Capítulo 10 Tras el cese de los silbidos de las balas, Vittorio, Marino y Mariapia, privados esta vez de la gloria, pero con la piel intacta, consiguieron levantarse del adoquinado y unirse al grupo de los patriotas supervivientes. Siendo la persona de mayor graduación, el subcomisario había asumido el mando. Pidió al sargento Piombini que le pusiera al día sobre lo que había pasado antes del enfrentamiento y le comunicara otras órdenes eventuales del comisario. Supo, con sorpresa, que, por indicación de Pelluso, el suboficial se había dirigido en primer lugar con sus hombres a la casa de la difunta Rosa Demaggi, para recoger armas estadounidenses guardadas en el sótano, que era evidentemente, como la de Peppino, uno de los escondites de los que había hablado Maripia. Los hombres de Piomb