Un leve roce con la yema de los dedos por lo largo de mi brazo derecho, me hacen salir del profundo sueño al que había entrado. Una pequeña sonrisa se forma en mis labios, a la vez de que me remuevo en la cama, dejándome consentir por aquellas caricias con las que tanto tiempo soñé. —Buenos días, dormilona —su voz justo sobre mi oído, provoca que toda mi piel se ponga de gallina. Joder, ni siquiera recordaba a qué hora había logrado quedarme dormida. Nos habíamos quedado hablando hasta altas horas de la madrugada, haciendo algunos paréntesis para hacer el amor, me sentía cansada, pero dichosa, estaba feliz, aquello me parecía un sueño, uno del cual no quería despertar jamás. —¿Qué hora es? —pregunto de forma soñolienta al abrir mis ojos con lentitud. —Cerca de las once —él sonríe, se e