• |02|•

1072 Words
—Voy a estar bien... —susurré para mí. Si, estaba asustada, asustada por no saber cómo era afuera, por no saber qué me esperaba al pasar junto al letrero de "gracias por convivir en el internado religioso Mcfloy". Al llegar a la carretera me detuve, respiré hondo y miré por el retrovisor aquellos muros que tanto soñé con abandonar. Me sentía.... libre. Encendí la radio donde justamente una voz femenina mencionaba a una Sasha Sloan con la canción Older, claramente nunca la había escuchado, en realidad nunca había escuchado ninguna música parecida a esta, pero era tan relajante, le subí el volumen, dejándome llevar y perderme en ella. (...) Después de revisar el mapa sabía exactamente a donde ir y como llegar, durante cuatros horas en el volante no dejaba de pensar en cómo el abuelo me recibiría, o si estuviera vivo. Tendría que conseguir un trabajo si la situación económica en casa estuviera mal y ni pensar en la universidad, toda mi vida solo me enfoque en salir del instituto Mcfloy sin pensar en cómo desarrollaría mi vida fuera de ella. Muy mal Hayden.....claro está que no tenía todo pensado, pero de una u otra manera me las arreglaría. Estacione el auto a un lado de la acera, al fin podría charlar con ellos y de alguna forma ellos me escucharían, o eso quería creer. La brisa era aún más fría en este lugar, todo estaba en silencio y en tranquilidad. Busqué con atención el apellido Ford hasta que lo vi, dos lapidas juntas, Elisabeth de Ford y Marcos Ford, amados padres, hijos y amigos, cada uno con su fecha de nacimiento y la fecha de su muerte, el año en el que mi corazón se destrozó y ni siquiera logré decirles un adiós, creo que es lo que más duele de perder a alguien querido, esa sensación que se retuerce en tu interior al saber que no puedes despedirte ni verlos por última vez, eso es lo que te atormenta siempre. Me senté en el césped entre las dos lapidas, mis padres estaban aquí, o al menos sus restos. —Hola... —Susurré —Soy yo, su hija... —Amaba a mis padres, después de todo, ellos me habían dado una hermosa y admirable infancia. Nunca entendí por qué tomaron la errónea y retorcida decisión de llevarme a un internado, siempre creí que seríamos la familia feliz, me llevarían a la preparatoria, le hablaría a mi madre sobre el chico que me gusta y mi padre intentaría matar a ese chico, después los dos aplaudirían y sonreirían en mi graduación y mi madre lloraría al dejarme en la universidad con mi padre diciéndome que me concentrara en mi carrera. Pero sin duda esta era la cruda realidad en la que vivía, mis padres muertos, una adolescencia perdida y una chica huérfana sin futuro. Me levante sacudiendo la hierba de mi falda y limpiando una asquerosa lágrima que resbalaba por mi mejilla, hace mucho que había dejado de llorar. Era mi cumpleaños número quince, yo estaba saliendo del cuarto de confesiones cuando la hermana suprema me dio la noticia de que mis padres habían muerto en un accidente automovilístico, fue cuando mi pecho se contrajo y sentí que todas mis conversaciones con el padre habían sido inútiles, porque de lo único que yo hablaba era de cuando vería a mis padres otra vez, pero eso ya no pasaría, ni siquiera me dejaron ir a su velorio ¿Quién hace eso? ¿Quién puede prohibirle a una niña que no vea a sus padres por última vez? Ese día lloré tanto que me encerraron en una habitación para que según ellos "reflexionara" por mi comportamiento de debilidad. Después de varias semanas fingí estar bien, sonriendo en presencia de cada compañera y hermana, pero ahogándome en mis lágrimas cada noche cuando nadie podía verme ni juzgarme. Permanecí varios meses en ese estado, hasta que tuve que obligarme a no volver a soltar ni una lágrima más, ya que las hermanas se habían dado cuenta por mis ojos hinchados que estaba llorando por las noches y ese era otro castigo que no quería soportar. Así que aquí estaba, volviendo a la misma chica débil de hace tres años y aunque fuese un acto normal llorar por un pariente en un cementerio, sentía la obligación de tragarme el dolor, porque de nada serviría llorar ahora si eso no me devolvería a mis padres. Retomé mi camino hacia el coche, aún con el frío envolviendo mis descubiertos brazos, no tenía ninguna otra ropa además de los uniformes del internado, pero eso era lo que menos me preocupaba, ahora lo más importante era encontrar algún familiar antes que cayera la noche y el clima empeorara. Mis zapatos resonaron al llegar a la acera cuando por poco caigo de cara al atravesarse un perro en mi camino. —Hola amiguito ¿te perdiste? —Me agaché para acariciar su cabeza, nunca había tocado a un animal, se sentía tan suave su pelaje marrón, al menos tenía mucho pelo que lo protegía del frío, su cola se movía como si le divirtiera la situación —buen perro... —de Niña siempre quise tener una mascota, pero mi padre nunca me lo permitió porque decía que era una gran responsabilidad. Su ladrido me asustó, a lo que me incorporé y avancé para abrir la puerta del auto, otro ladrido pero esta vez más fuerte —que pasa amiguito, ve con tus dueños — Genial, ahora hablaba con un perro. Él se echó junto a la llanta observándome con unos grandes ojos de diferentes colores, eran hermosos —En serio tengo que irme, anda ve a casa... — su cabeza se inclinó a un lado, no podría llevármelo ¿Y si le pertenecía a alguien? ¿Y si no? Me apoyé en la puerta mordiéndome los labios, pensando. —Oh está bien, tú ganas, sube —ordené, subió al auto lo más rápido que pudo, dejándome anonadada, no creía que obedeciera —Así que me entiendes —Su lengua goteaba, no sabía si era por falta de agua y por calor, pero tomando en cuenta el clima en el que estábamos, era más probable que no haya tomado agua, a lo que me provoco unas inmensas ganas de tomar algo. Puse el coche en marcha, con una buena compañía y con la esperanza de encontrar a alguien que me ayudara.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD