Dentro de su despacho, Javier golpeaba con el pie el lateral de su gran escritorio. Por fin voy a soltar el gato fuera esta noche. Murmuró, apartando toda idea. Se rascó las sienes, con un ataque de pánico en el estómago. ¿Cómo reaccionaría si descubriera que estoy al tanto de toda la situación? ¿Nos costará aún más de lo que ya nos ha costado? ¿Por qué vuelvo a pensar en esto? Pensó. Se sirvió una copa de Don Julio 1942 y tomó asiento en el centro de su despacho. Sonriendo, hizo girar el tequila en su vaso. —A la mierda todo —dijo. —¿Por qué debería ser yo el que se preocupara? —refunfuñó. —Me trataron como un tonto todo el tiempo, y he estado cargando con este peso durante años. ¿Por qué tengo que ser yo el que asuma el papel de santo? ***** Punto de vista de Javier Llamé a mi di