¡AVISO IMPORTANTE!
Esta historia no es un fanfic de 50 sombras de Grey y me veo en la necesidad de aclararlo ya que debido a la portada y al nombre del protagonista se puede malinterpretar, de antemano os agradezco por darle la oportunidad a esta historia y sin más que decir empecemos.
Me disponía a ver una película de acción cuando escuché un ligero toque en mi puerta.
Fruncí el ceño con enojo, dejé mis palomitas a un lado y fui ha abrir.
—¡Mierda! —exclamé después de haber visto a la persona que tocaba mi puerta, y rápidamente intenté cerrarla con todas mis fuerzas.
—¡Mya tenemos que hablar! —dijo mi hermana resistiéndose ha que yo no la dejara entrar.
—¡NO! Tu y yo no tenemos nada de que hablar, Mía —repliqué— ¿O cómo debo llamarte, Señora Miller? —pregunté con sarcasmo.
—¡Por favor, en verdad te necesito Mya! —expresó y pude escuchar su voz quebrarse, así que maldiciéndome a mi misma por tener el corazón de pollo cuando se trata de mi hermana, solo dejé de luchar con la puerta y ella entró
—Está bien Mía, pero sea cual sea la razón por la cual viniste, espero que termines rápido —dije con fastidio.
Así es, se llama Mía y su nombre se pronuncia exactamente igual al mío; ella es mi hermana gemela. A nuestra alcohólica madre se le ocurrió la grandiosa idea de llamarnos igual, según ella estaba un poco ebria cuando nos registró después de un año de nacidas; según nos contó ese fue el único nombre que se le ocurrió en ese momento.
¡Qué extraño! ¿No? Otros padres tardan meses pensando en los nombre de sus hijos, pero mi madre solo lo pensó en ese momento. ¡Hermosa familia! (Nótese el sarcasmo).
Bueno en fin que para mí madre fue una gran diferencia llamar a una MYA y a otra MÍA, aunque se pronuncien igual se escribe diferente, eso era lo que ella decía.
Cuando mamá murió nos llevaron a un orfanato y al cumplir los 17 Años, Mía fue adoptada y yo no.
—¿Cómo estás? —me preguntó Mía y empecé a reírme burlándome de su pregunta.
—¿Y hasta ahora te importa? Porque cuando fui a buscarte a tu casa me echaste como un perro —le dije con enojo.
—Perdóname por favor —contestó con tristeza y empezó a sollozar.
Desvío mi mirada para no verla, ya que realmente no me gusta ver que llore, me duele y no lo puedo evitar.
—Ya, ya, no tienes que llorar —le dije buscando que no se diera cuenta del efecto que tienen sus lágrimas en mi y no use eso en mi contra.
—Perdóname Mya —dijo llorando.
—siempre me pregunte ¿Por qué? —solté esas palabras sin pensarlo.
—Perdóname por favor —insistió.
Empuñé mis manos llenándome de valor para sacar todo lo que he guardado en estos años.
—¿Por qué me hiciste eso? ¡Éramos tan unidas! —le reproché.
—El dinero, la buena familia, todo se me subió a la cabeza y cometí demasiados errores —contestó con tristeza.
Cuando Mía fue adoptada y yo no, yo me quede sola en el orfanato, pero en cuanto cumplí los 18 años, salí de allí y lo primero que hice fue buscarla. A ella la adoptó un senador así que no fue difícil dar con su paradero, era mi única familia, yo solo quería verla, y Mía solo me echó como si yo fuese un perro.
—Pero yo soy tu hermana Mía, y el dinero para ti pesó más que eso —dije con dolor.
—Perdón, por favor perdóname, esa familia que me adoptó no me quería, solo me adoptaron para que mi padre adoptivo ganara más votos en las elecciones. Yo tenía que soportar muchas humillaciones cada día, me perdí a mi misma y me enfoque en aprovechar la oportunidad que tenía para salir de la pobreza. Años después conocí a un hombre, un CEO de 27 años.
—Si, sé quien es, tú boda salió en todas las noticias —dije y empuñé mis manos mientras la miraba llena de ira— ¡Hace 8 años! —le reproché.
—Si, sé que ni siquiera te invité y que por mucho tiempo me olvidé de ti, pero de verdad me arrepiento Mya —dijo colocando sus manos en su rostro y la escucho llorar sin cesar.
—No lo digo para lastimarte Mía, solo me duele porque ya han pasado 12 años, ¡12 Mía!
—Lo sé, soy un asco como hermana y como persona, sé que no te merezco, pero necesito que me escuches.
Me crucé de brazos con una actitud defensiva y le dije:
—Okey, habla.
—Tenía 22 años cuando me casé con Christian, él ya tenía dos hijos, se casó muy joven, tuvo su primer hijo a los 20 y otro 2 años después, su esposa murió en un accidente y él quedo solo con dos hijos y a cargo de la empresa de su padre; Christian estuvo soltero hasta que me conoció, él se enamoró de mi, de nuestra belleza —se corrigió debido a que tenemos exactamente el mismo rostro y continúo— Yo de verdad no lo sé, creo que lo quise, pero no lo amé, él es muy guapo y tener s*x…
La interrumpí levantado mi mano en señal de alto.
—No tienes que ser tan explícita.
—Bueno tener relaciones con él —volteó los ojos— Era muy bueno y pensé que eso seria suficiente para casarme con él y dejar a esa familia que me hacia tan miserable, así que me gané a sus hijos, a sus padres y él se enamoró de mi profundamente, pero cuando nos casamos, yo me quité la máscara, traté horrible a sus hijos y me convertí en una esposa superficial; solo me la pasaba de compras y en viajes, así que él se decepcionó de mi y quiso divorciarse cuando teníamos los tres años de casados, pero quede embarazada y él decidió continuar con nuestro matrimonio para darle una familia a nuestra hija. Todos me odian y sé que me lo gané; incluso los padres de Christian, los cuales eran tan buenos conmigo, cuando supieron quien era realmente me odiaron, además que yo los trate muy mal y aunque quieren que Christian se separe de mi, ellos aman a su nieta y no quieren dejar de verla.
—Haber, dejame entender —la miro enojada— ¿Trataste mal a unos niños, uno de 7 y otro de 5? ¿En serio Mía?
—Si lo sé, soy un monstruo, pero no es otro es otra, porque es un niño y una niña, actualmente el niño, el mayor, tiene 15, la niña tiene 13 y mi hija tiene 4 añitos, ha ella… yo… —se le entrecorta la voz— A mi propia hija la he tratado mal, es la única que a veces se me acerca, pero se que me tiene miedo.
Mía empieza a llorar, pero yo solo puedo mirarla completamente horrorizada.
—Pero Mía ¿¡Qué diablos tienes en la cabeza!? ¿¡En que mujer te convertiste!? —pregunté impresionada— Siempre fuiste ambiciosa pero no tanto como para llegar a ese punto.
—No lo sé, solo sé que llegué, mi marido me odia, a veces tenemos relaciones pero no es todo el tiempo, yo sé que tiene de amante a su secretaria y él sabe que lo sé, él no es malo pero yo lo he hecho vivir un infierno, solo esta conmigo por nuestra hija y por supuesto él sabe que he tenido amantes.
No puedo evitar seguir mirando a Mía completamente horrorizada, jamás pensé que mi hermana se convirtiera en una persona tan despreciable…
¿¡En serio esa mujer frente a mí es mi hermana!?
—¿¡Pero que clase de mierda tienes en tu vida!? —le pregunté.
—No lo sé, de verdad no lo sé —dijo entre lágrimas— Nosotros nos odiamos pero hay atracción física, yo fui quién convirtió a Christian en un hombre horrible, un hombre capaz de soportar una situación como esa, él…
Varios toques en la puerta interrumpen a Mía.
—Voy abrir, puedes sentarte en la cama si así lo deseas —le informé mientras caminaba hacia la puerta. De reojo veo a Mía observar mi humilde departamento de una sola pieza y luego se sienta en la cama.
Abro la puerta y encuentro al asqueroso de Gregorio, mi arrendatario.
—Hola Mya, hermosa, aquí te traigo los recibos del agua y de la luz que te toca pagar este mes, y recuerda que tienes un retraso en el p**o del arriendo, debes pagarlo cariño —dijo con una sonrisa.
—Si, sé perfectamente cuánto te debo y ya te dije que te pagaré —le contesté con seriedad y le quité los recibos con enojo.
—Ya te he dicho como puedes pagarme, así ya no tendrías que preocuparte por las cuentas —dijo mirándome de arriba a bajo.
Lo miro aburrida de sus palabras y le cierro con fuerza la puerta en la cara.
—Ese tipo es un cerdo —expresó Mía.
—Lo sé…
—Y entonces ¿Por qué sigues viviendo aquí?
—Porque a diferencia de ti yo no tengo un marido multimillonario, yo si tengo que trabajar para ganarme la vida.
Mía bajó su cabeza ante mis palabras…
—Lo siento —expresó.
Suspiré, —No tienes que disculparte, mejor continuemos hablando —sugerí y me senté en mi cama al lado de ella.
—Bueno como te decía, Christian antes era un hombre demasiado bueno, bondadoso y amoroso, pero ahora solo es así con sus hijos.
—A pesar de que tengan una hija, ¿Cómo puede él seguir contigo sabiendo que lo has engañado? —le pregunté confundida y ella me miró avergonzada.
—Bueno es que yo le dije que si me dejaba me iba a ir lejos y me llevaría a nuestra hija para que no volviera a verla.
La miré impresionada…
—Pero Mía ¿¡como puedes ser capaz de tanto!?
—¡No sé quien soy Mya! —dijo entre lágrimas.
Ni siquiera sé si consolarla o reprocharle su comportamiento, así que no hago ninguna de las dos, solo suspiro…
—¿Y como aceptan esa situación los otros hijos de tu esposo?
—Christian se encargó de ser padre y madre para ellos, por eso son tan buenos niños, y aman a su hermana, así que no quieren que me la lleve, aunque para eso tengan que soportarme, no les importa.
—¿Entonces tu eres la única manzana podrida del cesto? —solté sin pensar.
Mía asiente bajando su cabeza…
Suspiré y la miré por varios segundos mientras analizaba todo que me había dicho.
—No, definitivamente no puedo creer en lo que te has convertido, pero ahora viene la pregunta del millón, ¿Yo qué papel juego aquí?
Mía levanta la cabeza y me mira seriamente…
—El de mi hermana gemela, con la cual soy idéntica y que tomará mi lugar como MÍA DE MILLER, la esposa de CHRISTIAN MILLER.