Capítulo 15

1060 Words
Cuando llegaron a casa, Angus le preguntó a Victoria si quería algo en especial para cenar. —No, vamos a comer algo suav, al menos que tú desees otra cosa. —¿Estás segura?. —Claro, puedo preparar unos sandwiches de jamón y queso, y jugo. ¿ Te parece bien? —De tús manos esos sandwiches sabrán a gloria. Enseguida Victoria se fue a la cocina y después de esa cena ligera. Estaban sentados juntos en el sofa del salón, esa cercania les llevó de nuevo a su torbellino emocional. Aquella conexión, aquel sentimiento de pertenencia con otra persona, le estaba resultando completamente inesperado. Así acurrucados mirando cómo el cachorrito dormía en su cama. El suelo estaba cubierto de juguetes y de empapadores para el gatito, aunque Angus, sospechaba que le habían enseñado ya a hacer a sus necesidades. Harry pensaba que tenía entre tres y cuatro meses y era de una r**a Angora Turco, de un pelaje blanca con ojos azules cómo los de Angus, y faltaba saber cómo lo llamarían. —Es tan bello cuando está dormido. –comentó Victoria. —Dijiste lo mismo cuando estaba despierto. —Creo que deberíamos llamarle Cielo, por el color azul de sus ojos. —Sí, la verdad es que le va muy bien. —Genial. Ya tiene nombre y casa. —¿Y qué vamos a hacer con él cuando volvamos al trabajo? –le preguntó Angus . —Puedo llevármelo conmigo. —¿Y cuándo tengas que ir al embarcadero a supervisar? —Mi secretaria cuidará muy bien de Cielo… o podrías hacerlo tú. —Bueno, ya veremos cómo lo solucionamos. También podemos contar con Eddy o de un albergue para que pase allí el día. Harry me dijo que había una no muy lejos de aquí. —Bueno, supongo que si él la recomienda… A Angus, se le ocurrió que parecía que a su esposa le costaba tanto confiar como a él, en especial en lo que era importante para ella. Se preguntó a qué se debía, aunque suponía que el hecho de que sus padres la abandonaran en manos de un abuelo gruñón tenía mucho que ver. El teléfono de la casa comenzó a sonar. Angus, de mala gana, se levantó para responder. Su abuela era la única persona que seguía llamando a aquel número, por lo que no tenía ninguna duda de que llamaba para saber cómo iba su matrimonio. —Esperaba que me llamaras –dijo Flora en el momento en el que Angus, descolgó el teléfono–. ¿Por qué no estáis todavía en Southampton? —He estado ocupado conociendo a mi esposa, ya sabes, la mujer con la que me emparejaste. Además, queríamos regresar a casa. ¿Cuándo te has enterado? De todos los nietos, él era que manejaba a Flora a su antojo. Ninguno de los otros se atrevería a ser tan descarado. —Cuándo y cómo me haya enterado no importa. ¿Va todo bien? –le preguntó, ignorado la indirecta. Angus, miró a Victoria, que estaba leyendo una revista de embarcaciones que había tomado de la mesa. —Tan bien como se podía esperar. —Oh, por el amor de Dios, Angus. Deja de respuesta esquivas. —No sé a lo que te refieres –bromeó él. —¿Te gustaría que fuera a hacerles una visita? La firmeza de la voz de su abuela le indicó sin duda alguna que ella estaría dispuesta a romper el acuerdo familiar por el que dejarían en paz a los recién casados durante la luna de miel. —Ya sabes que siempre eres bienvenida, pero, en este caso, creo que deberíamos dejarlo para después. Te aseguro que mi esposa y yo –dijo mientras miraba a Victoria. Ella levantó la mirada en aquel preciso instante–, nos llevamos muy bien y estamos disfrutando aprendiéndolo todo el uno sobre el otro. Además, tenemos un gatito. —¿Un gato? ¿Ya? ¡Qué rápido! –exclamó la anciana encantada. —Nos lo encontramos cuando salimos a dar un paseo por las colinas. Harry prácticamente lo ha devuelto a la vida. Te encantará. —Eso ya lo veremos. Ya sabes la opinión que me merecen los animales. —¿Algo más, abuela? —No. Regresa junto a tu esposa. Una cosa más, Angus… —Dime, abuela. —Sé que los dos pueden hacer que el matrimonio funcione . Flora, colgó el teléfono sin despedirse, pero Angus, ya estaba acostumbrado a eso. Su abuela nunca desperdiciaba el tiempo en tonterías. Era una de las cosas que Angus, más respetaba de ella. Volvió a sentarse en el sofá y tomó a Victoria entre sus brazos. Le gustaba el modo en el que ella encajaba contra su cuerpo. En realidad, le gustaba el modo en el que ella encajaba en su vida. A pesar de ser todo lo que buscaba en una relación, le intranquilizaba porque no estaba preparado para entregar por completo el paso a su pensamiento ni a su corazón. Flora, colgó el teléfono y sonrió. Estaba funcionando mucho mejor aún de lo que había planeado. Nunca se había equivocado en sus emparejamientos, pero le resultaba agradable saber que seguía siendo así. Sonrió de nuevo al pensar en el gato. Parecía que el primero de sus nietos estaba por fin sentando la cabeza. Había empezado a temer que eso nunca ocurriría. Angus, se había mostrado muy reacio al compromiso desde aquel terrible momento en la universidad. Tenía una hermosa casa en las colinas, perfecta para una familia. Dinero de sobra. Una profesión que adoraba y una familia dispuesta a apoyarle en todo lo que pudiera necesitar. Sin embargo, le había faltado la pareja hasta entonces. Sabía que cuando Angus, se entregaba, lo hacía plenamente. El hecho de que una cazafortunas hubiera abusado de aquel amor y de su confianza le enfurecía. Decidió pensar en otra cosa antes de que la ira le provocara otra angina, algo que solo sabían el médico y ella. Relajó la respiración, aclaró la mente y se permitió pensar tan solo en lo que le hacía feliz. En la familia. Parecía que, por fin, su nieto iba a entregar lo más valioso que tenía, su corazón. Solo esperaba que hubiera hecho lo correcto porque sabía que si Angus, entregaba el corazón y se lo volvían a romper, ya nada podría repararlo.......
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