La policía llegó como en un pestañeo, mientras el dramático de Tyler dejaba su cabeza chorrear toda esa sangre, manchando su ropa, sus manos, la mesa, el suelo, todo el maldito lugar. Aquel era el policía con el que yo había hablado para poner la denuncia contra él envenenamiento de todos y cada uno de nuestros animales hace muchas semanas, quedando solo las gallinas, pero me ignoró. Miró con horror todo el desastre que había en el lugar, los cristales en el suelo, la sangre, el golpe a Tyler y después sus ojos fueron sobre mí, torció su boca y retiró aquel palillo que estaba en sus labios. —Maldición.—solté por lo bajo. Esto no iba a terminar bien. —Señorita Camila González.—dijo con fastidio.—Nos volvemos a ver. Esta vez en un caso real y verdadero, no inventos suyos, llenos de men