El viernes llega y la ultima hora de clases termina, suspiro tomando mis cosas mientras pienso si realmente quiero esto.
Salgo caminando por el pasillo del edificio tomando el asa de mi cartera con más fuerza de la necesaria cuando siento que me jalan del brazo.
- Pero que…
- Lo siento – se disculpa Julián – te estuve llamando y no me escuchabas, estabas demasiado sumida en tus pensamientos. ¿estas bien?
- Mhm – afirmo con un sonido gutural.
- No me has llamado. – habla un poco avergonzado y frunzo el ceño sin comprender – Por la cita – se explica al ver mi confusión y recuerdo que habíamos quedado de ir por un café ayer.
- Oh, sí. Lo olvide.
- Lo supuse – la decepción no me pasa desapercibida en su voz - ¿te apetece ir ahora por un café?
- No lo sé
Quiero negarme, pero luego recuerdo que ir a casa es sentirme intimidada, vacía y desubicada en un lugar que parece no quererme nadie y termino aceptando, su rostro se ilumina con una brillante sonrisa que me contagia.
El camino a la cafetería es corto, puesto que queda a solo cien metros de la universidad. Julián va hablando con tanta facilidad de su vida, de sus gustos y yo escucho encantada toda las tonterías que tiene para decir.
Llegado el momento de irnos, siento que no quiero hacerlo, hace tiempo no paso un rato agradable con alguien y mucho menos con un chico tan guapo.
Nos despedimos hasta la próxima y se acerca a dejar un beso en mi mejilla, pero un mal movimiento hace que sus labios caigan casi arriba de los míos, aun así, no se disculpa.
Nuevamente de camino a casa, voy pensando en ese simple y estúpido gesto y lo que provoco en mi cuerpo
¿Cómo puede ser que me sienta tan atraída por un desconocido?
Al llegar a casa, veo a varias personas sentadas, todas platicando y riendo divertidas junto a Amelie y otra vez esa punzada de envidia crece en mí.
- Oh, hola, hermana ¿Cómo te ha ido? – pregunta al verme y todos voltean a verme, arqueo una ceja en su dirección e ignorándola subo las escaleras. Los murmullos no se hacen esperar.
Me tiro en la cama y observo el techo por un periodo bastante largo y entonces algo viene a mi cabeza.
Quiero pintar.
Me pongo de pie y busco algo, lo que sea para poder descargar todo en un lienzo. Mezclar colores creando uno que represente todo lo que llevo dentro, pero me decepciono al ver que no hay nada, no tengo nada aquí, todo lo deje en la otra casa, así que no quedara otra que salir de compras.
…
Regreso a casa con una sonrisa en mis labios, mi intención no era comprar mucho, pero llegué a casa con más de cinco bolsas repletas de utensilios de arte y aún tienen que enviarme algunas cosas que no pude traer por mi cuenta.
- ¿fuiste de compras?
¿Cómo es que aparece en todos lados esta mujer?
Observo a Amelie quien me mira con una sonrisa y detrás de ella, mi padre que me observa atento a mi respuesta, esperando el momento justo para atacar.
- Creo que es obvio.
- ¿y que compraste?
- ¿Qué te…? – respiro profundo y me contengo de responderle algo grosero – cosas.
Dando media vuelta, sigo mi camino directo al fondo del pasillo.
Desempaco todo lo que he traído y acomodo todo en mi escritorio previamente vaciado, la alegría me embarga cuando veo la cantidad de colores tanto en pinturas como en fibrones y marcadores, entonces tantas imágenes llegan a mi cabeza que quiero pintar, pero los golpes en la puerta hacen que guarde todo rápidamente y atienda a quien está fuera.
- Hola – Amelie me observa como un corderito asustado y no puedo evitar voltear los ojos.
- ¿Qué quieres?
- Yo… ¿Por qué me odias?
- ¿perdón? – la forma tan directa que pregunta me hace dudar si realmente escuche bien.
- Si, desde que llegaste no has hecho nada más que tratarme mal.
Una risa seca se escapa de mi garganta y el nudo creciente en mi garganta me da ganas de vomitar.
- ¿tengo algún motivo para quererte?
- Somos hermanas.
- No, tú eres la hija de la zorra con la que estuvo mi padre. – mis palabras parecen dolerle.
- No es justo, nosotras no te hicimos nada. Yo… - sus ojos se empañan por las lágrimas – cuando papá me conto de tu existencia, fui tan feliz de saber que tengo una hermana.
- Pues fíjate que a mi poco me interesa tu existencia. – escupo con más odio del necesario y las lágrimas que retenía por fin son liberadas – ahora, si me disculpas, quiero estar sola. – no espero a que diga nada, simplemente cierro la puerta en su cara.
…
El fin de semana llego y con él, los mensajes de Julián.
Me asustaba lo que me hacía sentir con unos simples mensajes, pero era tan feliz de hablar con él.
Termino de cambiarme y me observo atentamente en el espejo, no quiero tener ninguna imperfección, pues tenía una cita, porque si, así la llamo él ¨nuestra primer cita¨ y mentiría si dijera que no me emociona y aunque quiero tomarme esto con calma, ya proyecté una vida juntos.
Maldición, soy demasiado intensa.
Para las 18:15 el coche de Juli se encontraba estacionado fuera de casa y con las manos sudorosas y los nervios invadiendo mi cuerpo me despido de mi nona con un beso y salgo directo al coche, sonrío como tonta al ver a Julián apoyado sobre este con una sonrisa en sus labios.
- Cada vez que pienso que no puede sorprenderme más tu belleza, llegas y me abofeteas. – sus palabras logran que me ruborice y sin saber que decir, dejo un beso en su mejilla. - ¿lista para nuestra primera cita?
- Claro.
Nuestra primera parada es el cine y me siento en una película de romance adolescente, jamás he venido al cine y esto me emociona.
Con las palomitas y refrescos en nuestro poder, ingresamos a la sala a medio llenar, buscamos nuestros asientos y al encontrarlos nos acomodamos.
Esperamos alrededor de veinte minutos mientras la sala se iba llenando y las luces por fin se apagaron para iniciar la película.
En este tiempo de espera, no hemos hablado mucho, pues mi cuerpo tiembla de los nervios ¿o la emoción, quizás? Lo único que sé, es que nuestras manos se rozaron más de una vez al intentar tomar palomitas del pote que se sitúa en el medio de ambos.
Ignoro por completo la extraña sensación de mi cuerpo y le presto atención a la película, aunque si me preguntan de que trataba, seguramente no podría decirles, pues mi cabeza estaba de llano en la situación en la que me encontraba.
- ¿estas bien? – pregunta luego de un extenso silencio.
La película había terminado hace media hora y llevamos todo el camino en silencio.
- Si – me apresuro a decir.
- Oye, si no te gusto la película o…
- ¿Sientes algo por mí? – me golpeo mentalmente cuando la pregunta se escapa de mi boca sin siquiera ser analizada mentalmente.
- Pues… - el nerviosismo en su cuerpo me contagia.
- Olvídalo, no sé porque pregunte eso – me apresuro a decir, tengo la necesidad de huir, pero me toma de sorpresa cuando me toma firmemente del rostro y une sus labios con los míos.
- ¿eso responde a tu respuesta? – habla cuando nos separamos, apenas unos centímetros.
- ¿la verdad? No.
Su sonrisa se ensancha y vuelve a unir nuestros labios, con la diferencia que esta vez aprovecho el tacto y sin vergüenza alguna, le sigo el ritmo.
- Podría hacerlo todo el día y aun así no cansarme, pero si necesitas una respuesta verbal, sí, me gustas, y mucho.
…
La noche termino mejor de lo que esperaba, sus labios y los míos tuvieron más de una hora para reconocerse, para sentirse y familiarizarse, hablamos un poco, casi nada en realidad, pero lo que, si me dejo claro, es que yo le intereso y eso maldición, eso me volvió loca de alegría.
- Hasta que llegas – mi nona me da un susto de aquellos al recibirme en la penumbra de la sala de estar.
- Nonita, casi me matas de un infarto.
- ¿yo? Mocosa insolente, casi me matas tú de un infarto – gruñe molesta – mira la hora que es – exclama con enojo mientras que, con una seña, me enseña el reloj de pared que marcan las 23:48
- Es que… - me debato en decirle o no, pero la emoción y la necesidad de contarle a alguien todo lo que he vivido me supera – estoy enamorada, abuela. – el rostro de mi nona se relaja y me siento feliz de poder decirlo en voz alta.
Ambas subimos las escaleras y nos metemos en mi cuarto, le cuento todo y aunque cree que es muy rápido todo, me apoya incondicionalmente, sin contar que me exigió cuidarme y me obligo a ir al ginecólogo, mujer exagerada.
…
La mañana siguiente, bajo a desayunar más feliz de lo normal al recibir un mensaje de buenos días de Julián y sé que podría acostumbrarme muy rápido a esos pequeños detalles.
Lástima que la felicidad dura poco.
Al llegar a la mesa, me encuentro con mi padre y Amelie charlando, esa punzada de envidia y celos aparece nuevamente en mí y me siento desubicada en el lugar.
- Buenos días – saludo.
- Buenos días, Emma. – me responde Amelie con una sonrisa de oreja a oreja, mientras mi padre se dedica a finalizar su desayuno.
- ¿Podríamos hablar? – tomo el coraje y le pregunto.
- Claro – responde sin problemas dándome la invitación a que continué.
- A solas. – se contiene de rodar los ojos y eso, aunque no quiera, me lastima.
Se pone de pie con muy pocas ganas y camina sin decir nada hacia su despacho, siguiendo sus pasos, voy tras de él.
Al entrar, cierro la puerta mientras él se sienta en su silla, donde parece el todo poderoso, siempre creí que mi padre era un hombre atractivo, inteligente y con una personalidad avasallante y aun no entiendo cómo es que recién ahora me doy cuenta de su cambio de actitud.
- ¿y bien? – me incita a hablar.
- Necesito…
- Dinero no tengo, estoy en medio de una inversión y no puedo darme el lujo de malgastar – me corta de entrada.
- No, no era eso. – respiro buscando un poco de aire y tranquilidad, pero siento como que ninguna de esas cosas está a mi alcance. – el otro día escuche la discusión que tenías con mi abuela – inicio.
- Te has vuelto maleducada – me reprende y veo sus ojos carentes de cariño y quiero llorar, porque eso solo es para conmigo, la manera en la que mira a Amelie es completamente diferente.
- ¿Por qué dijiste que por mi culpa perdiste tantos años de vida de Amelie? – y con miedo a la respuesta, me preparo para recibir el golpe.