De repente me sentí muy consciente de lo ligero que estábamos vestidos. Pies descalzos, un vestido blanco suelto de tela fina caía hasta nuestras rodillas. El vestido tenía pequeñas correas sobre nuestros hombros, haciéndonos lucir aún más desnudas. Mi corazón latía tan rápido y fuerte que podía saborear el golpe entre mis labios. Los ojos quemaban mi piel desde atrás, mirándonos desde todas las direcciones. Hambriento, enfocado. Mirada codiciosa que absorbía cada curva. Cada pulgada de piel expuesta. Me sentí desnudo y expuesto. Apretando los dientes, hice todo lo posible para olvidar, para cerrar a todos menos a mí mismo. El hombre de la noche anterior, a quien tuve que llamar Alfa, salió al campo abierto entre nosotros y el denso bosque. "¡Señoras!" Su voz exigía poder y ate