—Victoria… Ella respiró profundamente y tomó una decisión. No tenía nada que temer de Angus. ¿Verdad?
—Mi mayor temor es no ver. Que me coloquen una venda sobre los ojos y me restrinjan la visión para llevarme a una situación tan peligrosa que casi ponga en riesgo mi propia vida… Sí, ese es mi mayor temor –añadió tras una pausa. Angus, se tensó al escuchar aquellas palabras. Además de que siempre había tenido la sensación de haber visto a Victoria, en el pasado, en algún lugar aparte de las escasas ocasiones en las que se habían encontrado en asuntos relacionados con sus empresas, la mención de la venda sobre los ojos y lo de poner en riesgo la vida le hicieron regresar a un momento de su vida que había preferido apartar de sus recuerdos.
—¿Que casi ponga en riesgo tu propia vida? –preguntó. Buscaba confirmación de que ella estaba hablando del incidente que Angus, creía.
—Supongo que debería contártelo todo –dijo Victoria. Se sentó en la cama y dobló las rodillas para llevarlas al pecho. Entonces, se agarró las piernas. Angus, extendió la mano y le acarició la espalda. Estaba decidido a asegurarse de que ella no se sentía sola.
—Solo si te apetece.
—Sí. Es que nunca antes he confiado en alguien lo suficiente como para compartir esto antes.
—¿Te preocupa que lo pueda utilizar en tu contra?
—¡Por supuesto que no! Es que no me gustaría que pensaras de mí de un modo diferente por lo que ocurrió.
—¿Por qué no dejas que sea yo el que juzgue eso?
—Está bien –dijo ella con una frágil sonrisa que le llegó a Angus, al corazón–. Toda mi vida me he esforzado mucho para ser la mejor en mis estudios y en los deportes. Supongo que, en parte, era con la esperanza de que, si les demostraba a mis padres que era una buena chica, tal vez decidirían regresar para que todos pudiéramos vivir como una familia. Cuando me di cuenta de que no importaba nada de lo que hacía, porque ellos no iban a regresar nunca, busqué la aprobación de mi abuelo. Había que esforzarse mucho para impresionarlo. Victoria, se echó a reír. Lo hizo con amargura, sin alegría. Angus, volvió a sentirse furioso con el viejo Jones. Victoria, se merecía mucho más. Ella prosiguió, perdida en sus recuerdos. —Como estaba tan centrada en mis cosas, nunca hice amigos en el colegio.
Cuando no estaba estudiando, estaba entrenando. Cuando no estaba entrenando, estaba compitiendo o ayudando a mi abuelo en el embarcadero. Por eso, cuando llegó la hora de irme en la universidad, decidí ser como todos los demás. Resulta ridículo pensar en todo lo que me esforcé por ser normal. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para encajar. Cualquier cosa. Angus, sintió que el vello se le ponía de punta cuando ella mencionó dónde había ido a la universidad. A la misma que Freya Wood. Deseaba desesperadamente tranquilizarla, decirle que era normal, que siempre lo había sido. Que los que no lo habían sido eran los otros. Sin embargo, si lo hacía, estaría admitiendo su propia implicación. Su propia vergüenza.
—Cuando traté de hacerme m*****o de la hermandad más popular, las pruebas eran muy exigentes. La última se iba a celebrar junto a un lago después de medianoche. La lista de desafíos era muy extensa e implicaba beber alcohol si decía o hacía algo mal. Yo nunca había bebido y los tragos de ginebra se me subieron rápidamente a la cabeza. Terminé haciendo cosas que no habría hecho nunca estando sobria, pero estaba desesperada por ser una más, por formar parte de algo que otros chicos y chicas de mi edad hacían con normalidad. Estaba muy borracha cuando me pusieron una venda en los ojos y me dijeron que tenía que nadar desde la playa a un pontón y luego volver a regresar a la playa. En circunstancias normales, lo habría hecho sin problemas, pero con todo el alcohol que tenía en la sangre, no terminó bien. Estuve a punto de ahogarme. Fallé el desafío y alguien, ni siquiera sé quién, me tuvo que sacar del agua. Terminé en las urgencias del hospital. Me hicieron un lavado de estómago y me pusieron suero para que recuperara la sobriedad. Fue la experiencia más vergonzosa de mi vida. Jamás olvidaré el sermón que me echó el doctor. Por supuesto, no logré entrar en la hermandad y las chicas de las que tan patéticamente había querido ser amiga me dieron la espalda. Fue una lección muy dura, pero la aprendí muy bien. Entonces, decidí regresar a casa y terminé mis estudios en la universidad. Seguí con mi vida, pero todo lo ocurrido me dejó cicatrices. Me dejó un miedo profundo al agua, que logré superar, pero sigo sin poder soportar que me venden los ojos o no poder ver. Me da un miedo terrible.
—¿Y no se lo dijiste nunca a nadie? ¿No informaste al rector?. Angus, ya conocía la respuesta, pero no comprendía por qué no lo había hecho.
—¿Y cómo podía hacerlo?. Elegí participar e hice algunas cosas asquerosas una vez más porque yo quise. Podría haberme marchado o haberme rendido tal y como hicieron algunas de las chicas cuando los desafíos empezaron a ser demasiado descabellados. Algunos hicieron fotos –dijo con un nudo en la garganta–. Me advirtieron de que, si decía algo, esas fotografías verían la luz. No podría haberlo soportado. Resultó más fácil marcharme que ser juzgada por lo que había hecho. ¿Cómo podía ella sentir que podrían juzgarla por lo ocurrido aquella noche? Ella había sido la víctima y la persona a la que habían chantajeado. Como si todo ello no hubiera sido suficiente, la que entonces era la prometida de Angus, había sido la instigadora de todo aquello. Era increíble que Victoria, fuera la chica que sacó del agua aquella noche. Resultaba difícil relacionar la esbelta y competente rubia a la que estaba empezando a conocer con la pobre chica que había sacado del agua. Por aquel entonces, estaba algo más gordita y tenía el cabello largo y mucho más oscuro, más castaño que el rubio que tenía en aquellos momentos. Su aspecto era completamente diferente. Irreconocible. Aquella noche, nadie mencionó su nombre ni sabía quién era. Victoria, tan solo sabía que tenía problemas y que había que ayudarla. La había salvado. Después, Freya le suplicó que no llamara a la policía. Le prometió que cuidarían de la chica y le convenció de que lo que había ocurrido era simplemente una broma que se les había escapado de las manos. Que no había habido nada malicioso. Guardar silencio iba en contra de todo lo que se le había enseñado a Angus, sobre el bien y el mal y se había enfadado mucho con Freya. Sin embargo, era su prometida. La amaba. Había planeado una vida junto a ella. Tenía que creerla, confiar en ella. Y eso fue lo que hizo hasta que, unos días más tarde, oyó que Freya hablaba sobre lo mucho que se habían reído y cómo él les había aguado la diversión. Angus, se dió cuenta de que sus amigos, los mismos que le habían dicho que Freya, lo estaba utilizando, tenían razón sobre ella. No podía pasar el resto de su vida con una mujer tan malvada y cruel como ella. Había sido un tonto y, en ese momento, había perdido la fe en sí mismo.
Miró a Victoria, con nuevos ojos y comprendió que deseaba volver a salvarla. Salvarla del terrible sentimiento de culpabilidad que aún llevaba sobre los hombros por lo ocurrido aquella noche. Estaba desesperado por tranquilizarla, pero le faltaban las palabras. ¿Cómo podía decirle que él había estado allí aquella noche, aunque no hasta después de que se metiera en el agua? ¿Cómo podía decirle que había estado comprometido con la mujer que le había hecho pasar por aquel infierno, la mujer cuyos actos aún afectaban a Victoria en el presente?. Su esposa era la mujer a la que había sacado del agua aquella horrible noche. ¿Era una increíble coincidencia o había sabido su abuela de alguna manera lo ocurrido?. Ella había creado aquella unión. ¿Sería el emparejamiento con Victoria, una de sus retorcidas ideas?. No le sorprendería. Si abuela siempre había tenido un fuerte instinto en lo que se refería a los otros. Cuando regresó a casa para decirle que había roto su compromiso, ella no le había pedido que le dijera por qué. Tan solo le había ofrecido consuelo y compasión y le había dicho que confiaba en que siempre haría lo correcto. Angus, se moría de ganas por interrogarla al respecto, pero tendría que ser en otra ocasión. En aquel momento, tenía que tranquilizar a Victoria y asegurarle que no había hecho nada malo. Su miedo era el resultado directo de lo que otros le habían hecho aquella noche. Ella no era responsable. Si Angus, se hubiera comportado entonces como debió haberlo hecho y hubiera informado de lo ocurrido, el suceso se habría resuelto apropiadamente. Victoria, no habría tenido que cargar con un sentimiento de culpa que llegaba hasta el presente. Ya era demasiado tarde. No podía deshacer el pasado. Sin embargo, podía ayudar a Victoria en el futuro.
Se dijo que estaba completamente comprometido con su matrimonio. Tan solo le faltaba por demostrar que lo estaba también con ella.