Mientras surgía los acontecimientos en el ducado de Jade, Brett y Eber viajaron con Panambi y Sofía hacia el ducado de Celeste. El vehículo estaba hecho con vidrios blindados, capaces de repeler las balas. Y debido al atentado que casi sufrió la reina en el pueblo Verde, esta vez iban acompañados por un pequeño ejército de soldados, comandados por el capitán real, montados en potentes motonetas capaces de resistir largos trayectos en ruta. Eber se sentía emocionado como un niño. No paraba de señalar el paisaje una y otra vez, lanzando sus comentarios: - ¡Miren! ¡Que choza encantadora! ¡Y qué verdes son los árboles! ¡Hasta el cielo es de azul intenso! - Según tengo entendido, el ducado de Celeste conformaba parte de la colonia del Oeste – dijo Brett, mirando el mapa –