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CAPÍTULO TRES
Un día después del incidente con el ciborg, Max se sentó en su oficina revisando montones de documentos que exigían su atención urgente. En su mayor parte, no podía analizar por qué su atención era tan necesaria, pero tenía un trabajo que hacer y firmaría con su nombre tantas veces como fuera necesario para que se hiciera. Sobre todo, porque se había prometido a sí mismo que podría hacer una pausa para tomar un almuerzo rápido tan pronto como terminara el trabajo de la mañana.
La alerta del intercomunicador zumbó y el estómago de Max se agrió. Sabía que fuera lo que fuera, no podía ser bueno.
«¿Señor?», dijo Zi. «Tiene una videollamada urgente de la comandante. Ella solicita su atención inmediata en la línea confidencial».
No, eso no podía ser bueno. La conexión confid
