Antes de que pudiéramos dar demasiados pasos, escuchamos la voz de mi padre a nuestras espaldas. —Esperen, voy con ustedes —dijo papá—. Adiós, mis amores —se despidió, de mi madre dándole un beso en los labios y uno en la frente a mi hermana. En todo el camino, mi padre felicitó a Emma (lo que me hizo bufar) y me recordó que ambos debíamos actuar como una pareja real y si era necesario, demostrarlo con hechos. Esto ya era demasiado incómodo. Mi padre también había dicho que cuando Emma fuera a subir al auto o a bajar de él, debía ser yo quien le abriera la puerta. Así que justo eso fue lo que hice apenas aparqué frente al edificio de la empresa; rodee el auto y abrí la puerta para que ella bajara. Mi padre asintió con aprobación, bajando de su lado. Pero ni bien volteamos para entr