un trabajo deshonrado, en cambio sabotear a tu hija para acorralarla si lo es. —Eres tan desagradecida. Todo te lo di ¿y me pagas así? Pues será hora de que me empiece a cobrar. —¿De qué hablas ahora papá? —Simple. O vuelves a tu casa y te casa o esté café ira a parar al fango junto a los dueños y empleados. Así que decide, matrimonio o la gente que trabaja aquí quedara en a calle por tu culpa. —No… no te atreverías. —El que avisa no traiciona cariño— se acerca y deja un beso en mi frente, no reacciono, solo me quedo parada en medio del local observando como mi padre se sienta junto a mi hermana y por dentro voy derrumbándome cada vez un poco más. Vuelvo a la cocina y Mónica me espera con un café n***o y una porción de pastel de chocolate, me sonríe y me hace señas para que me siente, José entra minutos después uniéndose a nosotras y en mi cabeza no deja de rondar la amenaza de mi padre. ¿Qué tanto esta dispuesto a hacer para que acepte ese maldito matrimonio? Se que siempre cumple con sus promesas y eso es lo que reamente me preocupa, respiro profundo y observo a Mónica, tengo tanto que agradecerle, esta semana que paso me ha acobijado y tratado como si fuese su hija y José, que decir de mi compañero, un tanto tímido y demasiado alegre y amistoso, lo sé, algo contradictorio, pero así es él. —¿Qué ocurre niña? — me pregunta Mónica mientras engulle su pastel — estas muy callada y eso es raro en ti — se burla de mí. —Yo… creo que tengo que renunciar. —¿Crees? Cariño, trabajas muy bien, eres un poco explosiva a veces, pero… —Si no renuncio, mi padre hará lo que sea para hundir el local y a ustedes con él, yo… no puedo permitir eso. —¿Cómo podría hacerlo? Tengo todo en regla y por suerte tenemos suficientes clientes frecuentes que siempre nos elijen y… —Mi padre tiene bastante influencia y si quiere derribarnos, créeme, lo hará. —Pero… — habla José, pero lo interrumpo. —Les agradezco que me hayan dado la oportunidad de conocerlos, pero no voy a hundirlos solo porque mi padre quiere casarme con… — suspiro frustrada y me calmo — gracias de verdad. — me pongo de pie, busco la libreta para atender a los nuevos clientes, pero antes de salir de la cocina volteo — hoy será mi último día. El resto de mi jornada lo hago desanimada, al parecer tendré que rendirme ante las exigencias de mi padre y odio que sea así. Desde niña siempre he soñado con ser el tipo de chica que no necesita de nada y de nadie, desde que mi hermana me conto que nuestra madre no murió y se fue abandonándonos por otro hombre, decidí esforzarme para no ser ese tipo de mujer, jamás creí en los cuentos de hadas, ni en los príncipes azules, hasta que el idiota que hoy lleva el titulo de mi cuñado me enamoro ¿y para qué? Para jugar conmigo como mi madre jugo con mi padre, creo que esa fue la razón por la que siempre fui sumisa ante los pedidos de mi padre, creía que era la encargada de llenar el vacío que dejo mi madre sin saber que yo era ajena a ese tema, yo no fui la culpable de que ella nos abandonara y tarde lo entendí, cuando mi padre creía tener el control absoluto en mí. Sumida en mis pensamientos, termino de limpiar lo que resta del local para terminar mi último día trabajando en esta pequeña cafetería, cosa que me entristece, realmente me encariñe con José y Mónica —No entiendo porque tienes que ceder a las peticiones de tu padre — dice molesto José mientras tomo mis cosas — espero no dejes de pasar de vez en cuando por aquí —No te preocupes, pasaré por un delicioso café y mi pastel favorito casi a diario —Pasa mañana por tu paga — comenta Mónica, le sonrió y finamente me voy Camino a casa, voy frustrada y tengo tantas ganas de golpear algo que pateo una lata que hay en el suelo logrando que se eleve y golpee a alguien que esta apoyado sobre su coche, instantáneamente la frustración es sustituida por la vergüenza y tapo mi boca con ambas manos para que no se escape la carcajada que lucha por salir. —Auch — se queja el tipo mientras se soba la frente. — que buena surda —Lo siento, no fue mi intención, yo… —No te preocupes — me sonríe y lo recuerdo, es el tipo de la cafetería. — ¿Te conozco de algún lado? —Ammm si, trabajo… trabajaba en la cafetería de aquí a la vuelta —Oh si, claro. — me regala otra sonrisa dejándome tonta — ¿trabajabas? ¿te despidieron? — pregunta curioso —¿Eh? Ah, sí. Digo no, no me despidieron tuve que renunciar, en fin. Lamento haberte golpeado. Que tenga buena noche. —Igualmente — observo que toma su teléfono mientras yo sigo mi camino. […] La mañana siguiente, me despierto por la alarma que olvide desactivar ya que no tenia trabajo, por ende, tampoco horario para cumplir. Desactivo la alarma y me vuelvo a cubrir con las sabanas hasta la cabeza para seguir durmiendo por unas horas más, o esa era mi idea hasta que el teléfono vuelve a sonar con una llamada entrante. Numero desconocido, rechazo la llamada, pero una vez más suena. —¿Hola? — contesto con la voz ronca —Buenos días ¿hablo con la señorita Lombardo? —Así es ¿Quién habla? —Señorita Lombardo, te hablo de Santorini Corp. He estado observando su hoja de vida que envió para el puesto de asistente del director general, me gustaría poder concertar una cita para… —Lo siento, yo no he enviado nada, se habrá equivocado. —¿Hablo con Mia Lombardo Mendoza? —Si, pero… —Tengo su currículo en mi mano, si usted no lo envió, alguien lo ha hecho y si está disponible y quiere una entrevista puede pasar hoy después del almuerzo, el señor Darío Marini la atenderá — me desconcierta la forma en la que insiste, dado que es una empresa muy importante que abarca gran parte de Italia y aunque mi currículo es excelente, una empresa tan prestigiosa como lo es esta jamás le rogaria a nadie por que sea su empleado… — ¿Entonces la espero después del almuerzo? — insiste, dejo de divagas y contesto —S.si, ahí estaré, me dice bien la dirección por favor. — anoto en un papel y cuelgo la llamada, me quedo pensando unos segundos que fue lo que acababa de ocurrir, pero sin darle más vuelta al asunto me pongo de pie, el día comienza a mejorar. Preparo un desayuno ligero y me doy un baño bastante largo, a la hora del almuerzo como las sobras de ayer y voy directo a mi habitación a prepararme, busco mi amada falda tubo con una camisa blanca y me maquillo con tonos naturales, me pongo uno que otro accesorio y mi perfume favorito, una vez lista llamo un taxi y doy la dirección. Luego de cortar la llamada, busque en Google la dirección de la empresa, porque precavida vale por dos, y al cerciorarme que la dirección que me dio la mujer al teléfono era correcta suspire tranquila, hoy en día no se puede confiar en las llamadas de desconocidos. Luego de casi 40 minutos, por fin llego a la empresa y aunque he nacido rodeada de lujos, este edificio grita a todo pulmón lujo, una de las razones por las que acepte venir, es que es una empresa tan importante en el país y sobre todo mas que la de mi padre, por lo que, si consigo el trabajo, no podrá sabotearme. Entro en la recepción y me atiende una joven bastante simpática —Buenas tardes ¿en qué puedo ayudarla? —Buenas tardes, tengo una entrevista con — observo el papel donde tengo anotado el nombre — el señor Marini. —Déjeme que consulte — toma el teléfono y habla por él, unos segundos después me entrega un gafete con la palabra clara de ¨visitante¨ y me indica por donde ir. Agradezco y voy directo a la caja metálica que me espera, lo único que odio de que sea uno de los edificios más altos de Milán es que tengo que usar ascensor y eso no ayuda a mis pequeñas crisis de claustrofobia. Luego de un eterno y horrible viaje en ascenso al piso 10 por fin llego, hablo con la mujer que se encuentra sentada frente al escritorio muy concentrada en lo suyo que no nota mi presencia. —Hola — hablo logrando que se exalte y tire el lapicero al piso — lo siento, no fue mi intención. —No te preocupes, estaba muy concentrada — me regala una sonrisa amigable — ¿En que puedo ayudarte? — pregunta mientras recoge los lápices y marcadores del suelo —Tengo una entrevista con el señor Marini —Ah si, acompáñeme — me dirige por un pasillo hasta una puerta donde claramente dice ¨vicepresidente Marini, Darío. ¨ golpea la puerta y cuando tiene el permiso del otro lado, abre y entra — señor, la señorita tenia una entrevista agendada. —Adelante — dice sin levantar su vista de los papeles que tiene en mano, la mujer que me acompaño se despide y sale cerrando la puerta — tome asiento — dice levantando la mirada y tanto él como yo nos quedamos sorprendidos. — Hola ¿Vienes a ver si la herida que dejaste anoche en mi frente es grave? — dice en un intento malo de chiste a lo que sonrió. —No, de hecho, tengo una entrevista… y realmente lamento lo ocurrido ayer. —No te preocupes, estoy bien — me sonríe — bueno, que pequeño es el mundo.
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