Capítulo XXII: Los reencuentros

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En la noche, Metzi envió a Liz a casa grande a llevar la carta guindada de su cuello, la gata sigilosa y silenciosa, llego al cuarto de Chemita entrando por la ventana y salto adentro. Chemita le pareció tan linda la gata montes blanca que le ronronea, la toca y le pasa la mano por su cabeza, dice – que hermosa eres, se nota que eres también un ser mágico como mi niña --, retira la carta de su cuello y liz se va Pasan dos días, solo Chemita y el cochero despiden a doña Sara Teresa en el puerto, la decepción de la buena señora, es tan grande, que ni siquiera se despidió de su esposo, ni le informó cuando se iba. Esa noche, Juan Fernando llega a casa grande, como siempre gritando, llamando a su esposa, atiende Chemita, -- la ama no está sr --, el hombre molesto le respondió – donde está, es

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