Capítulo 1: Baile tras la cacería
Si sólo fueran lo suficientemente amables para odiarnos, podríamos usar ese odio para forjar una identidad racial. Pero se niegan a darnos incluso ese respeto. Somos objetos, cosas para ser usadas, sin derecho al amor u odio, lástima o calumnia. Nos definen por nuestras funciones,no como personas. Y, puesto que no tenemos otra, así actuamos...
Hice una huelga para ganar la más básica de las libertades. Haré más, muchas más, para ganar el sentido de identidad...
-Jasmine S
Manifiesto de un Androide
Tal era la fuerza de su reputación, que la presencia de Tyla DeVrie trajo consigo una tensión silenciosa a Hunt Hall horas antes de que ella entrara al edificio. Las mujeres se acicalaban con cierta timidez, sabiendo que no importaba lo muy espléndidas que pudieran parecer, ya que ella siempre lo sería más. Los hombres se movían inquietos, como antiguos amantes que eran, preguntándose lo que había echo para perder su favor, y teniendo la esperanza si todavía eran lo suficientemente atractivos para atraer su atención.
Cuando el androide al cargo de esos asuntos anunció por fin su llegada, nadie tuvo el valor suficiente para no dejar de hacer lo que hacían y contemplarla. Gente por todas partes se dieron la vuelta discretamente hacia la puerta, para volver a sus quehaceres despreocupadamente. Excepto algunos pocos no lo hicieron, justo antes de que Mistress DeVrie hubiera llegado al tercero de los peldaños que llevaban del pasillo hacia la entreplanta que daba al salón de baile, el resto hizo inventario de todo lo que llevaba puesto. Mientras su rostro mostraba una expresión de aburrimiento placentero, su ropa estaba lejos de considerarse aburrido desde allí hasta la siguiente moda interestelar.
Mechas fosforescentes se arremolinaban como rayos por su cara como electrones rojos y verdes alrededor de un núcleo. Su pelo peinado hacia arriba y terminado en una trenza, con gruesos cabellos verdes y rojos entrelazados hábilmente, dándole una apariencia infantil añadiéndole veinte centímetros a su altura. Empezando por sus hombros, tenía dos amplias franjas de plástico, uno rojo y otro verde, en forma de arco en la parte frontal de su cuerpo, cubriendo sus pechos y creando una X a la derecha de su entrepierna, para luego seguir enrollándose al contorno de sus piernas para terminar en sus pies como sandalias. De allí, las franjas volvían a sus piernas, se cruzaban de nuevo a la altura de sus nalgas y continuaban hasta sus hombros para completar el ciclo. Alrededor de su tobillo izquierdo había una franja satinada, en la cual colgaba una pieza de joyería, en forma de cereza, del tamaño del corazón cortado del corazón de una criatura de silicona del planeta Ootyoce. A cualquier otra persona tal ropa le haría parecer extravagante. En ella, algo vertiginoso.
Tyla DeVrie había reunido una gran cantidad de reporteros fuera del hall, todos ellos cargados con preguntas sobre aquella fantástica herencia de DeVrie en la Búsqueda del Tesoro. Permanecía de pie junto a la balaustrada, mirando hacia afuera de aquella basta sala. Cuando se llegó al cupo del millar de personas en aquel lugar, parecía que se había llenado algo menos que la mitad. Llenarlo hasta los topes, después de todo, hubiera sido algo de pobres.
Una orquesta estaba tocando junto a la esquina norte del hall. No era tan sólo una simple colección de sintetizadores y mezcladores, si no que se trataba de unos ochenta personas frescas tocando instrumentos modernos, genios de su arte reunidos de varios planetas de la galaxia. La música que tocaban era tranquila, apropiada para los bailes de la Alta Sociedad. Algunas personas, de hecho, estaban bailando aunque la mayoría se limitaban a estar sentadas junto a las mesas colocadas alrededor de las esquinas del piso. La orquesta tenían cierta amplificación electrónica, la justa para permitir que la gente hablara sin que se molestaran con los de al lado.
Tyla permanecía en pie como un monarca contemplando sus dominios. Entonces, en un movimiento digno de su estatus, empezó a andar dando zancadas largas como si fuera un felino hacia el tubo de gravedad. Ella podría haber estado posando como una simple estatua mientras el campo gravitatorio la mantuviera flotando suavemente por el suelo del hall. Su mirada permanecía bajada y su expresión nunca se vio alterada. En ningún momento tocó el nivel del suelo. Salió del tubo y empezó a mezclarse con la gente.
Parecía como si solamente se moviera aleatoriamente entre la multitud, aceptando una bebida del androide que las servía, y un aperitivo de otro. Los movimientos brownianos podrían provocarle que cambiara de destino una docena de veces cada minuto, pero sabía donde iba en todo momento. Como si se tratara de un político con tablas buscando en su agenda, su mente era un fichero computarizado con información precisa sobre la gente con la que se había visto.
Kontorr, Occla. 80 y muchos, aunque ella afirma tener setenta. Tres ex-maridos (¡incluyendo Tonas!) actualmente divorciada. Su familia es la Sociedad Vieja, aunque lo suyo no era seguir las modas. Co-patrocinador de Jumdown. Conocido, tratado con una reverencia cordial, y algunas palabras como saludo.
AlMassa, Ranso: 120 aproximadamente. Le encanta quejarse sobre los fallos de su brazo artificial. Casado con Robidia durante 30 años. Fuera de servicio. Viejo amigo de la familia, trato con una sonrisa, intercambio de cumplidos.
Tens, Arrira: 30 (¿?). Casada en Sociedad (¡nada más que con Vond!) y luego divorciada. Desilusionada consigo misma. Buscando escalar posiciones en la sociedad. Jugó por Billin antes que yo. No conversado con ella este año. Trato con desgana.
Corbright, Wilfern: 62, duro, ríe demasiado alto sin razón alguna. Un novato. Tipo C (sin duda). Nunca presentados formalmente. Tratado con educada timidez.
Danovich, Necor: 68. Amante dos años atrás. Bonitos ojos, mediocre comportamiento. Tratado con una sonrisa amigable, nada de pequeñas conversaciones.
Había un gran número de entradas como estas. Tyla DeVrie tenía mala fama por la huella que dejaba entre los hombres de alto rango de la sociedad, dejándolos sin razón alguna en el momento en que obtenía lo que quería. Sus peripecias de cama eran una fuente constante de chismes entre damas de menor reputación y glamour, una fuente de eterna frustración para los amantes que había abandonado y una continua fuente de esperanza para los hombres con los que aún no se había involucrado, cada uno de los cuales creía que Él era el que finalmente la domaba. A la edad de treinta y tres años, era una de las personas de la galaxia.
Cuando se encontraba con uno de sus viejos amantes, siempre les preguntaba si habían logrado entrar en la Búsqueda. Era algo pro forma. La respuesta era siempre la misma, “por supuesto”. A parte de flirteo rutinario, prestaba cierta atención a aquellos hombres que todavía no habían sido sus amantes. Pero aquella no era una noche para empezar nuevas aventuras. Tyla tenía su propia agenda.
Esa multitud decadente cuyo único credo parecía ser el loquo, ergo sum, sonrisas gentiles e hipócritas, aquel era el mundo que había conquistado con calculada precisión. Se había rodeado de un alboroto como si fuera un abrigo caliente y familiar. Su mundo, su Sociedad. Pero se sentía acalorada esa noche por Alexander, tenía que tratarse de otro mundo, en algún lugar, un mundo a conquistar.
Mejor que saborees esto, chica, advirtió severamente a si misma. Puede que sea la última fiesta por mucho tiempo.
Mientras estaba charlando con Doz Linn, un antiguo amante, ellos inadvertidamente cruzaron la órbita social de Barb. Barbanté Leonyn, una morena alta y hermosa, era la antigua cuñada de Tyla. Su vestido, que revelaba un amplio escote en la parte delantera y trasera, parodiaba un uniforme espaciador, incluyendo guantes y botas. El lado derecho era rojo brillante con unas campanas de zafiro colgando de ella; el lado izquierdo era azul con campanas de rubí.
El Barb era una fuerza natural que barría todo lo que se encontraba ante ella. Rodeada por un grupo de admiradores, los apartó para concentrarse en Tyla. “Tyla, querida mía, te ves encantadora, y estoy seguro de que por lo menos la mitad de los hombres tienen ese pensamiento en sus mentes. ¿De dónde vienes con esos trajes? Me moriré de envidia, a menos que me enfrentara a mi propio vestido, así que por supuesto que no, pero no es ninguna sorpresa verlo en compañía de uno de nuestros más guapos hombres. Te lo robaría, querida, pero no puedo, puedo, porque ya lo has dejado ir, así que ¿qué sentido tendría?
Terminó su copa y entregó su vaso a uno de sus pretendientes, tomando un vaso nuevo de otro de los hombres que había estado a punto de beber. Difícilmente paró para respirar, y continuó: “¡El espacio, qué música espantosa! Todo este tintineo es suficiente para que me venga la menstruación. Se podría pensar que podrían permitirse el lujo de contratar a una orquesta que sabe la diferencia entre la música real y el sonido de la micción en una olla de cámara de lata. ¿Cómo está Bred, por cierto? Y no me digas que no está aquí, mi amor, porque vi su Honey B en el puerto espacial esta misma tarde. Supongo que no se ha molestado en venir a la Fiesta. No, claro que no, no podías esperar ningún comportamiento tan sociable de él. He tenido tres maridos desde entonces, y cada uno de ellos ha estado más que dispuesto a ser visto en mi brazo en las fiestas. No, no me preguntes cuáles son sus nombres, querida, no soy un almanaque, y aquí hay damas que podrían recitar toda la lista de principio a fin. Ahora que lo pienso, algunos de ellos preferían retroceder hacia delante. Ah, pero no importa. Doz, ¿serías tan amable y volver a llenar mi vaso, por favor?
“No está vacío” tuvo Doz Linn la desgracia de comentar.
El Barb miró su copa, y luego a Doz Linn. Entonces ella volvió a mirar su vaso. “Sí que lo está” dijo ella.
Mientras Doz permanecía de pie con la boca abierta, el Barb agarró el vaso y tomó del brazo a Tyla llevándola a través del grupo de sus pretendientes. Tyla no estaba segura de la razón por la cual había tolerado tal invasión de su imperio, excepto porque sabía que el Barb diría cosas que nadie más diría.
“Te he encontrado en falta, Tyla, de verdad. He encontrado en falta tus charlas de hermana pequeña. Aunque fuiste la hermana de Bred, y no la mía, siempre sentí que había una especie de unión entre nosotros. Y francamente, no importa lo mucho que me que, también encuentro en falta a Bred.
Estábamos tan equivocados como dos zapatos de la izquierda, mi pequeño muffin y yo, pero él era el único hombre cuyo nombre podía recordar la mañana siguiente sin escribirlo en la funda de almohada antes de tiempo. La vida nunca es fácil para las reinas de la Sociedad, ¿verdad?”
Tyla no se molestó en responder. El Barb no hizo preguntas para recibir respuestas.
“¿Qué piensas del gran escándalo androide? Personalmente, creo que es todo un bobo, haciendo una gran cosa para tan poco. No es como si tuviera la oportunidad de ganar o algo así, ni con una nave de chatarra y un equipo de robots. Y aunque tuviera una oportunidad, ¿quién realmente se preocupa excepto un montón de pavos reales hinchados con coeficientes de inteligencia de la mitad de su tamaño del pene? Si piensan que son mejores que un genio de verdad, todo lo que tienen que hacer es vencerlo en la Búsqueda del Tesoro, ¿verdad?”
“Ah, y hablando de eso, Arrira me dice que hay un par de establecimientos en el Infierno que ninguno de nuestros hombres puede vencer. Ella jura que no lo sabe por experiencia personal, por supuesto; déjale que niegue la única cosa que la elevaría al nivel de subhumano en mi estimación. Ellos adaptan genéticamente esos tipos para su trabajo específico, ya sabes, lo cual es más de lo que puedo decir de cualquiera de los hombres que he tenido últimamente. Es suficiente para que renuncies a toda fe en Darwin, te lo puedo decir.”