Era cierto, él no se caracterizaba por su paciencia y amabilidad. Desde el primer momento que lo conocí, su actitud había sido la de alguien que disfrutaba ejerciendo su autoridad. Sus comentarios sarcásticos y burlones eran su forma de comunicación más habitual, siempre buscando la manera de hacer sentir a los demás inferiores o incómodos. Había presenciado cómo usaba su posición para intimidar a quienes se interponían en su camino, y su temperamento explosivo no era ningún secreto entre quienes lo conocían. Carolina no tardó mucho en regresar, esta vez con una carpeta en las manos. Desde mi lugar, logré distinguir que dentro de ella había los mismos papeles con textura peculiar que Valeria nos había tendido, aquellos en los que Sara y yo habíamos puesto nuestras huellas. La conexión en