Era hora de volver a mi rutina de ejercicio, estaba ajustando mis tenis, cuando Elahe estira y toma mi brazo, me giro para verla y está semidesnuda, con el cabello en su cara. — ¿A dónde vas? – dice con la voz ronca. — A correr ¿quieres venir? – niega con la cabeza. La cubro con la sabana. – La resaca te está matando ¿verdad, nena? — Quiero morirme – susurra quitando su cabello de la cara. — Te haré un buen desayuno cuando regrese – acarició su mejilla. — Llévate a Ikuth – dice mirándome. – Por favor – hace un puchero. – Te prometo que yo me encargaré de él. Odio a los malditos Hellhound, pero no puedo negarle nada a está mujer. — Si no ha destrozado nada, puede que me lo lleve – la miró. – Me voy, no hay que llegar tarde, recuerda hoy es la conferencia de prensa. — Lo sé – to