—Tengo que volver —anunció Grayson, poniendo su mano en el lado de la cara de Ari, obligándola a mirarle a los ojos. —¡No! —las lágrimas llenaron los ojos de Ari—. ¡No! No lo hagas, Grayson. Si volvemos ahora, te arrestarán. —Ari, tengo que hacerlo. No puedo huir de esto —dijo. Se sentó junto a ella en la cama después de apagar la televisión—. ¿Pero por qué podrían arrestarme? He estado aquí, en Suiza. Ari suspiró: —Supongo, pero tengo un mal presentimiento sobre esto —comentó poniéndose la bata—. ¿Cuándo nos vamos? —Hoy. —Grayson sacó una maleta y empezó a meter ropa en ella. —De acuerdo. —Ari sacó una muda de ropa del armario, entró en el segundo dormitorio y cerró la puerta. Grayson recordó lo que ella había dicho antes sobre tratar de entender. Sabía que era duro para ella. Ac