Eduar estaba saliendo de sa casa cuando vio a Eliana en la esquina esperando, según él, a que le abrieran para poder entrar a ver a su abuela. —¡Eliana! —saludó. —Hola Eduar —la muchacha desplegó una sonrisa. —¿Vas a hablar con tu abuela? —preguntó el joven. —Sí, oye, por cierto, gracias por haberme ayudado ayer, si no hubiera sido por ti yo ahora estaría en las mismas, ya sabes, sin poder hablar con mi abuela… —el corazón de Eliana comenzó a latir con fuerza. —La señora Margarita es una buena mujer, no merece estar sola, es bueno que sigas hablando con ella —dijo Eduar. —Sí, es una gran abuela. En aquel momento la empleada se servicios abrió el portón. —¿Quieres entrar? —preguntó la muchacha. —Ah… Bueno, sí —Eduar pasó hacia los adentros de la casa. Esta vez se sentaro