SIN COMPROMISO

3284 Words
Ha pasado un mes de la muerte de Diego, no he llorado por él como pensé que haría. Bueno, él era joven y todavía le faltaba un montón de experiencias por vivir. Sin embargo, lo que me mantiene, por decirlo de alguna manera, tranquila, es el hecho de que lo que se propuso lo vivió. Incluso logro tener una novia, que al final lo quiso más de lo planeado. El balón de futbol viene hacia mí, por lo que me agacho y lo dejo pasar por arriba de mí. —¡Bolita! —me grita Fernando. Estoy sentada en las gradas de las canchas de futbol del parque cercano a la casa de Fernando. Es domingo y hemos quedado con él para pasar la mañana, los chicos jugando al futbol y las chicas Abigail y yo, mirándolos creerse Messi. —Cuando terminen, estarán hambrientos. —Y sudorosos. Y tendrás que soportar los besos y abrazos de Diego —la bromeo. —¡Eres una tonta! —me dice con el ceño fruncido. Cuando el marcador queda 7-0, los chicos se dan por satisfechos. Sí, satisfechos de no querer perder con por una mayor diferencia. —¡Son unos personalistas! —se queja Fernanda—. ¿Por qué no me hacían pases? —¿Porque íbamos a anotar? —Pero, yo estaba más cerca. —¡Cálmate, Fernando! Un gol no haría la diferencia. —No, pero era el de la honra. Me rio, Fernando se sienta a mi lado, me abraza y me da un beso en la mejilla. —¿Qué haces estás sudando? —le digo limpiándome la mejilla. —Las chicas de la banca de aquel lado, vienen hacia acá y no tengo la intención de escuchar sus coqueteos. —Siempre puedes decir que eres gay. —Eso a veces no las detiene. Además, si finjo ser tu novio a Luis no le quedará otro remedio que recibir él solo sus atenciones —murmura en mi oído. —¡Qué buen amigo eres! —Sí, bueno se ve tan solo y es tan amargado que un poco de dulzura femenina no le caería nada mal. Las chicas se acercan, son tres. Al ver a Fernando hablarme en el oído, van directamente a Luis, quien está de espaldas a ella, bebiendo agua como si acabade de llegar de un paseo por el desierto. —Hola, ¿disculpa? —la chica más bonita, de esas chicas que son rubias y de ojos azules, dientes blancos y sonrisa atractiva intenta llamar la atención de Luis. Él se gira y la mira, fue gracioso ver su rostro de asombro, realmente no esperaba llamar la atención y menos de una chica tan guapa. —¡Ho… ho… hola! —tartamudea.  Fernando y yo reímos. —Hola, me llamo Sandra y bueno me preguntaba si te gustaría salir a tomar un café esta tarde. Por supuesto si no tienes novia. —¡No! —Medio grita—. No tengo novia. Y sí me gustaría tomar un café. Mi nombre es Luis… Y entonces el chico ha dejado de lado el asombro y ambos comienzan a enfrascarse en una plática de reconocimiento. Mientras que las otras dos se entretienen en sus celulares, sacándose fotos y enviando mensajes. Cuando dejamos el parque para ir a casa de Fernando compramos lo que nos hace falta para que nos concine un delicioso desayuno. —Deberías ser chef —le digo. —¿Tu lo crees? —me pregunta mientras hace su magia con las cosas que tiene enfrente de él, descansando en la mesa. —Parece que te encanta y además tu comida es lo más delicioso que he probado en mi vida. —Gracias. Lo ayudo a preparar la mesa, los chicos están por fin se sientan, pero Luis se disculpa y se va a su casa para prepararse para su cita. Me mira mal cuando le deseo suerte. No entiendo ¿por qué? —Eres una insensible —me dice Fer. —¿Por qué? —Se muere por ti y tú le dices: ¡Suerte! ¿De verdad, Luis no te gusta nadita? —me pregunta Diego. Y no es que no me gustara, todo lo contrario. Me gustaba y mucho, pero me he grabado en la piel que no debo tocarlo. No quiero hacerle daño. —Es guapo, no lo niego. Pero nunca tendría algo con él. —Algo como ¿más que un beso? —mi hermana se burla. Por lo que le aviento mi servilleta. —Vamos, por salir con él no pasará nada —Fernando mal aconseja. —Sí, y ¿cuándo muera quién lo va a consolar? —le pregunto Fer. —Yo, por supuesto. Tal vez quede tan decepcionado del amor que se vuelva de mi bando —dice con una sonrisa soñadora. —¡Qué te escuche! Y no querrá volver andar en ropa interior frente a ti, sucio. —David ríe a carcajada limpia. —Yo creo —dice Abigail—, que eso no debería de importarte. La vida es una sola y si a él le tocó vivir un amor trágico, creo que preferiría vivir contigo lo más que pudiera que no hacerlo. —¡Vamos, chica, piénsalo! —David dice. Está claro para mí que solo quieren que Luis sea feliz, pero no se trata de algo pasajero. —Tal vez solo sea algo pasajero que se le quitará en cuanto se dé cuenta de lo mala novia que eres. —No. La chica es bonita y adecuada para él. Sin dramas en su vida, que sea feliz con ella. Y estoy sentada leyendo el libro de Drácula, uno de los muchos libros de Diego que su madre me donó. Dijo que eran demasiado oscuros para ella. Pero las palabras no se registran en mi cerebro, o mejor dicho su significado. Estoy pensando, imposiblemente, en Luis y su flamante cita. Por un momento se me pasa a la cabeza ir a su casa y espiarlo. Miro mi reloj son las siete, su cita, creo era a las ocho. Mi madre no llegaría hasta las once, porque por primera vez desde que mi padre murió ella ha ido a una fiesta de un compañero de trabajo. Mi hermana la había convencido de hacerlo. Así que ella dijo que llegaría pasada la medianoche. Abigail fue a una pijamada de sus amigas, si es que no se fue de pijama con Diego. Así que estoy sola sin testigos. Me levanto de un salto de la cama me pongo una sudadera con capucha, si me apresuraba podría alcanzar a Luis saliendo de su casa directo a su cita. Estoy de pie a unas casas de la de Luis, entre algunos carros, espiando su entrada. Pero él no parece salir o entrar, seguramente ya se había ido. Tenía dos opciones irme o quedarme y esperar. Me siento en la banqueta y como escudo el auto. Saco mi celular y tomo una fotografía de la puerta de la casa de Luis y se la mando a Esteban. «¿Recuerdas que te platiqué que Luis me espió en la cita que tuve con Diego?». «Hola, sí. ¿Qué paso?», Esteban responde casi al instante. «Le haré lo mismo, mira», le envió la foto. «No me digas, ¿Ha salido con Fernando?» comienzo a reírme a carcajadas. Y así pasan dos horas la batería de mi celular está por terminarse, Esteban y yo hemos estado hablando y mensajeándonos. Le he relatado y dado un informe de lo que he visto e incluso ha estado redactándolo. Ya que nos hemos inventado una historia, como cuando hacíamos cuando éramos pequeños y jugábamos. ¡Maldita sea! ¡Estábamos juagando! Un par de investigadores privados fracasados que investigábamos a un hombre que le era infiel a su esposa y… Estoy tan entretenida que no me doy cuenta de que hay una persona detrás de mi leyendo mis mensajes desde quien sabe hace cuanto tiempo. La batería de mi celular ya está por terminarse por lo que le hago a Esteban la última videollamada. —Hola, —le digo, Esteban se ha metido en su f*******: visto la lista de amigos recientes, la chica aparece de inmediato, por lo que corre a su muro, para saber en dónde están. Pero ella tampoco ha escrito nada. Él ha respondido, pero no me ha mirado, está tecleando en su computadora. Cuando sus ojos se apartan de la pantalla y se dirigen a mí, el abre los ojos enormemente y dice. —¡Hay alguien detrás de ti! Giro mi cabeza y ese alguien me arrebata el teléfono cortando la llamada. —¡Mierda! —grito, es Luis. No sabía si sentir alivio o angustia. —Son las once de la noche, ¿qué haces aquí espiándome? Debo decir qué él no está solo, la chica está con él. —No te estaba espiando. —Llevamos media hora aquí, escuchándote buscar información sobre nosotros. Mi celular comienza a sonar en su mano. Luis mira el identificador, sabe que él no papará y que incluso sería capaz de llamar a la policía. Responde. —Esteban, soy Luis. Tu caso de investigación, estoy hablando con Alondra; así que llámala más tarde. Posiblemente Esteban se quedó helado y sin habla igual que yo. Miro la chica ella está entre molesta, horrorizada y divertida. —¿Qué pensaría tu novio si se enterara de que espías a su mejor amigo? —me dice burlonamente. No respondo porque se ha dado cuenta de que también la estaba investigando a ella—. Podría denunciarte, ¿sabes? —Solo estaba jugando con mi mejor amigo. De acuerdo fue muy malo lo que hice y pido disculpas. —Bien sabía cuándo tenía que disculparme. —Ve a mi casa y espérame allí, Alondra. Sandra lo mira feo. —Llamaré a Fernando para que venga por su novia —la tranquiliza. Ruedo los ojos, me levanto y camino hasta su casa, cuando volteo para ver si ya se ha ido, él está de pie a lo lejos mirándome, no se irá hasta que toque el timbre y alguien salga. Para mi mala suerte es su madre. —Hola, señora. Vine a buscar a Luis. —Hola, Alondra. Él no está, salió a una cita. —Sí, sucede que ya lo he visto aquí afuera. Me pidió que lo esperara, mientras va a dejar a Sandra. —¡Oh! Está bien pasa, hermosa. —Su madre me ofrece café y galletas, en su lugar pido leche. Así es como terminé hablando con su madre de Luis, de las cosas que le gustan y le disgustan. De lo buen muchacho que es, y todo un deportista, con un gran futuro de por medio. Todo un joven brillante. Y aunque ella no es la primera madre a la que escucho hablar bien de su hijo, es diferente. Porque mientras la señora Martha, lo hacía para que supiera que su hijo era el mayor tesoro que pude haberme encontrado en mi vida, la señora Teresa, estaba diciéndome que me alejara de él. —¿Y para qué necesitabas a mi hijo? —discúlpame Alondra que interfiera, pero es que no es común que una chica venga a buscarlo casi a media noche. —Sí es que, mi madre no está en casa y tampoco mi hermana. Y bueno fui a la tienda y me dejé las llaves a dentro. Disculpe señora, pero Luis es la persona más cercana que tengo para refugiarme. —¡Oh! En ese momento, Luis llega y soy salvada por la campana. —Hola, mamá. —Hijo, ¿Cómo te fue con Sandy? Oh, ya era Sandy. Muerdo mi labio inferior. —Bien, quedamos en tener otra cita. Me maldigo, soy una idiota. —Luis, mi teléfono se quedó sin batería. ¿Podrías prestarme el tuyo para confirmar si ya hay alguien en mi casa? —Claro. Marco a Esteban. —¿Hola? —él no reconoce el número. —Esteban, primo que bien que has llegado. Voy a la casa, no salgas que no me traigo las llaves. Espera por favor. —Todo bien? —Sí, estoy en casa de Luis, su madre me acogió para no estar como perrito abandonado en las calles oscuras de la ciudad. —Está bien, entonces llámame en cuanto llegues a casa. —Sí, voy para allá. Corto la llamada, Luis está con cara de pocos amigos, pero la quita cuando su rostro mira hacia su madre. —Voy a llevarla, es casi media noche. —Claro, hijo. ¡Cuídate mucho Alondra! Espero, que el aire frio no te cause una recaída. Ya sabes que, como portadora del VIH… debes cuidarte más. Mis ojos se abren enormemente, su madre lo sabía. Miro a Luis, está mirando a su madre horrorizado. —Sí señora muchas gracias. Me doy la vuelta y salgo a toda prisa de la casa. Luis, sale detrás de mí, dando un portazo. Estoy caminando hacia el metro. —Espera, Alondra. Te llevo a tu casa. —No te preocupes por eso, Luis. No angusties a tu madre haciéndola creer que estás interesado en mí. Estamos uno frente al otro. —¿Por qué has venido? —Porque no tenía nada qué hacer y olvidé lo de tu cita, cuando estaba llegando aquí lo recordé. Luego Esteban me llamó y yo le llamé y… —vi tus mensajes. Déjame preguntarte de nuevo —claro los vio porque se quedó con mi celular para asegurarse de que no iba a irme sin él—. ¿Por qué has venido? —En mis mensajes dice para qué. —¿Por qué? —Pues porque quería desquitarme por haber arruinado mi cita con Diego. —No la arruiné y lo sabes. Solo hice el ridículo. —Te llevaré a tu casa. Me dice y toma mi muñeca para no dejarme ir por mi cuenta. Me arrastra hasta su coche, abre la puerta y me indica que entre. Lo hago muy a mi pesar. Tengo frio traigo puesto un short de mezclilla y bueno mis piernas tienen la piel de gallina. Cando entra al auto, se quita la chamarra y me la avienta a las piernas. Lo miro feo, pero no digo nada porque la chaqueta está calientita y es un alivio para mi piel. —Gracias —digo a regañadientes. No me responde, ni despega los ojos de enfrente. Maneja muy rápido. —¿No vas muy rápido? —me quejo. No me responde, solo tomo el cinturón de seguridad y me lo coloco. El camino estuvo lleno de silencio, un silencio aterrador, debo añadir. Estaba aterrada y avergonzada por mis actos. Cuando llegamos, él no se estaciona frente a mi casa sino a dos calles, en un callejón medio oscuro. Paso saliva. —No recuerdo haberme cambiado de casa. —¿Qué querías ganar con este, Alondra? —Ya te lo dije estaba jugando. —¿Juegas con mis sentimientos? ¿Te parece divertido hacerlo? —Oye! —Estoy intentando olvidarte y bueno pensé que todo iba bien hasta que te vi sentada en la banqueta mirando hacia mi casa. Mi corazón comenzó a latir fui fuerte y me di cuenta de que ninguna chica por muy guapa que sea no eres tú. ¡Maldita sea! —golpea el volante con las manos—. ¡Estoy perdidamente enamorado de ti, Alondra! —Lo siento. No puedo… —Sí puedes, pero no quieres darte la oportunidad. —Nunca podríamos tener nada enserio. —Pues nada enserio es mejor que nada. ¿Sabes? —No, que tal si Sandra es la chica de tu vida y… —Puede serlo, pero yo no quiero a la chica de mi vida, quiero a la chica que hace que mi corazón lata con fuerza y que me haga sentir vivo. Te quiero a ti. Y entonces él se me deja ir a los labios y me besa con pasion. De una manera en la que no hizo en aquella ocasión. Y me derrito. Mi corazón se derrite y también me siento viva. No de la manera en la que me hizo sentir Diego, es una manera muy distinta. Le sigo el beso, porque estoy cegada con su luz. —Luis —digo su nombre en un jadeo cuando ha dejado mis labios y ataca mi cuello. —Te quiero, te amo, alondra. Por favor, sé que tú también sientes lo mismo. No nos hagas perder el tiempo. No soy Esteban, no puedo ser simplemente tu amigo. No me conformo con ello. Me estoy volviendo loco. Por favor. Lo alejo. —Tu madre fue clara conmigo. —No me importa ella. Siempre hago lo que quiere, pero ¿qué hay de lo que quiero? —me dice. Entonces descubro que sus padres lo presionan de más. —¿No quieres se Atleta? Niega con la cabeza. —No quiero ser atleta, no quiero ser ingeniero, no quiero ir a estudiar al extranjero. Solo quiero no estar presionado todo el tiempo con mis estudios, mis entrenamientos, solo quiero estar contigo. —Luis. —Por favor, Alondra. Intentémoslo si no funciona… comprenderé. —No puedo. —Salgamos sin compromiso. —¿Qué? —Sin compromiso, tengamos citas. No estamos obligados a besarnos si no quieres. Solo sal conmigo. —Ya sales con una chica. —No significa nada para mí. —Para tu madre al parecer sí. —Que crea lo que quiera, entonces. —No juegues con ella. —No lo haré si nunca pasa de ser mi amiga. —¿Entonces, te gustaría salir conmigo mañana después de clases? —No. No, no puedo. —Tal vez Diego se tardó demasiado en decidirse en hacer esto o el otro. Tal vez en su último momento se arrepintió de no haberlo hecho antes. Lo miro con el ceño fruncido. —No seas cruel. —No lo soy, solo digo la verdad. Y yo no quiero arrepentirme por no haber aprovechado el tiempo contigo, perderlo con tonterías como si es correcto o no una relación con una chica con la que no pasaré de darle besos. Y de nuevo me toma entre sus brazos y me besa. Nunca me habían besado así, tan apasionadamente y tan enérgicamente. —Luis. —Haré que nunca te arrepientas, te lo prometo. Él acaricia mi rostro. Bajo de su coche cuarenta minutos después. Solo me ha dicho hasta mañana, pero no importa. Porque, aunque su rostro es serio, sus ojos cuentan otra historia. Brillan de emoción. Están llenos de alegría y amor. Al entrar a mi casa percibo que mi madre no ha llegado todavía. Me miro al espejo y me encuentro despeinada con los labios hinchados, no me mordió, pero me arden. Mis mejillas están sonrojadas. Antes de ir a la cama, llamo a Esteban. —Tardaste mucho, ¿por qué? —Luis se puso intenso. —Me imagino. —¿Todo bien? —No. —¿Qué paso? —No sé si debería decírtelo. —¡Mierda! —¿Qué significa eso? —Que cediste a sus encantos, que estoy molesto porque nunca fui suficiente para ti. —Esteban… —No, Alondra, nada de Esteban. Hablemos las cosas claras. Te amo, más de lo que te imaginas, pero sé que no soy lo que quieres y lo acepto. ¿Ok? Solo me da coraje… Eso es todo y es normal sentirme celoso. Listo ya me expresé. Ahora. ¿Eres su novia? —No, no quise. —¿Entonces?... —Vamos a salir sin compromisos. —¡Qué idiota! Alondra ese chico… —Esteban, es lo único que puedo ofrecer. 
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