Nathan me hacía sentir bien, pero dentro de mi cabeza la culpa carcomía al no sentir exactamente lo que él demostraba sentir por mí. Porque aunque mi novio/jefe me hiciera tener un orgasmo eventual, no dejaba de fantasear ni por un instante con la chica de mi amigo, quien por alguna razón tenía ahora mi número y hablaba conmigo para saludarme casi a diario. A veces tardaba en responderle, no porque no quisiera, sino porque era lo correcto. Entonces debía ver constantemente las fotografías que subía a su historia y torturar mi cabeza con escenarios eróticos que eran irrealistas. -¿Kía?¿Estás bien?- estabamos almorzando y pestañeé con violencia saliendo de mi trance. Asentí en su dirección mientras tomaba un trago de Nestea para refrescarme. -Sí, lo lamento. -Tu teléfono, cariño- parecí