Mientras el maestro Alden hablaba, sentí una oleada de desinterés y frustración. No solo era mi primer día en la universidad y ya había tenido que lidiar con gente desagradable, sino que ahora tenía que soportar una clase sobre mitos y leyendas que no me provocaban absolutamente nada. Para mí, los cuentos de terror eran aburridos y predecibles, y no lograban emocionarme en lo más mínimo.
Durante las próximas dos horas, me mantuve garabateando en mi cuaderno, tratando de encontrar la manera de hacer pasar el tiempo más rápido. Mis dibujos no tenían sentido, eran solo una mezcla de líneas y figuras abstractas que reflejaban mi deseo de escapar de aquella monótona lección.
Ocasionalmente, miraba a Sara, que parecía estar bastante interesada en la clase. Le sonreía de vez en cuando, pero mi mente estaba en otro lugar, rezando para que esto terminara de una vez.
En un momento, decidí mirar a través de la ventana. El cielo, que había estado despejado al inicio de la clase, ahora se había tornado oscuro. Las nubes negras se arremolinaban ominosamente, y un viento fuerte comenzó a agitar las ramas de los árboles cercanos. Parecía que pronto llovería.
Mientras observaba el cambio en el clima, divisé una figura familiar cerca de uno de los árboles. Era el chico que se había presentado como Lucas más temprano. Estaba apoyado contra el tronco, con una actitud despreocupada, fumando un cigarrillo. A pesar de los numerosos anuncios que prohibían fumar en el campus, parecía no importarle en absoluto.
Mis ojos se detuvieron en él por más tiempo del que esperaba. Ahora que lo veía mejor, me di cuenta de que era sumamente atractivo. Tenía un aire misterioso y rebelde, con su cabello desordenado que caía en suaves ondas oscuras sobre su frente, enmarcando su rostro de manera despreocupada pero cautivadora. Su mandíbula era fuerte y bien definida, acentuada por una ligera sombra de barba que le daba un aspecto algo rudo.
Sus ojos, de un azul profundo, tenían una mirada intensa y penetrante, como si pudieran ver a través de las personas. Todo en su postura y actitud gritaba confianza y desafío, como si el mundo tuviera que adaptarse a él y no al revés.
De repente, Lucas levantó la cabeza y nuestras miradas se cruzaron. Me quedé inmóvil, sorprendida y avergonzada por haber sido descubierta observándolo. Aparté rápidamente mis ojos, intentando enfocarme de nuevo en mi cuaderno.
Finalmente, el timbre sonó. Recogí mis cosas rápidamente, deseando salir de ahí lo más pronto posible.
—¿Te vas a la residencia? —preguntó Sara mientras guardaba sus pertenencias.
—Sí, necesito un poco de aire fresco —respondí, forzando una sonrisa.
Caminamos juntas hacia la salida del edificio. Al hacerlo, la brisa fresca de la tarde nos recibió, trayendo consigo el aroma de la lluvia inminente. Las nubes oscuras habían cubierto completamente el cielo y pequeñas gotas comenzaban a caer.
Notamos a Lucas, ahora recostado sobre una pared cercana, con una actitud despreocupada como si estuviera esperándonos. Tratamos de ignorarlo y continuamos caminando, pero nos detuvimos en seco cuando su voz resonó, firme y clara.
—Aún no se han registrado —dijo, observándonos con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—¿De qué hablas? —le respondí con un tono de incredulidad—. Si no nos hubiéramos registrado, no estaríamos aquí tomando clases.
Lucas negó con la cabeza y su expresión se volvió más seria.
—No me refiero a eso —dijo, cruzando los brazos sobre su pecho.
De la nada, como si hubiera sido llamada, Valeria apareció. Se colgó del cuello de Lucas y lo besó con familiaridad. Me sorprendí al ver la escena, especialmente por el beso inesperado. No tenía ni idea de que ellos fueran pareja.
Con un gesto de cabeza, Lucas, nos señaló y empezó a hablar con su novia.
—Aún no están en el anuario —dijo, con tono firme.
Me quedé perpleja. ¿Anuario? No entendía a qué hacía referencia.
Valeria también parecía confundida.
—Es extraño. Carolina suele encargarse de eso —dijo ella, mirándolo.
Él simplemente respondió con una leve sonrisa irónica.
—Ya ves.
¿Carolina? Ese nombre resonó en mi cabeza...por supuesto, "Caro," como la llamó la chica bajita que estaba con la rubia agresiva de esta mañana. Empecé a conectar los puntos. Me di cuenta de que había algo más profundo en sus relaciones. Parecían formar parte de un grupo cerrado y exclusivo, donde cada uno desempeñaba un papel específico. Era como si todos estuvieran conectados por algún tipo de vínculo invisible, una red de lealtades y secretos que yo apenas comenzaba a entender. Claramente, Dios los hace y ellos se juntan.
Valeria abrió su mochila y sacó una carpeta. Dentro, había varios papeles robustos grisáceos que jamás había visto en mi vida.
—¿Lo tienes? —preguntó ella, mirando a Lucas.
Él asintió y sacó de su bolsillo un pequeño huellero. Pero no era uno normal, al menos no para mí. En lugar de la tinta clásica negra, contenía una tinta marrón oscura que parecía casi... orgánica. Lucas lo sostuvo con naturalidad, como si aquello fuera lo más normal del mundo.
Valeria se giró hacia nosotras con una sonrisa, finalmente haciéndonos parte de la conversación. Nos mostró el tablero o aquel papel con textura extraña y dijo:
—Regístrense, por favor.