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1150 Words
Albert observó con el ceño fruncido a Caín, quien lo esperaba en su despacho. No lo había llamado y su hijo favorito no era de hacerle visitas, por lo tanto le extrañaba el tenerlo en su despacho, esperándolo.  -¿Qué necesitas, hijo? -preguntó y Caín volteó a verlo. Albert cruzó mirada con el y un recuerdo vino a su mente. Recordó aquel día en que decidió adoptar los niños que pudiera, siendo Caín el primero. Esos ojos verdes llenos de dolor y a la vez inocencia, le hicieron sentir una calidez en su pecho que jamás había sentido. Ahora su primer hijo era un hombre, sabía que era buena persona a pesar de toda la mierda. Lo único que lamentaba es que hubiera perdido esa chispa de inocencia en su mirada y la alegría que lo caracterizaba. -Tenemos que hablar. -soltó Caín y el suspiró.   -¿Puedo saber de qué? Porque no te he citado. -respondió Albert. -Layla.  -Oh, la chica robusta. -recordó Albert.  -Su jodido nombre es Layla. -gruñó el. -Como sea, ¿qué quieres hablar de ella? -preguntó.  -David está arruinando su vida y dudo poder conseguir información, no me sorprendería un día encontrarme con que se suicidó. -murmuró Caín mientras sujetaba con furia su pantalón.  -¿Qué le hace ese imbécil? -preguntó Albert molesto. -La golpea, hace tres días ella estuvo en el hospital. Una muñeca rota y contusión en la cabeza. -comentó el castaño.- David no sabe que soy su vecino, ni siquiera imagina que me hablo con ella. -Ese, es un punto a nuestro favor. -murmuró su padre y Caín suspiró. -Quiero saber porque Layla es importante para David. -exigió el joven. -¿Por qué debería interesarte saber eso?  -¡Dímelo! -exclamó.- No sé si me controle la próxima vez que le vea acercarse a Layla... Está acabando con ella.  -Veo que te importa hijo. -pronunció Albert y Caín levantó la mirada. -No me vengas con estupideces. -gruñó Caín poniéndose de pie.- Sabes lo que pasó con Casidy. Murió en mis malditas manos por ese infeliz. -recordó. -Ya ya. Tranquilo. -murmuró Albert aburrido de la conversación.- Es la única que ha aguantado sus mierdas, le ayudó a salir adelante pero el volvió a caer. A pesar de eso, ella siguió ahí para el. -dijo su padre tomando la carpeta con información de Layla. -Lo ama... -susurró Caín con un tono molesto. -Quizás lo amaba, estoy seguro que sigue estando para el por otro motivo. -mencionó Albert y Caín asintió.  -La tiene amenazada, pero Layla está empezando a perder la razón. Lo vi en sus ojos. Está al límite. -explicó el castaño.  -Cuando te dije que te ganarás su confianza en ningún momento mencioné que no podías acercarte a ella, ser su amigo.  Caín frunció el ceño. ¿Ser su amigo? ¿Qué era ésto, el kinder? Negó rápidamente y Albert bufó.  -Te haría bien a tí y la ayudarías, ganan ambos. Piénsalo. -aconsejó Albert saliendo del despacho.  Caín bufó y no pudo evitar considerar la idea. Siempre marcaba un límite entre Layla, evitaba acercarse mucho, hablarle suave, incluso dedicarle miradas o sonrisas. Estaba cerrado a ella y quizás así nunca lograría ganar su confianza. Aunque ella le había confesado todo en su momento de desahogo. Entonces recordó las estúpidas palabras que le dijo, que el era peor que David. ¿Y si ella ahora le temía? No sabía que sentiría si ella comenzaba a evitarlo, pero estaba seguro que no quería tenerla lejos. De alguna manera, se había acostumbrado en las últimas semanas a estar a su alrededor. -Tengo que arreglar ésto. -murmuró y salió rápido de ahí.  Compró una rosa de camino al edificio, aunque iba contra su persona, quería acercarse a Layla. Después de Casidy no había intentando acercarse a otra persona, sólo tenía a Lian y a su estúpido mejor amigo.  Llegó al departamento y se sorprendió al ver la puerta entreabierta. La empujó intentando no hacer ruido y se sorprendió al ver a David ahí. El volteó y se miraron cara a cara. -¿Qué haces tu aquí? -preguntó David molesto. -Oh nada, ando de visita. -murmuró Caín sonriendo. -¿Y esa rosa? -murmuró David comenzando a sentir su enojo crecer. -Para alguien.  -Mierda , ¿te estás viendo con mí jodida mujer? -exclamó David arremetiendo contra el. Caín sonrió y lo esquivó con facilidad. David se chocó contra la pared y se quejó mirando a Caín. Sus ojos demostraban que había estado consumiendo, apenas y coordinaba sus movimientos. -¿Tu mujer? No sabía, ahora uno golpeaba a su mujer porque supuestamente la quiere. -se burló Caín.  -Lo que haga con ella o no, no te incumbe Caín. -respondió David encogiendo sus hombros y riendo. -No volverás a golpearla porque prometo que por cada marca en su cuerpo, tendrás tu una mucho peor. -amenazó el castaño y el rubio rió.  -Estaría molesto con ella si supiera que siente algo por tí pero ¿sabés qué? -pronunció David y Caín negó.- Te tiene tanto miedo como me lo tiene a mí. Parece que metiste la pata Ca. -¿Qué mierda? -murmuró Caín lanzándose a David. En eso Layla que llegaba de hacer las compras, apareció frente a ellos. ¿Qué hacían esos dos a punto de pelear? Pero más allá de eso, ¿qué hacían dentro de su departamento? Sin pensarlo, rápidamente soltó las bolsas y se interpuso entre ambos. -¿Qué les pasa? Por dios, calmense. -pidió.  -¿Así que me engañas Layla? Encima, con un viejo amigo. -pronunció riendo David y ella lo miró confundida.  -¿Has venido drogado o qué? De todas maneras te dije bastante claro, que me dejarás tranquila por un tiempo. -le recordó la chica, manteniendo un semblante serio. Caín sonrió al ver que Layla estaba mirando de frente a David, evitando que éste le hiciera algo a él. Sin darse cuenta, ella lo estaba eligiendo y por alguna razón eso le hacía sentir bien.  -¿Ustedes se conocen? -preguntó y volteó a mirar a Caín.  Su rostro se veía mejor y había adquirido algo de color, ya no estaba pálida. El bufó y asintió.  -No creas que somos amigos. -gruñó Caín.- Ésta basura hace tiempo dejó de ser alguien para mí.  -Que rencoroso Ca. -sonrió David.- Como sea, Layla quiero saber, qué en el maldito infierno hace éste aquí. -Es mí vecino. -murmuró ella.- Y si me disculpas, quiero que te marches de inmediato. David levantó sus manos en señal de rendición y se marchó a pasos lentos, no sin antes besar ruidosamente la mejilla de Layla, quien hizo una mueca de asco. -Ésto me traerá problemas.  -susurró cerrando la puerta.  Y  Caín supo a que se refería. Quizás había actuado sin pensar y ahora su familia podría pagar por su impulsividad. Mierda, en vez de enmendar las cosas, las cagaba más.
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