Cap 2

1551 Words
¿Cuántas veces a lo largo de mis 22 años he querido tirarme al suelo y llorar? Un sinfín de veces, y esta ocasión no es la excepción, quisiera poder encerrarme en mi habitación, tirarme al suelo frio y abrazarme a mis piernas hasta que el dolor que se produce en mi pecho frene, sin embargo, me quedo de pie, observando como esa chica abraza a mi padre como si lo conociera de toda la vida, como él le devuelve dicho abrazo incluso con más ganas que ella. - Que bueno que estes aquí, mamá me dijo que llegarías hasta mañana. – habla la chica que observando bien es muy parecida a mi yo de años atrás, con la diferencia que hay algo que la hace brillar. - Hubo un cambio de planes – comenta mi padre Con una sonrisa que derrocha demasiado cariño mientras le acomoda un mechón de su cabello castaño detrás de la oreja y como si de pronto recordara que yo estaba ahí, parada a unos pasos de ellos, se obliga a mirar hacia atrás y alejarse de la chica. - ¡Oh! ¿es ella? – es lo único que dice antes de lanzarse a mis brazos dejándome sorprendida por tal efusividad. – no sabes las ganas que tenia de conocerte. - Eh… - las palabras no salen de mi y mi padre se ve en la obligación de interferir. - Amelie, cariño, ella aun no lo sabe – comenta sin dejar de mirar a la que ahora sé, se llama Amelie. - Oh, lo siento. . sus mejillas se tornan rosas y baja su rostro avergonzada, yo la observo sin saber que pensar, sin saber que hacer. Hay algo dentro de mi que me dice que toda esta actitud es forzada, que ella no se alegra de verme aquí y es que yo tampoco estoy alegre de estar aquí, junto a ella, quien aún no sé quién es con certeza. La orden de mi padre que ingresemos me hace actuar en modo automático, ingreso a la gran casa que esta frente a nosotros y sin prestarle atención a nadie, subo las escaleras directo a mi habitación y es cuando recibo la segunda sorpresa del día. Mi habitación, la cual he usado desde que soy una niña, cada que venia a ver a mi abuela y la que he decorado a mi gusto, hoy se ha convertido en un terrible vomito de unicornio donde el rosa predomina. Me regreso al pasillo con la firme idea de que me he confundido de habitación, pero efectivamente estaba en mi habitación, o por lo menos la que alguna vez lo fue. Ingreso con mi mano temblando y observo cada detalle, las fotos, los trofeos, todo perfectamente acomodado dejándome ver la perfecta vida de la persona que la habita y entonces un carraspeo me hace voltear. - Me dijo la abuela que podía tomas cualquier habitación y esta era la que más luz tenía. - Lo sé – digo evadiendo el hecho de que llamo abuela a mi abuela. - Espero no te moleste. - ¿Dónde están mis cosas? - Oh, las trasladamos a la habitación del fondo. La habitación del fondo. La única habitación de la casa que carece de la luz natural del sol. La única habitación que desde niña me parecía sombría y me duele, porque mi nona lo supo siempre. - Esa habitación es oscura. - Pues, creí que no sería importante, ya que todas tus pertenencias son… sombrías. sonrió al tiempo que niego y aun con mi valija a rastras atravieso el pasillo en dirección a la que será mi habitación de ahora en más. Un escalofrío me recorre el cuerpo y dejo escapar la primer lagrima del día, pero la limpio enseguida al escuchar la voz de la mujer que me ha visto crecer. - Emma, cariño. - Nonita – corro a su encuentro y me fundo en sus brazos. Tres meses pueden significar muy poco y a su vez muchísimo, en este caso, tres meses si ver a mi abuela querida se me hizo una eternidad - ¿Cómo estás? – se separa de mi abrazo – pero mira que delgada te has puesto. - Claro que no, nona, si me la paso comiendo – digo entre risas. – pero si quieres alimentarme más, no me opongo. Su sonrisa se hace grande y me hace señas para que la siga directo al comedor, pero nuevamente no contaba con que también llame a Amelie, cosa que me hace sentir nauseas. Al bajar las escaleras, puedo escuchar voces y risas provenientes de la cocina y mi alma cae al suelo al ver a mi padre demasiado acaramelado a una mujer que reconozco fugazmente. Su asistente. - ¿Qué se supone que es todo esto? – hablo haciendo que se separen. - Emma, yo… - ¿Era esto lo que me tenias que decir? ¿Qué la zorra de tu asistente logro…? - Ni se te ocurra seguir por ese camino – me corta enojado. – quiero que respetes a Rebecca, ella es mi mujer. ¿Cuántas sorpresas más me esperan el día de hoy? Tengo miedo de decir que esto no puede ser peor, porque el universo parece confabularse en mi contra. Niego frenéticamente con la cabeza y me rio histérica. - Tienes que estar bromeando. - No, no lo hago y aunque quiera tener más tacto al decirlo, quiero presentarte a Amelie, tu hermana. - Si, bien, ya. Dime ¿Dónde estás las cámaras ocultas? - Hija – mi nona se acerca a mi y me envuelve en sus brazos, pero la alejo en cuando termino de comprender que ella también lo sabía. - Tu… - asiente en respuesta sin necesidad de que termine de formular la pregunta. – Es que… - Cuando me enteré de que tenía una hermana más grande también me tomo por sorpresa – habla Amelie. – yo era una niña aun y no entendía porque no estábamos juntas, siempre desee tener una hermana con quien compartir y ahora que estas aquí… - Emma – el grito de mi padre se escucha hasta la puerta de entrada por donde salí corriendo sin dirección alguna. De pronto la casa se me hizo pequeña, las paredes consumían todo el oxigeno y mi pecho dolía, camine a paso veloz, corrí unas cuantas cuadras hasta llegar al verdoso parque de la ciudad, el pecho me dolía aún más, ni siquiera la brisa fría de otoño lograba que el aire entrara a mis pulmones y el césped del parque no era lo suficientemente firme como para sostenerme. Llegue a una banca solitaria, justo frente al pequeño lago y por fin me deje ir, perdí la noción del tiempo y solo cuando mis labios temblaban por el frio me percate de lo tarde que era y me debatí en volver a casa o no; no quería, realmente no quería volver, pero los relámpagos iluminando el cielo amenazaban con dejar el cielo caer, por lo que, ajustando mi fina chaqueta, emprendí el camino de regreso a casa. … El camino de regreso a casa se me antojo largo ¿Cómo es posible que no me percate de eso al momento de huir? Huir. Como odio esa palabra. Como odio lo que representa. Como odio lo débil que me hace sentir. Aprieto mis manos en puños logrando que mis uñas se claven con fuerza en las palmas de mis manos y tomo valor para entrar. Las luces están tenues, haciendo el ambiente acogedor y los murmullos provenientes del comedor me llaman a ir hasta allí, pero me detengo cuando logro escuchar mi nombre. - No mamá, no puede ser que siga con esa actitud. - Señora Mery, Víctor tiene razón, Emma tiene que madurar y dejar de comportarse como una niña malcriada. - Tu no sabes de lo que hablas Rebecca, Emma esta… - Abu, entiendo que la quieras, yo lo hago, aunque no la conozco, pero amo más a mi padre y no soporto ver como sufre a causa de su actitud. - ¿Sabes que dejo la carrera? Por tercera vez – comenta y puedo sentir la decepción en su negativa. – creo que le he dado todo lo que quiso y eso ha hecho que se comportara como una niña malcriada y maleducada. - Claro – digo sin poder seguir soportando las palabras de mi padre –. Para ti jamás he hecho nada bien y claro, ahora lo entiendo – observo a las mujeres sentada junto a mi padre, sonrío y sin decir más, doy media vuelta directo a las escaleras para adentrarme en la oscura habitación. Que ironía, somos iguales. Pienso mirando cada ángulo de la habitación. Y con esos pensamientos, me quedo dormida. NOTA DE AUTOR: si llegaste hasta acá, solo quiero decirte gracias. esta historia la vengo pensando hace bastante y honestamente si logro plasmar en los capítulos todo lo que ronda por mi cabeza, sé que será del agrado de muchos, sobre todo porque es una historia de autosuperación y que de alguna u otra manera me identifica (excepto en el amor, soy un asco para eso ?). bueno, espero que me den una oportunidad y me regalen un corazón así tengo la posibilidad de llegar a mas lectoras.
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