Entre el bien y el mal

Entre el bien y el mal

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Blurb

Porque el bien y el mal, van de la mano.

Porque es como la luz y la oscuridad.

Donde hay luz, hay oscuridad.

Y donde hay oscuridad, siempre hay luz.

Como el tigre y el dragón.

Como el Ying y el Yang.

Porque uno siempre se encuentra, entre el bien y el mal.

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1.
Y allí estaba, parado frente a la puerta de cristal del gran edificio, con su dedo índice apuntando hacia uno de los tantos pisos que había en aquel lugar. El ultimo. Sentía que le sudaban las manos y estaba con los nervios a flor de piel, sin saber la razón, o capaz, sabiéndola, pero ocultándola en lo más profundo de su ser. Sabía que él era importante. Que de su desempeño con él colgaba su sueldo del mes y la matrícula de su universidad, como tambien la comida para sus hermanos y madre. Su padre, había muerto dos años atrás en un accidente automovilístico y lo único que había dejado habían sido deudas, deudas y… más deudas, que poco a poco y con esfuerzo, él logró pagar con la ayuda de su madre, quien había encontrado dos trabajos para poder pagar la renta. Pero, al año, todo empeoró porque ella cayó enferma y él tuvo que encargarse de todo. De absolutamente todo y no había visto otra mejor opción que elegir aquel camino, aunque él se había negado al principio. El hombre que lo había contratado, pidió todos sus servicios, y como era muy reconocido, su empresa donde trabajaba no se había podido negar, y como consecuencia él, tampoco, porque si lo hacía, debía renunciar a la buena paga que recibía por solo acompañar y dar el mínimo placer a los hombres que lo solicitaban. Siempre había sido consciente que era capaz de atraer la mirada tanto de hombre como de mujeres y había usado aquello para poder terminar de pagar las deudas y cómo veía que el dinero llegaba “fácil” decidió continuar con aquello, porque tambien le daba la oportunidad de poder enviar a sus tres hermanos menores a colegios de prestigio, los cuales, salían demasiado. Con estatura promedio, cuerpo algo delgado, pero algo trabajado, ojos café, cabellos castaños claros, algo largos, que le caían llegándole hasta la parte baja de su cuello, tez tostada, heredada de su madre, manos delgadas, las que le permitían un buen manejo del piano, al cual se dedicaba, y un rostro particular y perfecto, era lo único que necesitaba para poder atraer a quien quisiera, y él, sabía explotar esa parte de él. Pero, nunca había llegado a nada final con nadie, ni con una mujer, y menos con  un hombre y aquello… lo frustraba, pero tambien le temía. ¿Acaso se estaba guardando para “su amor destinado”? La verdad era que no lo sabía, pero quería tener su primera vez con un hombre, no con el primero que se le cruzara por el camino, sino, que lo quería hacer junto con quien amara y que ese otro, tambien lo amara. ¿Era tan difícil pedir aquello? Bueno, para él sí lo era y más con el trabajo que llevaba. -¡Oye!- lo llamó el guardia de la entrada mientras salía por la puerta, sacándolo de sus pensamientos- ¿Estás buscando a alguien?- se acercó a él y se miraron mutuamente. -Eh… si… estoy buscando a… a…- ¿Cómo podía ser que ya se había olvidado del nombre del que iba a visitar? Haciéndole un gesto al guardia a que esperara que sacara algo de su bolsillo, lo hizo y abrió el pequeño papel donde tenía anotado el nombre de su cliente. -Busco a Luke Ivanov- le contestó finalmente y le tendió el papel para que lo viera. -¿Él lo está esperando?- le preguntó el guardia, mirando el papel y luego a él. No confiaba en aquel chico, pues, ¿Quién lo haría a las once de la noche? -Así es- le contestó asintiendo con la cabeza. -De acuerdo- dijo y tocó en el piso donde vivía Ivanov. -¿Si?- preguntó una voz de hombre, algo gruesa, pero musical y hermosa. -Señor Ivanov- comenzó a decir el uniformado de n***o- Hay un joven aquí que pregunta por usted. -¿Quién?- preguntó la voz y luego ambos escucharon que el hombre comenzaba a discutir con alguien. -¡Déjate de juegos y vete a cambiar crio!- le gritó una voz de mujer y luego tomó el portero -¡Que no soy un crio Elaine!- se escuchó gritar y luego una puerta golpeándose. -Déjalo pasar Francis- dijo la voz de la mujer luego de bufar por el comentario que había recibido por parte de Luke- Es un invitado del idiota de Luke- dijo y luego cortó la comunicación. Ambos se miraron y luego el guardia le abrió la puerta para que pudiera ingresar con una sonrisa en la comisura de sus labios. Andrew no comprendió nada de aquello, pero lograría hacerlo, una vez que se enterara de todo lo que iba a suceder  en su vida desde aquel día en adelante. -Por favor- le dijo el guardia conduciéndolo hacia uno de los elevadores del fondo- Suba en este, irá más rápido. -¿Por qué?- le preguntó intrigado. -Porque es el elevador privado del señor Ivanov. Este elevador solo lleva a su piso y es el más veloz de todos. Supongo que se aburriría subiendo los cuarenta pisos que tiene en uno de los otros elevadores hasta llegar a su pent-house. -¿En serio?- preguntó asombrado, no por el hecho de que tuviera que subir cuarenta pisos, sino, por el hecho de que aquel tipo Ivanov, tenía su propio elevador privado. ¿Qué tanto tenía para poder tener su propio elevador?  Cuando las puertas metálicas se abrieron, dejando a la vista un elevador completo de cristal con vista hacia el patio trasero del edificio, Andrew se volteó a ver al hombre de unos cincuenta y largos años. -No te preocupes. Llega rápido- le dijo con una sonrisa, pero lo que él no sabía, era que Andrew le tenía pánico a los elevadores y más si eran de cristal y dejaban a la vista absolutamente todo. Inspiró profundamente antes de ingresar y ver cómo las puertas se cerraban detrás de él. Se volteó, quedando a espaldas del vidrio, mientras subía y se tomaba de la barandilla que tenía. Las luces de la ciudad se reflejaban en los vidrios frente a él y sobre su camisa blanca algo arrugada por el hecho de que se había tomado un ómnibus hasta llegar a allí. Cuando las puertas se volvieron a abrir, él se quedó pegado contra el vidrio y agarrado en la barandilla completamente duro. No podía moverse. No quería hacerlo. Una cabellera rubia asomándose lo sacó de su transe y miró hacia la mujer que se encontraba frente a él. Cabellos rubios, ojos verde-marronosos, maquillada, haciendo su tono pálido de piel, algo más rosada, delgada como una modelo, esbelta, vestida con un vestido de lentejuelas n***o ajustado que le llegaba a mitad de los muslos, un collar dorado con una bailarina, al igual que la pulsera dorada que llevaba puesta en su muñeca derecha, zapatos negros cerrados opacos y aguja, y en su mano llevaba un abrigo de felpa beige. -Hola- le dijo con una sonrisa en el rostro, dejando a la vista sus perfectos dientes blancos. -Ho… Hola- le contestó Andrew sin sacar sus manos de la barandilla y sin moverse. La mujer sonrió y lo miró con cara divertida. -No se va a caer la barandilla si la dejas- le dijo señalándola y Andrew recién allí cayó en la cuenta donde estaba. Un miedo lo volvió a embargar, pero aun así, lentamente se soltó y salió del ascensor. -Mi nombre es Elaine- le dijo tendiéndole la mano- Y tú debes de ser Andrew… Andrew…- se llevó la otra mano a la barbilla, intentando recordar el apellido que le habían dado. -Black- le terminó de decir y le agarró la mano para poder terminar el saludo. -¡Cierto!- exclamó y tomó su mano con ambas y luego le sonrió- Bienvenido Andrew Black- la sonrisa no se le borró del rostro- Y dime… ¿Cuántos años tienes? Pareces más joven de la edad que nos dijeron que tenías y la verdad… eres muy mono. -Veinticinco- mintió. -Sabes que mentir es malo ¿no?- le dijo con otra sonrisa, pero él notó que detrás de aquella amabilidad, había algo de enojo- Odio las mentiras. -Deja de atosigar al pobre chico Elaine- dijo una voz detrás de ella- Recién llega y ya empiezas. Elaine se volteó, dejando a la vista de Andrew al hombre que había hablado. A Andrew no se le pudieron abrir más los ojos porque le era imposible. Con el torso denudo y con una toalla secándose el cabello oscuro y con otra tapando las partes íntimas, un hombre de unos veinticinco largos, con un físico de atleta, espalda ancha de nadador, y abdominales bien marcados, se encontraba frente a ellos. -¿No te dije que te cambiaras antes de salir?- se quejó la mujer fulminándolo con la mirada- ¡Ahora estas mojando todo!- la mujer hizo un puchero y luego se acercó al hombre, golpeándolo en un hombro- ¡Vete ahora a cambiar! -Sí, jefa- dijo de mala gana y salió, subiendo una escalera liviana que conducía a un entre piso, del cual se lograba ver parte desde donde él se encontraba. En aquel momento recién comenzó a ver la inmensidad de aquel lugar. Era el triple o el cuádruple de su mísera casa. Con grandes ventanales, dejando a la vista la gran ciudad de Brooklyn iluminada y el puente de Brooklyn a varios kilómetros de distancia, con sus luces prendidas por la hora que era. Todo parecía fantástico. Sacado de una de las tantas fotografías que él había visto en revistas o diarios porque el trabajo no le permitía disfrutan de aquellas maravillas que se encontraban a tan solo varios kilómetros de su hogar. Se quedó anonadado ante tal belleza, que, sin darse cuenta, ya estaba pegado contra uno de los ventanales, mirando la gran imagen de un Brooklyn en plena noche. -¿Te gusta?- le preguntó una voz detrás de él. Elaine. -Es hermoso- comentó sin poder evitarlo y luego se volteó a ver a la mujer. -¿Quieres salir a ver mejor?- le preguntó mirándolo, pero él negó con la cabeza. Con el terror que le tenía a las alturas, ni siquiera entendía cómo era que podía ver aquel paisaje sin querer vomitar, o desmayarse, o ambas cosas a la vez. -Bueno, entonces… ¿quieres algo para tomar?- le preguntó mientras se volteaba y se dirigía hacia la barra que separaba la cocina de todas las otras partes del gran piso. Sacó de la heladera una botella de vino y la apoyó sobe la isla blanca y luego buscó dos copas. -¿Puede ser agua?- le preguntó mientras se sentaba en una de las tantas banquetas que tenía la isla y se acomodaba en ella. La mujer solo se encogió de hombros, dejó la copa en la cual ya había vertido el vino, y sacó un vaso de vidrio, donde colocó agua, para luego tendérselo. -Gracias- fue lo único que dijo hasta que tomó un sorbo de la misma.  Una pregunta rondaba por su cabeza. Bueno, en realidad, eran varias, pero una en particular. -¿Para qué… me llamaron?- preguntó por fin, cuando vio que Elaine se había distraído mirando un florero rojo que se encontraba en una de las pequeñas mesas, al lado de dos de los sillones negros que se encontraban en la parte destinada como living. Todo era blanco, excepto por las decoraciones y floreros que se encontraban dispersos por todos lados. Los armarios y estanterías con libros eran de madera antigua y tallada.  -Eso mi amigo, te lo dirá Luke cuando termine de alistarse para poder salir- le contestó antes de llevarse la copa de vino a sus labios. -¿Salir? ¿A dónde? ¿Con quién? ¿Qué?- preguntó algo asustado y Elaine no pudo evitar no reírse por la cara de espanto que había puesto Andrew. -Tranquilo c*****o que yo estaré con ustedes todo el tiempo. Pero… ¿piensas ir a la fiesta en esas pintas?- le preguntó señalándolo. -¿Qué tiene?- preguntó y miró su ropa. La mujer rodó los ojos y se acercó a él. -Vamos a tener que hacer un cambio de último momento- le comentó con una sonrisa en los labios y lo tomó de la mano para dirigirse hacia la escalera y subir al entre piso que tenía el pent-house, pero el sonido del ascensor que había llegado al piso, sacó a Elaine de su plan. La rubia miró en dirección al elevador y vio salir de él a dos hombres. Ambos con trajes de marcas reconocidas mundialmente e impecables. Andrew se les quedó mirando impresionado por el aura de peligro que los rodeaba ambos hombres, quienes se dirigieron hacia ellos. Uno unos centímetros más bajo que el otro. El más bajo, de cabellos azabaches, y ojos del mismo color y muy penetrantes, capaces de hacerte perder en su mirada. De tez clara y cuerpo bien formado. Una sonrisa se dibujó en la comisura de aquel hombre cuando posó sus ojos sobre Andrew. El otro, a diferencia de su compañero, que parecía alegrarse cada vez más mientras se acercaban y dejar atrás aquella pinta de matón, seguía con el mismo aura de peligro, que le salía por todos los poros de la piel tostada que tenía. Ojos avellana tirando a amarillos, muy extraños, cabellos castaños claros y de una musculatura considerable. Ambos hombres completamente distintos, pero iguales a la vez. Para Andrew parecía irónico. -¿Dónde estaban que ya me estaba preocupando?- les preguntó Elaine y soltó a Andrew para golpear ambos hombres. -Tranquila Ely- dijo el más bajo levantando las manos en forma de rendición y le sonrió- Tuvimos que hacer un par de cosas antes de venir a ver a Luke. -¿Y no pudieron avisar?- les dijo algo molesta y miró al más alto- Más te vale que no le haya pasado nada a mi bebé ¿entendiste?- lo señaló con un dedo. -Tu “bebé”- comenzó el hombre e hizo énfasis con las comillas con sus dedos- Se puede cuidar completamente solito ¿no lo crees?- la fulminó con la mirada- Además, no lo he visto desde esta tarde cuando me fui con el insoportable este para terminar algunas cosas- dijo señalando al hombre a su lado, quien al escuchar lo último le sacó la lengua como niño de cinco años. -Zach no es insoportable- lo defendió la mujer y se abrazó al menor, lo que provocó que recibiera una mirada fulminante por parte del más grande de tamaño. -E… Esto…- comenzó Andrew con miedo a acercarse a ellos y recién allí, Elaine recordó lo que iba a hacer segundos antes de que ambos hombres llegaran y la interrumpieran. -¡Oh!- exclamó y le sonrió, para luego soltar a Zach y dirigirse a su lado- Ellos son Zach y Félix. Tambien irán con nosotros. -¿A dónde iremos?- volvió a preguntar, algo ansioso por saber en dónde se había metido. -Primero a conseguirte algo mejor de ropa porque con esa pinta no entras ni a palos al lugar de la fiesta- le dijo señalando y luego volvió su vista verde marronosa a los hombres de traje- Ustedes pueden servirse lo que quieran como siempre, no tengo que decirles donde están las cosas- les dijo y les regaló una sonrisa antes de perderse por las escaleras con Andrew, dirigiéndose a una de las cuatros habitaciones que había allí arriba. -¿Cómo crees que lo tomará?- preguntó Félix mientras se dirigía a tomar una copa para poder servirse un poco del vino que Elaine había estado tomando. -Será interesante lo que hará el crio cuando se entere- comentó Zach con una sonrisa en sus labios mientras se sentaba frente a Félix y lo contemplaba, como siempre lo había hecho.

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