En Gijón, España, Adrián despierta sobresaltado. Se levanta de la cama y mira para todos lados, tratando de enfocar la mirada. Toma su cabeza entre las manos y niega. Es lo mismo siempre que viene aquí. Un fuerte dolor de brazo lo ataca justo en ese momento. Saca su frasco de píldoras que siempre lleva en el bolsillo de sus pantalones y se lo toma inmediatamente para mermar el dolor. Respira profundo un par de veces y luego sale de la mansión sin importarle que sea de madrugada. Menos mal, Roberto está despierto y lo lleva directamente al loft. En todo el camino, Adrián toma su cabeza entre las manos. Para Roberto esto es una señal de que su jefe no se encuentra bien. —¿Quiere que llame al doctor, señor? —Pregunta llamando su atención. —No tiene buen semblante. —Fue ese maldito dolor