Una nueva oportunidad.

1180 Words
Emily voltea temblando y se queda mirando a su interlocutor sintiendo deseos de correr a sus brazos y limpiar sus lágrimas con sus besos, borrando todo mal momento lo cual es completamente ilógico sí se tiene en cuenta que es la primera vez en sus vidas que se ven, eso en definitiva es algo que no logra comprender. Camilo y Emily se miran sintiendo que su mundo se paraliza y que nada ni nadie puede interferir en lo que están sintiendo, cada uno es preso de sus emociones, no escuchan nada más que el latir de sus corazones los cuales parecen que se romperán en un parpadear, desean poder hacer o decir cualquier cosa, pero son incapaces de hacerlo con coherencia alguna. Sin poder evitarlo intentan acercarse tras interminables segundos de silencio. Pero como todas las historias en esta las reacciones no son como se deberían presentar, Emily reacciona al sentir la mano de Damián quien le llama rompiendo el momento, ella siente que su corazón se ha desgarrado lentamente y un gemido en forma de sollozo sale de lo más profundo de su ser sin conseguir comprender a que hace referencia todo lo que está sintiendo. —Emi, él es mi papá —interviene el pequeño rompiendo el momento que para los adultos era una especie de reencuentro entre almas gemelas, Camilo mira a la joven sintiendo que ella es la causante de sus incontables noches de desasosiego y visiones que viene teniendo en donde las cosas no son como él las vive sino como su subconsciente se empeña en demostrarle. —Eh —Camilo se aclara la garganta incomodo intentando demostrar una tranquilidad que está lejos de sentir —un gusto señorita —sin poder evitarlo hace una reverencia la cual conmueve en lo más profundo de sí a Emily sintiendo que es mucho más de lo que ve y lo que hay en el ambiente, es como sí un halo de luz los comenzará a iluminar de una forma en que ninguno quiere ni puede romperla. —Emily Rose —le ofrece su mano de manera formal, pero se estremece cuando él se la besa y le sonríe de tal manera que siente como si ese momento ya lo hubiera vivido, sin lograr entender todo lo que está sucediendo. —Imagino que sabe que soy Camilo Arango —sonríe de medio lado viendo sus mejillas enrojecer tomando su reacción con real encanto y emoción, algo que no debería de sentir sí se tiene en cuenta lo que vio entre su mujer y su empleado horas antes, pero ver a Emily ha sido una especie de bálsamo en un momento tan terrible como él que está viviendo. —Así es —Damián sonríe tomándolos de la mano como si fuesen una familia en el más puro de los sentidos. Emily se ha quedado sin palabras, pero es un silencio encantador que ninguno está dispuesto a romper. Camilo sonríe sintiéndose extrañamente cómodo con la compañía de Emily con lo que sin premeditarlo la abraza sintiendo una corriente eléctrica que jamás imagino sentir en su vida haciendo de su encuentro una cautivadora visión de lo que será ser feliz. Todo parece marchar bien cuando una de las empleadas del servicio llega tomándolos por sorpresa haciendo que la magia del ambiente se desaparezca sin dar tregua alguna para hacerles volver a la realidad, una realidad en donde Emily es la niñera de Damián y Camilo es un hombre de familia y el jefe de la joven, las relaciones entre jefes y sus empleadas nunca se le antojaron tan odiosas como en esos momentos, simplemente es algo horroroso el solo pensar en tener algo con una señorita que lo único que ha hecho es conmoverlo hasta lo más profundo de su ser. —Lo siento no fue mi intención —se aparta sonrojada y sin poder evitarlo su voz suena titubeante, no comprende la familiaridad que siente cada vez que Camilo la mira y esa sensación de paz que se apodera de su ser con cada momento que pasan juntos. —No te disculpes, en realidad —busca las palabras para lograr definir la situación —deja así, ya te puedes ir —dice en un tono de voz odioso y distante que logra ponerla en su lugar. —Si señor —se siente humillada por la manera tan abrupta en que la ha tratado tras un encuentro sumamente emotivo —adiós, Damián. —Adiós Emi —se despide sintiendo la tensión de los adultos y la forma en que sus sueños se van al garrete con lo que ha sucedido. Emily se despide de la manera más profesional posible de su jefe pues lo que menos desea es seguir dando una mala impresión, sin poder evitarlo se siente inmensamente triste y acongojada mientras el sentimiento de vacío se apodera de toda ella haciéndola volver a su realidad, una que la deja con un horrible mal sabor y más cuando se cruza con Ana de Arango, el fiel recordatorio de que ella es solo una empleada más, nadie importante, a decir verdad. —Señora Arango —dice a modo de saludo —¿cómo está? —intenta recobrar su postura. —Bien, Emily mañana debo ir al club por favor no olvides pasar lo antes posible a la hacienda —la joven de ojos verdes asiente —bien, nos vemos luego. Emily pasa por la iglesia sin dejar de pensar que algo o alguien le hace falta y esa sensación lleva con ella desde que empezó a trabajar en casa de los Arango como medio para conseguir ingresos y ayudarse con algunos gastos. Toma aire y se encuentra con el sacerdote a quien sin poder evitarlo le cuenta de la sensación que la recorre en esa casa además de lo sucedido con su jefe, aunque de cierta forma es un fetiche para ella no es gracioso ni gratificante sentirse así y más cuando el causante es un hombre casado. —No sé padre, odio decir esto, pero cada vez siento como si esa casa fuera mía y... —niega con la cabeza —sé que evidentemente no es así, pero sigo con esa sensación, la última vez tomé el libro de Damián para leerlo y nada más hacerlo me dieron unas ganas horribles de llorar, una vez el niño se equivocó y me llamó madre, no sabe la emoción que sentí —dice con cierta confusión omite comentarle lo que sintió al ver a Camilo. —No lo sé hija, alguna vez leí sobre ello y... —Es una cruel locura, ese hombre ni me conoce lo suficiente y ni qué decir del niño... tiene madre, ellos son un hogar y me siento como una intrusa, creo que dejar de ver a Daniel me ha hecho ponerme así —acota a modo de susurro para sí misma. —¿Quién es Daniel? —inquiere el sacerdote. —Es mi prometido, ahora mismo está en la armada y espero a que tenga un tiempo de descanso para concretar el matrimonio —sonríe pesarosa.
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