Natural

3208 Words
Cuando Fernando llega con Luis y David, no estoy segura de que Esteban quiera subirse al coche. —¿Quieres que tomemos un taxi? —le pregunto a mi amigo. —¿Por qué? ¿Quieres hacerlo tú? —dice con una sonrisa inocente. Ruedo los ojos. —Es que no sé cómo te sientes conviviendo con él. —Alondra, no creo que Luis, no haya estado consciente de que me subiría a su auto si venía con nosotros a bailar. Después de todo, esta salida es porque Fernando cree que debo conocer lo divertida que es la ciudad de noche. —Ok —respondo insegura. Él podía decir eso, pero la cara de Luis decía otra cosa. —En todo caso, ¿para qué trae coche si no quiere llevarme? —Podemos usar la camioneta —insisto. —Y si el chico quiere llevar la fiesta en paz, con eso estamos siendo groseros. Pero cuando bajamos a recibirlos, Luis demuestra, de nuevo, su lado grosero e infantil. Está de pie recargado en su coche con Fernando y David a los lados. —¡Bueno, bueno! ¿Quién irá en mi auto? ¿Alondra, te vienes conmigo o…? —deja la pregunta abierta e insinuando. Fernando que venía hacia mí, se gira tan rápido que creo que se ha torcido el cuello. Los ojos de Fernando son dagas apuñalandolo, mientras que la sonrisa de Luis es cínica, grosera y condescendiente. —¡Solo estoy bromeando! —le dice a Fernando, pero todos los presentes sabemos que no es así. —No te preocupes, Fernando. Mi madre le prestó a Esteban su camioneta. Puedes pasarme la ubicación del lugar y nosotros los alcanzamos. Fernando asiente y de inmediato saca el teléfono de su chaqueta para enviarme la ubicación del lugar al que vamos a ir. —Alondra, ya he dicho que estoy jugando. Tu amigo puede ir con nosotros —dice Luis, más molesto que apenado. —Y yo te digo, Luis que no es necesario. Gracias. ¡Vamos, Fernando! ¡Vayan y espérenos allá! Fernando asiente y les dice a todos que suban al auto de Luis, como todos me refiero a David, Abigail y al propio Luis. Me giro para mirar a Esteban, él tiene una media sonrisa divertida y a la vez tranquila. Siempre me he preguntado si de verdad es por madurez su estado pasivo ante este tipo de agresiones o porque era tan seguro de sí mismo que lo que dijeran los demás o las groserías que le hicieran no le importaba. —Lo siento. Él niega con la cabeza. —No importa. Creo que él solito ha cavado su tumba, más hondo. Realmente no te veo volver con un tipo así. Bueno, la verdad es que eso quiero creer. Después de lo que te ocurrió con Rogelio uno esperaría que aprendieras la lección. ¿No? —Por supuesto que la he aprendido. —Recuerda que un tipo que sale con una chica con VIH y luego tiene sexo con otra sin condón, es alguien muy irresponsable. Y no lo digo por ti, sino porque no aprendió nada. Así que realmente espero que tú sí hayas aprendido la lección, Alondra. —Sí. Ahora, vamos por las llaves. Mamá se indigna con Luis por su grosería y me pide que le dijera que no lo quiere visitándome en la casa. Esteban toma las llaves de la camioneta y luego le dice adiós con la mano. Esteban es un par de meses mayor que yo, por lo que ya tiene la licencia para conducir. Y, aunque, no conoce la ciudad y yo tampoco, no maneja mal. Y siguiendo las indicaciones del GPS y logramos alcanzar a los chicos, todavía formados en la entrada del lugar. Esteban y yo no acercamos y como casi siempre Esteban me lleva de la mano. —¡Qué bueno que ya están aquí! —Fernando nos dice. Mientras que Abigail nos sonríe. David está mirando su celular, pero Luis tiene la mirada fija en nuestras manos. Se nota más que molesto, aunque no tiene porque estarlo. Fernando tiene razón conoce el chico y nos deja pasar sin problema alguno. Fernando ya tiene reservada la mesa y todo. Cuando llegamos a nuestro sitio, vemos que es zona VIP, bromeamos a Fernando con que se ha lucido. Apenas y nos sentamos, Luis me invita a bailar. —Bailemos, Alondra. Algo que me molesta y mucho de Luis, en este instante, es su comportamiento poco amable y educado. Si está molesto por Esteban ese es solo asunto suyo ¿qué culpa tenía yo? Esto no hubiera ocurrido si no hubiera sido un idiota hace unos meses. —Gracias, Luis. ¡Qué amable de tu parte! Pero no quiero bailar ahora. Me giro hacía Esteban que me ha pasado una cerveza cerrada. —¿Puedes destaparla? —le la regreso. —¡Claro! Fernando se disculpa casi enseguida de que llegamos, se acerca a una mesa en donde están tres chicas. Habla un momento con el trio y luego ya está bailando con una de ellas. Fernando no tiene ningún problema para agradarle a las personas, por lo que ahora está disfrutando de bailar con una chica linda. —¡Vaya eso fue rápido! —Le dice Esteban cuando él ha vuelto. —Soy bueno haciendo amigas —le responde mientras me guiña un ojo. —Ya lo veo —esteban ríe. —¡Vamos, Luis! ¡Las chicas de allá quieren bailar y no con chicos idiotas! —dice y luego señala a dos chicos que parece ya estaban demasiado ebrios acercándose a las nuevas amigas de Fernando. Luis se levanta y va con él al rescate. Cuando miro a Esteban él está mirando la pista de baile, él nunca baila en las fiestas, tan solo se queda mirando a otros hacerlo. Creo que en realidad es muy tímido. —¿Quieres bailar? —le pregunto acercándolo un poco más a mí. —No. —¿Por qué? Siempre miras, pero nunca bailas con ninguna chica. Esteban me mira a los ojos. —Solo hay una chica con la que quiero bailar y esa eres tú. No puedo evitarlo me saca una sonrisa y mis mejillas se sonrojan. Ya no siento, como al principio que sus comentarios acerca de sentir algo por mí me aterraban. —¿Por qué me has dicho que no hace un momento? —Hace un momento le has dicho a Luis que no quieres bailar. Niego con la cabeza y le doy un trago a la botella. —No quería bailar con él, pero contigo sí que lo haría —le confieso. Pero Esteban suda y se nota cuando entrecierra los ojos. —Te gusta ponerlo celoso, ¿verdad? —¡No! Si se enoja o se pone celoso porque bailo con otros chicos, ese es su problema. Él y yo no somos nada, Esteban. —¿De verdad no lo haces por darle celos, porque tú también te pones celosa de que le sea tan fácil ir con otras chicas y divertirse? —No —digo al instante, porque es cierto—. Esteban, no puedo sentir celos, porque desde un principio mi relación con Luis se basó en algo libre. Luego, cuando se tornó seria y pasó lo de Sandra, se arruinó por su falta de confianza y su mentira por temor a mis celos, lo cuales nunca existieron. —Quieres decir que ¿si él te hubiera dicho que quería seguir saliendo con esa chica solo para hacer con ella, lo que contigo no podía lo hubieras permitido? —Honestamente… No lo sé, Esteban. Pero sé que hubiéramos llegado a un entendimiento, por ejemplo: “Sal con alguien más. Solamente, no me lo digas”. No estoy segura, Esteban. —Eres la chica más rara que he conocido nunca. —A pesar de conocernos desde el prescolar ¿todavía te parezco rara? —Sí, pero en el buen sentido de la palabra. Eso te hace más interesante. —Gracias. Si a eso le puedes llamar un cumplido. —Entonces… ¿bailamos? —Por supuesto. Nunca lo había visto bailar por lo que no sabía que esperar de él, sin embargo, nunca me imaginé que lo hiciera tan bien. Hasta la propia Abigail se había sorprendido. Esteban no bebe alcohol, pues él manejará la camioneta de regreso a casa, por lo que puedo estar segura en las manos de Esteban y beber un poco antes de irnos. Después de bailar por lo que va más de una hora, Esteban va al tocador mientras que yo lo espero sentada en la mesa, me saco las zapatillas y masajeo primero mi pie izquierdo y luego el derecho. Luis llega en el momento en que he cerrado los ojos para disfrutar la sensación de alivio por el masaje. —Esta noche te ves hermosa, bonita —su voz suena extraña y las palabras distorsionadas. Abro los ojos y lo encuentro sentado frente a mi con una cerveza en la mano. —Como que has bebido de más, ¿no te parece? —le digo evadiendo su piropo. —No o tal vez sí. Pero eso es porque tú ya no me quieres y ahora con tu amigo presente me doy cuenta de lo poco que signifiqué para ti. No quiero enfrascarme en una conversación con él, porque es realmente tonto hacerlo con alguien que está ebrio. Ya sabes, uno tiende a ser necio en ese estado. Por lo que solo guardo silencio. —Ya ves, Alondra, no me desmientes. ¿Alguna vez realmente estuviste interesada en mí, como algo más que el bobo que te perseguía en la escuela? —Sí, cuando estuvimos juntos —no aguanté las ganas de responder a esto. —¿Sabes? Yo también aguanté mucho, Alondra… —¿Por qué no hablamos esto cuando estes sobrio? —le pregunto. —Porque no estás interesada en escucharme y Fer jamás nos deja solos. Rodé los ojos y le hice una seña para que continuara, si quería desahogarse porque es evidente que es del tipo de personas que se guardan todo y explotan cuando están ebrias. Si esto iba a ayudarlo… Bien sería una buena escucha. Miro hacia la pista de baile. Mi hermana está con David bailando y coqueteando con él. Pobre chico, necesita con urgencia una cubetada de agua fría. —Soporté que me mantuvieras en las sombras cuando a tu amigo lo besas a plena luz día. —En ese momento, Luis obtuvo toda mi atención. Lo miré a los ojos oscuros. ¿Cómo lo supo? ¿Cómo supo que Esteban y yo nos habíamos besado? —¿Cómo supiste eso? —le comento y el comienza a reír. —Tu hermana le envió una foto a Fernando. Yo estaba con él cuando le llegó. Cierro los ojos y maldigo por dentro. —Sabes, Luis. No tengo porque darte ninguna explicación. —Y no te la pido. Solo quiero que entiendas cómo me siento. Me escondiste, me besaste en la oscuridad, porque te avergonzaba lo que otros pudieran pensar de ti. Pero si tienes que besar a otro chico, lo haces sin ningún problema a la luz del día. —Se supone que era algo entre él y yo. Nunca me imaginé que mi hermana estuviera detrás de nosotros espiándonos. —No importa, lo has hecho y ¿sabes lo que duele? De pronto la mirada de Luis se posa detrás de mí. Por el rabillo del ojo veo a Esteban por lo que giro medio cuerpo hacia él. —Iré a bailar —señala la mesa de Fernando y las otras chicas—. Continúen arreglando sus asuntos. Asiento hacia él. Luis que parecía tan tenso con la mandíbula apretada se relaja en cuanto Esteban se aleja. —¿Juaga al novio comprensivo? —Es mi amigo, Luis. Siempre ha sido comprensivo. —¿Comprensivo? Es un idiota acosador y obsesivo —golpea la mesa con el puño cerrado. —Y mi mejor amigo. —Por favor, Alondra. Dime que puedes darme otra oportunidad, que lo nuestro fue real. Está inclinado hacía mi me habla claro y fuerte, pero lo hace tan íntimamente que no puedo creer que Esteban o Fernando no lo noten y vengan y me rescaten. —Fue real, Luis. Pero no puedo darte otra oportunidad. ¿Comprendes? —¡No! No lo comprendo, explícame —me súplica con los ojos vidriosos. Siento horrible verlo en ese estado. Realmente lo quise, me dolia. —Porque no funcionará, somos muy distintos. Lo siento. —Te odio, te odio tanto… Quédate con ese imbécil, bueno para nada. No quiero volver a saber de ti ni de tus relaciones amorosas fracasadas. Luis se levanta furioso y desaparece de entre la gente. Busco con la mirada a Esteban, quien está frente a Fernando bailando. Sonrió. Ahora sé porque no se percataron, estaba fuera de su vista. A las tres de la mañana, Fernando llama a Luis ya que nunca regresó a la mesa. A la quinta llamada Luis le responde y le dice que está en un hotel con una chica, que se joda y camine de regreso a casa, después le cuelga. —Dice que está con una chica en un hotel que no lo esperemos, David. Así es como terminamos, Esteban y yo llevándolos a su casa a cada uno. Mi hermana está tan agotada que se ha quedado dormida desde hace un buen rato. Con la cabeza recargada en la ventana y envuelta con el abrigo de David. También, al igual que su novio, se había confiado en que Luis los llevaría y se suponía que no iba a beber, por lo que bebieron de más. Cuando llegamos a la casa, Esteban, guarda la camioneta en la cochera y luego saca a mi hermana de la parte trasera. Yo cojo sus cosas y las mías y voy caminando detrás de él y mi hermana que va en sus brazos en un estilo nupcial. En la azotea me adelanto y abro nuestro departamento para dejarlo pasar. No parece cansado ni despeinado por el esfuerzo. —¡Alondra! —Sí, mamá ya llegamos. —¿Todo bien? —Sí. —De acuerdo, descansen. Ella nos habla desde su habitación, apenas se ha asomado. Ayudo abrir la puerta de la recamara de Abigail y mía, Esteban pasa y la recuesta en la cama. Cuando la deja suspira y me dice: — Me voy a dormir —asiento y lo veo salir cerrando la puerta detrás de sí. Me cambio de ropa y me coloco la playera de Esteban. Y salgo de la habitación para buscarlo. Él ya está acostado en el sofá, mirando el techo de la sala. —¿Vas a quedarte allí mirándome o me dirás a qué has venido? Comino hacia él y me siento en el piso. —Luis sabe que nos besamos y está dolido —le digo. —¿Y eso te importa mucho? ¿Te arrepientes de lo que pasó? Levanto las mantas y luego subo con él al sofá. Esteban se asegura de abrigarnos correctamente. Estoy prácticamente sobre él, pero no parece molesto y mucho menos incomodo. Tampoco yo lo estoy. —No, no me importa. No importa como cuando supieron de la relación a escondidas que teníamos. ¿Será que tiene razón y yo solo estaba utilizando al chico que me buscaba? —No, lo tuyo con él es… complicado. Lo mío contigo es natural, Alondra. —¿Qué los hace distintos? —¿Qué a él no lo conoces? No tienen el mismo nivel de confianza. Lo nuestro es natural porque siempre ha existido cariño entre nosotros. Nos conocemos mejor que lo que nos conocen nuestras madres, pudo asegurar. Entonces hago lo más estúpido que puedo hacer. Me acomodo completamente sobre él. Y siento sus manos acariciar mi espalda y luego bajar por mi cadera. —¿De verdad lo piensas? Esteban sube la playera y acaricia el elástico de mis pantaletas sobre mi cadera. Provoca que me mueva hacia él. —¿Responde esto a tu pregunta? ¿Lo sientes extraño, mis manos sobre ti? —Su voz es más ronca. —¿Es natural entre nosotros, besarnos cuando nunca lo hacíamos? ¡No cuenta la primera vez! Esteban nos mueve y cambia de posición ahora está sobre mí entre mis piernas. Puedo sentir el calor emanando de su cuerpo. —Para mi la primera vez fue tan natural como respirar —me dice con nuestras narices rozándose. —¿Tanto así? Él me responde besándome. Lo hicimos durante tanto tiempo que ni siquiera soy consiente de quién de los dos comenzó a desvestir a quién. Ahora solo nos encontramos en ropa interior. —Esteban, estoy mojada —intento prevenirle, pero resulta todo lo contrario. —No me digas eso. ¡Me matas! Aguanto lo más que puedo la risa. —No, lo digo de veras. No quiero ensuciarte. —No importa —me dice mientras entierra sus caderas en las mías. Aprieto mis labios para no gemir, aguantando la respiración. —Esteban no quiero mis fluidos sobre ti. Esteban suelta mi seno que estaba atrapado en su boca y se levanta desapareciendo un momento en la oscuridad. Estoy agitada casi desnuda salvo mi pantaleta, y a punto de explotar de deseo. Creí que tenerlo entre mis piernas era frustrante pero no sabía que no tenerlo rozando su cuerpo con el mío en una danza muy sincronizada era mucho peor. Ahora lo necesitaba y mucho. Sin aviso, Esteban regresa a mí y se vuelve a acomodar. —¿Qué haces? —Si querías que me detuviera hubieras cerrado las piernas y dejado de respirar como si me necesitaras para respirar. Él no me deja responder me besa apasionadamente. Y enredo mis piernas a su cintura. Luego la razón entra en mí y lo suelto: —No, no espera. Voy a ensuciarte… —pero no puedo evitarlo lo atraigo más a mi cuerpo. —No, me puse condón. —¡No lo haremos! —No, pero rozarnos sin protección tampoco es lo ideal. Nunca antes había practicado el sexo de niños. Haberlo hecho resulto tan satisfactorio como él real, sin embargo, te deja cierta frustración en el vientre. No sé si las cosas cambiarían entre nosotros por este hecho o simplemente nos uniría más. Solamente sé, que, aunque esteban no pronunció en ningún momento que me amaba, si me lo hizo sentir. Y no mentiré diciendo que no me siento tan arrepentida como nunca en mi vida por algo que hice en el pasado. Me arrepiento de haberle sonreído a Rogelio, llamando así su atención sobre mí. Esteban me despierta antes del amanecer para que vuelva a mi habitación. Cuando me levanto, el me pasa mi playera y me la pongo. —Alondra, no te arrepientes, ¿verdad? —me pregunta cuando comienzo a caminar para irme a mi habitación. Y la verdad es que no me arrepiento. —No, no me arrepiento. Tenías razón. Fue natural. —¿Cómo respirar? —pregunta con una media sonrisa que si no lo conociera él está insegura y quiere que le reafirme. —Como respirar.

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