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975 Words
—Quiero que me digas tu nombre —hablé, cruzando mis brazos sobre mi pecho. —¿Por qué haces todo tan complicado? —se levantó, su figura masculina podía cohibir a cualquier persona, además de su belleza; pero ese no era el tema. — ¿Yo complicada? Déjame dejarte en claro quién es el que todo lo complica, no puedes decirme eso después de haberme tratado tan mal desde que me conociste, piensas que con solo mirarme así —fruncí mis cejas y lo miré como si estuviera enojada, imitándolo —¿vas hacer que yo haga lo que tú me digas? ¡Ni siquiera te conozco, no sé nada de ti, nada! —volví a alterarme. —Es mejor que no sepas nada, créeme —dijo poniendo los ojos en blanco. —¿Cómo quieres que crea en ti si ni siquiera quieres decirme tu nombre? —estaba a la defensiva. El suspiró y me observó con sus cejas juntas, jugando con su lengua dentro de su mejilla —Si te digo mi nombre ¿te calmarás? —preguntó. Asentí. —Pero primero dime quién estaba en el bosque —pedí. —Te diré todo lo que necesitas saber, a su debido tiempo —señaló las escaleras —debes ir a ducharte, tienes tierra hasta en tu rostro. Lo miré mal, pero no dije nada porque tenía razón, además las palmas de mis manos me estaban ardiendo mucho y había roto el jeans en la parte de la rodilla. —No te muevas de aquí —lo señalé con mi dedo índice. Corrí escaleras arriba y me bañé, lavando mi cabello también. Al mirarme en el espejo noté la variedad de pequeñas raspadas en mi rostro, mis ojos de un azul oscuro me observaban a través del espejo, eran como ver dos pozos vacíos, sin nada. Baje una vez ya estuve vestida, el suéter de mi padre me quedaba enorme y me hacía ver más pequeña, pero que importaba. Las pijamas de mamá eran cortas y provocativas. El chico no estaba en la sala, así que fui a la cocina donde se encontraba de espaldas sin suéter. El recuerdo de la primera vez que lo vi vino a mi mente, él estaba justo así, con jeans desgastados y su torso desnudo, pero con una venda cubriendo sus bellos ojos. ¿Por qué seguía alagándolo? Aclaré mi garganta y el volteo su cabeza hacía mí, permitiéndome ver lo que hacía. Estaba lavando su camisa en el fregador, dejando ir toda la sangre de quien sabe quién por las tuberías. Su cortada estaba limpia y tenía una venda alrededor de su brazo. —Veo que encontraste el boutique de primeros auxilios —dije al verlo sobre la isla de la cocina. —Así es, ven —dejó su suéter a un lado y tomó una pasta del boutique —dame tu mano —estiró la suya para que la tomara, pero dudé en hacerlo —vamos dámelas, no voy a lastimarte. Le tendí mis manos y colocó con mucho cuidado la crema en las palmas y las vendó con suavidad, calmando el ardor. —Gracias —me sentía un poco segura a su lado, levanté la mirada para encontrarme con la suya, una mirada intimidante y cautivadora. —Lo hice para ti —mencionó, dándome una taza de té caliente —Sé qué soy la última persona con la que quisieras estar en estos momentos y que tal vez me odies pero... —lo interrumpí. —No te odio, no hay ningún sentimiento de mi hacia ti, no te conozco y sin ofender —ignore su mirada asesina —me das un poco de miedo —confesé. Bebiendo un poco del té. —Bueno, miedo es un sentimiento —se encogió de hombros —al menos sientes algo —dicho eso caminó hasta la sala y se sentó para acariciar a Astro. Puse los ojos en blanco y lo seguí. —Te equivocas —me senté en el mismo sillón, pero a una distancia prudente —El miedo no es un sentimiento, es una emoción —le corregí. —Y las emociones también se pueden convertir en sentimientos, así que no pierdo las esperanzas —dijo sin mirarme. ¿A qué estás jugando, chico misterioso? —Deberías irte, ya es muy tarde y tengo que prepararme para mi clase de mañana —sí, lo estaba corriendo. —Me quedaré a ver que duermas bien —dijo y cruzó sus brazos contra su pecho aún sin prenda en ella —pasaste por mucho hoy, no quiero que tengas pesadillas ni nada por el estilo. —volví a tomar otro sorbo de mi taza antes de responder. —Es muy amable de tu parte, pero creo que no me explique, te agradezco por haberme salvado en el bosque de lo que sea que haya sido eso, pero no eres bienvenido en mi casa, así que por favor te pido que te retires —hablé, podría ser grosera, pero también era educada. Mi cabeza empezó a darme vueltas y un cansancio se apoderó de mi cuerpo. Con cuidado me senté en el sillón, sintiendo como mi cuerpo perdía su fuerza, miré por un momento el té en mi mano, ya me lo había tomado casi todo, la taza se resbaló de mis manos y solo escuché el sonido del objeto golpear el suelo. ¿Qué era esa cosa? —No te preocupes, yo seguiré salvándote de todos los que quieran lastimarte.... —logré escuchar, estaba mareada —pronto te quedarás dormida, yo cuidaré de tus sueños y me iré, no te preocupes —mis párpados pesaron y sentí como la oscuridad se adueñaba de mí. Pero antes logré escuchar sus últimas palabras —Mi nombre es Blasius, un ser sin corazón —Cerré los ojos, perdiendo el conocimiento.
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