Capítulo 8

3579 Words
A pesar de que en cuanto Edward lo saludó le dijo que lo necesitaba para que trabajara en su empresa, Carlos realmente estaba agradecido por estas vacaciones; las había necesitado para descansar, recargar las baterías y para despejarse. El trabajo que tenía ahora no era nada en comparación con la universidad, y entre otras cosas, pudo poner en práctica algunas cosas que había aprendido. Además, este tiempo aquí de nuevo le estaba sirviendo para comprender que su mejor descanso lo conseguía siempre que Alice estuviera muy cerca de él. Carlos tenía muchas dudas con respecto a decirle algo a Alice y siempre se preguntaba. Si ¿Debía decirle lo que sentía por ella? ¿ Debía confesarse? . Tal vez ella lo rechazaría, las cosas quedarían claras entre los dos y él no tendría esperanza ninguna para seguir amándola. Pero pensarlo y hacerlo eran dos cosas muy diferentes. Además, ella nunca le dio pie como para iniciar una conversación de este tipo. Los días se fueron pasando demasiado rápido para su gusto. Tal vez fue bueno que Edward le hiciera trabajar aun en vacaciones. Estar todo el día en casa con Alice habría sido terrible para él, y además, Emma se estaba volviendo cada vez más audaz con sus avances, por conquistarlo y así era mejor estar lejos de la casa y por supuesto de Alice Una tarde regresó y aún había sol. Frente al lago, las cuatro muchachas habían montado una especie de campamento con fogata todo. Cuando lo vio Helen lo llamó para que se les uniera. Sonriendo, se acercó. —Siéntate. Le pidió Helen y él lo hizo entre Sophia y ella, dándose cuenta de que Emma le sonreía ampliamente y Alice apenas si lo volteaba a ver. —Estamos jugando el juego de la botella con penitencia. Sonrió Emma y Carlos notó que sostenía contra el suelo una botella de cristal— ¿ Ya sabes cómo es, a quienes apunte la botella deben participar ?. Al que le apunte la cabeza de la botella, se le hace una asigna un reto o una pregunta y si no la responde o no hace se le coloca una penitencia o un castigo por no querer hacerlo. ?. —En realidad… —empezó a decir él, un poco reacio a que le asignarán algo y no querer hacerlo y le pongan un castigo, pero todas le insistieron y no tuvo más alternativa que quedarse. Lamentablemente, no había otro hombre cerca para jugar, así que esto sería una especie de todos contra uno. El juego empezó, y Carlos se dio cuenta de que algunas preguntas eran un poco subidas de tono. A Emma le preguntaron con cuántos hombres había estado y ella no quiso contestar y su castigo fue beberse una cerveza de una vez . A Sofphia le preguntaron si ya había hecho el amor con su novio y ella sonrojada, había contestado que sí. Sin embargo, notó Carlos que los castigos eran peores, ya en un par de ocasiones las chicas habían tenido que darse besos entre ellas o quitarse ropa, o bailar danzas demasiado sexys o ridículas. Lo que sus compañeros de universidad habrían dado por estar aquí con él. Hasta que en una ocasión le tocó a él. Emma era su verdugo, y él se dio una palmada en la frente de su sexo. Helen aplaudía riendo. Las peores preguntas o retos hasta el momento los había impuesto ella. En ese momento Sophia giró la botella apuntando hacia Carlos. Enseguida Emma le dijo —Te voy a ser una pregunta —¿ Y si no quiero contestar ?Pregunto Carlos. —Tienes un castigo. Le contestó Emma —¿ Y cuál sería el castigo ? —Si no cumples con lo asignado, tienes que quitarte los pantalones. Carlos rió a carcajadas. —Dime, pues ¿ Pregunta de una buena vez? —Muy bien. Excelente. Contesta: te gusta Alice? —¿Qué? —¿Que si te gusta Alice?. —¿ Por qué preguntas eso? —Si no quieres contestar, tendrás que quitarte los pantalones. —¿Estan locas ? —Eso sería colirio para los ojos. —Esta bien voy a responder —¿ Te gusta Alice si o no ?. Pregunto nuevamente Emma. —Claro que me gusta, Alice es una mujer muy bella, inteligente, el hombre que diga que no le gusta es un estupido. —No, estoy conforme con esa respuesta. Enseguida Alice tomó la botella y la hizo girar de nuevo. Ahora el pico apuntaba a Emma y enseguida gritó Helen dijo: —Yo, pongo el reto. —Que no sea difícil. Dijo Emma —Que beses a Carlos. —Siiiiii. Dijo Emma, se levantó corriendo, hasta donde se encontraba Carlos, lo atrapó entre sus brazos y le plantó tremendo beso apretandose a su cuerpo que no hallaba cómo despegarse de ella, para luego todos caer en risas. Cuando ya él juego se había acabado, cada quien se retiro a sus habitaciones eso pensaba Carlos, que fue atacado en la cocina, por Emma, cuando fue por un vaso con leche. Emma estába rescostada en la simera con los brazos cruzados mirándolo fijamente. —Hola, ya las hacía durmiendo a todas. —No, tengo sueño. —Tomate, un vaso de leche. —Quiero, que me contestes algo. —¿ Pregunta a ver si me la sé ? —¿ Te gusta Alice ? —Ya éso lo respondí, cuando estábamos jugando. —Pero a ti te gusta ella, soy su mejor amiga y tu no tienes oportunidad con Alice. Carlos le dió un sorbo a su vaso con leche y se le quedó mirando. —¿ Que pretendes con esta conversación ? —Tu, me gustas muchísimo y conociendola cómo la conozco, tú no tienes ni la más mínima oportunidad con ella. Carlos quedó en silencio, tenía la mirada fija en el vaso que tenía en su mano. Y ella siguió diciendo,—No te estoy diciendo esto por maldad, no quiero que te hagas ilusiones con ella y al contrario tú me gustas mucho, me gusta de verdad. Poco a poco Emma se fue acercando y le quitó el vaso que tenía en sus manos para colocarlo en la encimera. Lo único que Carlos pensaba en ese momento era Alice, en el dolor que le causaba las palabras de Emma, se preguntaba. ¿ Por qué estába tan segura ? ¿ Será que Alice le ha comentado algo sobre él ? Emma se le acercó y colocó ambas manos sobre su pecho y le susurro. —Yo podría amarte, cómo tú te lo mereces por el tiempo que tú quieras. Diciendo esto acercó sus labios a los de él, al principio fue un beso inocente, pero ella siempre había anhelado besarlo y ahora que lo tenía tan cerca no pensaba dejarlo escapar. Sacó su lengua y se la pasó por los labios, pasando sus brazos por el cuello, ella quizo volver a besarlo pero Carlos le tomó por los brazos y la separó de él. Ella entendió que él no quería nada con ella, pero ella sí quería, lo volvió a rodear con sus brazos y empezó a besarlo por el cuello y a pasarle esa lengua juguetona, ella sintió que se puso tenso, la volvió a tomar por los brazos para alejarla de él y cuando se dispuso salír de la cocina aterrado ahí estaba Alice parada en la puerta. —Saben lo que hubiese pasado, ¿ si los hubiese encontrado mi papá ?. Caminando hasta una vitrina para sacar un vaso. —Disculpa, debimos ser un poco más discretos. Recostandose sobre Carlos. Mariana abrió la nevera, sirviendose un vaso de agua fría. Carlos aprovechó le dió un empujón suavemente a Emma y salió de la cocina, diciendo —Buenas noches. Mientras Mariana se tomaba su vaso de agua. —¿ No piensas, hacer nada?. Pregunto Emma. —¿ Hacer qué ? —Unos minutos más y le hacemos el amor y ¿ Tu no piensas hacer nada para evitarlo? —Carlos es un hombre. Respondió Mariana un poco tranquila, pero cerró la puerta de la nevera un poco brusca. —Carlos, me gusta demasiado desde hace mucho tiempo. Y he esperado tener una oportunidad, pero siempre he respetado que tú y él...... —El y yo nada. Ya me tienes aburrida, siempre con lo mismo. Dijo Mariana y salió de la cocina, dejando a Emma con la palabra en la boca. Carlos, paso una noche terrible, sin poder dormir, las palabras de Emma retumbaban en su cabeza como un tambor. ¿ De verdad Mariana nunca le correspondería ? ¿ Porque tanta indiferencia , será por qué él era pobre, aún que ella nunca lo a despreciado por eso?. Faltando poco para el final del verano, recibió una llamada de su amigo Smith, que le informó que estaba en la ciudad. Acordaron verse de inmediato en un bar, charlar y tomar algo. Smith era de los pocos hijos de ricos que le caía bien, pues por lo general, lo que decía iba acorde con lo que hacía y pensaba. Cuando se vieron, se abrazaron el uno al otro, y Smith insistió en invitarlo a unos tragos. —¿ Qué haces por aquí?. Le preguntó Carlos. Smith sonrió. —Vine con papá. Él está en New York haciendo una especie de gira por los hoteles en este lado del país, así que, ya que estaba muy cerca, quise venir y verte. —Nos vamos a ver bastante ahora que regresemos a la universidad. —Sí, es sólo que me extrañó que no te quedaras haciendo algún curso o diplomado. Casi nunca estás sin hacer nada. —Bueno, digamos que mi benefactor así lo exigió. —Eduardo San Clemente. Parece bastante imponente. —En lo que se refiere a mí si lo es y a veces tiene órdenes absurdas —Como por ejemplo, lo de la carrera de Richard. Carlos sonrió de medio lado. Smith sabía la verdad, no había sido capaz de ocultársela cuando se dio cuenta de que siempre tenía el doble de trabajo en todo, y él había sido un buen amigo y lo había reñido por eso. Pero también le había guardado el secreto. —No, Eduardo no me pidió eso. Él sólo me pidió que lo ayudara a entrar, pero que hice un trato con Richard y estoy obligado a ello si quiero tener dónde trabajar cuando me gradúe. —¿ Cuando te gradúes?. Dijo Smith—, habrá gente haciendo cola pidiendo que trabajes para ellos. Te lo he dicho, yo mismo podría contratarte. ¡ Eres bueno! —Gracias… –se quedó en silencio cuando vio algo que le llamó la atención al fondo del salón. Era nadie menos que Mariana San Clemente. Sonrió como siempre que la veía, pero entonces se quedó un poco confundido. Ella no estaba sola. Había un hombre, cuyas facciones no pudo ver claramente a causa de la luz tenue del lugar, muy cerca a ella y que le susurraba cosas al oído. Sin poder evitarlo, se puso en pie. La cabeza le iba gritando que se quedara sentado, que nada tenía que ir a buscar allí. Pero el corazón le reclamaba que fuera y se pusiera delante de ella y de ese hombre, y le mostrara a ella su cara. Hizo caso a su corazón, pues gritaba más fuerte, y Smith extrañado, se puso en pie también y lo siguió. —¿ Mariana ?. Saludo él. Ella se había puesto en pie en ademán de salir, y notó que el hombre también. Lo miró un poco sorprendida, pero luego sonrió como si nada. —Hola, Carlos. Nunca me me hubiese imaginado encontrarte que aquí. Ah, estás con un amigo sonrió ella mirando a Smith. —¿ Quién es tu amigo, Mariana?. Preguntó el hombre, y ella, con movimientos un poco torpes, lo presentó. —Es alguien de mi familia. Es… . Carlos la vio respirar profundo. Ella estaba un poco agitada, y eso lo confundió un poco. —El es Carlos es como mi primito, o mi hermanito. Aunque es mayor que yo. Carlos arrugó su entrecejo.¿ Como un primito? , eso había dolido, bastante escuchar algo así. —Bueno, pero no te vas a quedar charlando con tu primito, ¿ O que ?. Tú y yo tenemos cosas que hacer. —Sí, vamonos. Dijo Mariana mirando a Carlos a los ojos como suplicando una disculpa. —¿ Estás bien?. Pregunto Carlos—. ¿ Estás aquí por tu voluntad? —Claro que sí, estúpido. Reclamo el hombre, y Mariana se echó a reír. —Estoy súper bien. Él es un amigo, lo conozco desde Italia. —Pero tú… —Por favor . Le rogó ella cuando él hizo además de tomarle el brazo. Se alejó un paso y puso una mano en la cintura del hombre que estaba a su lado —. Siempre te preocupas demasiado por mí, pero esta noche no es necesario. Jhon es un amigo, estoy a salvo con él. Luego miró al tal Jhon y le preguntó—¿ Vamos?. Carlos se le mirando mientras se alejaba sin poder aceptar lo que estaban viendo sus ojos. Esto tenía que ser una especie de pesadilla. No podía creer que Mariana, estuviera saliendo del bar con un sujeto extraño. Se quedó allí, de pie, viéndola alejarse abrazada a ese hombre sintiendo un dolor agudo en todo su cuerpo y en el alma también. ¿ Por qué no había podido él evitar que ella se fuera con otro? ¿ Por qué ella no se daba cuenta de sus sentimientos ? ¿ Cómo podía Mariana no darse cuenta el dolor tan terrible que le estaba causando? Y luego se rió de sí mismo recordando las palabras de Emma. Si ella se enteraba de lo que él sentía por ella, si él se confesaba, sólo sería rechazado. La situación sólo podía ser distinta si ella sintiese lo mismo por él, y estaba más que visto que eso no era así. Así como él no había podido estar con ninguna mujer a pesar de que muchas se le habían ofrecido, se suponía que ella no podría estar tampoco con ningún hombre. Y ahora sí que se sintió patético. ¿ Para quién estaba guardando su primera vez? La única mujer que él deseaba en el mundo iba rumbo a un hotel, o a un apartamento de soltero, para estar con un hombre. Cómo, dolía pensar en eso. —¿ Carlos estás bien? Le preguntó Smith. Carlos apenas si lo escuchó, y tuvo el impulso de ir tras Mariana e impedir que se fuera con ese hombre, pero la voz de ella llamándolo “primito” lo detuvo. Y era la segunda vez que pasaba esto delante de sus narices. Era la segunda vez que Mariana prefería a otro por encima de él. ¿ Hasta cuándo la iba a amar tanto?. Tenía razón su madre cuando le dijo que el amor no era una emoción, sino un ser vivo. Bueno, ahora tenía a ese ser vivo frente el monstruo de los celos , más su sentido común, que se preciaba de ser fuerte. Ese amor debía morir, como fuera… Un clavo saca otro clavo, decían… Miró en derredor, y se dio cuenta de que una rubia lo observaba y le hacía miradas llamativas. Tal vez era una buena noche para empezar la vida. Carlos Juárez, regresó a la mansión sólo para recoger sus cosas, y se prometió a sí mismo no volver a esta casa nunca más. En cuanto se graduara, se iría a otro lugar. No podía seguir en un sitio donde cada pared, cada mueble y cada cuadro le recordaran a su verdugo. A Eduardo simplemente lo llamó disculpándose por dejarle el trabajo tirado, inventó una excusa y tomó su vuelo de vuelta a Boston el mismo día. No vio a Mariana para nada. Mejor. Se sentía triste, herido, decepcionado. Al regresar a Boston, y a las clases, todos observaron a un Carlos muy diferente al que solía ser. Había cambiado su manera de vestir, de llevar el cabello; ahora tenía la frente despejada y lucía ropa de excelente calidad, y sonreía más, asistía más a las reuniones y fiestas, y descubrieron que era, además, un tigre seduciendo mujeres. Las prefería rubias. De a una o de a dos, pero siempre rubias. Las morenas parecían producirle alergias, así que las fiestas que luego él mismo empezó a dar en el apartamento estaban llenas de rubias. Si eres rubia y guapa, tendrás el trago gratis, ese era su lema, y pronto se fue haciendo mucho más popular de lo que alguna vez soñó. Smith estaba sorprendido. No tenía ni idea de por qué él se estaba comportando así ahora, pero se imaginó que tenía que ver con la mujer que habían visto en ese bar. ¿ Verla con otro lo había puesto así? Esperaría él a tocar fondo para despertar? —¿ Qué te está pasando?. Le gritó Richard en una ocasión. Había tenido que hablar con uno de sus profesores, pues su trabajo se había retrasado, y no veía a Carlos con ánimo de hacerlo. —¿ Te vas a tirar mi vida universitaria? ¿ Es que ya no te importa el trato que hicimos?. Carlos lo miró demostrando el aburrimiento que le producían sus reclamos. Además, tenía un poco de resaca —¿ Esto no puede seguir así, tienes que reaccionar? —¿ Qué vas a hacer?. Pregunto Carlos con voz perezosa—. ¿Llamar a tu padre y decirle que no te estoy haciendo las tareas? No me hagas reír. Richard apretó los dientes. No, no podía llamar a su padre y decirle tal cosa, pero había alguien que sí le pondría los puntos sobre las íes, y que él no podría ignorar. Llamó a Mariana. Eran las dos de la mañana cuando su teléfono móvil timbró, al ver que era su hermano, lo ignoró. Pero el teléfono volvió a timbrar. Sabiendo cómo de insistente podía ser su hermano, se sentó y contestó la llamada. —Espero que sea algo muy importante o por el contrario te colgaré de donde ya sabes la próxima vez que te vea. —No te molestaría si no fuera de vida o muerte. Tienes que ayudarme. Mariana quiso echarse a reír, pero tenía demasiado sueño y estaba demasiado molesta por haber sido despertada tan bruscamente—. Tienes que venir a Boston inmediatamente. —Sí, espera, ya estoy comprando el tiquete. Bromeó Mariana. —Es en serio, ¡Carlos!. Se trata de Carlos está muy mal. Esas palabras hicieron que el sueño se le espantará. —¿ Que rayos pasa con Carlos? —¡Se ha vuelto completamente loco! Dijo Richard—. No me hace caso, no le hace caso a nadie! Alguien tiene que venir a ayudarlo, y no se me ocurrió llamar a más nadie, sólo tu me puedes ayudar. —¿ Cómo que se ha vuelto loco? ¿ De qué hablas? —Ya no estudia, está faltando mucho a clases. Parece que no le importara otra cosa más que las fiestas y las mujeres. —! Que estupidez tan grande !. Dijo Mariana volviendo a tirar en su cama. —Sabía que me llamabas sólo para tomarme el pelo. —Pero es verdad! Te lo juro por mamá! . Mariana guardó silencio. En el universo de Richard su mamá era lo más sagrado de lo sagrado. Con su nombre no se jugaba. Pero entonces, eso la preocupó aún más. —Estamos hablando del mismo¿ Carlos? ¿ Carlos Juárez? —¡El mismísimo!. Que viste y calza. Sólo tú puedes ponerle el alto, estoy seguro de que a ti sí te escuchará antes de que algo grave suceda. —Es que no me parece el mismo Carlos es… diferente, él jamás depondría sus estudios por la diversión, sé cuán importante es para él hacerse profesional… —Pues cualquiera que fuera su motivación, se le olvidó, o murió, o dejó de ser. A ti te escuchará, así que por favor ven y sálvalo. Mariana cerró sus ojos. —No creo que este muy interesado en escucharme. —Nunca quise decirte esto, porque no me importaba –siguió Richard, dispuesto a todo con tal de convencerla—, pero él siempre ha estado enamorado de ti. Mariana se llevó una mano a la frente y cerró sus ojos con fuerza —Si tú vienes y él te ve aquí, tal vez entre en razón. Un hombre no puede ignorar de verdad a la mujer que ama. Ven, Mariana, por favor ayúdalo. Mariana miró en derredor la oscuridad de su habitación. Los ojos se le habían humedecido sólo de imaginarse las razones que Carlos tenía para hacer esto. —Está bien. No te garantizo nada, pero iré a hablar con él. —Gracias, hermana. —Y no me volverás a pedir favores en lo que te reste de vida. —Lo que quieras. Si logras hacer que entre en razón, no lo necesitaré. Mariana cortó la llamada y apretó su teléfono contra su pecho deseando llorar. —Carlos, Carlos… —susurró— ¿Qué te estás haciendo? ¿ Qué te estoy haciendo? . Sin perder tiempo, tomó su pequeño portátil y entró a internet para comprar los tiquetes que la llevarían a Boston ese mismo día. Afortunadamente, era fin de semana, así que no tendría que excusarse en la escuela de Artes.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD