CAPITULO 1

2560 Words
Llovía a cántaros, y Victoria Cienfuegos salía de su clase del turno nocturno de la universidad, trabajaba muy duro durante el día así que cada semestre durante toda la carrera inscribía las asignaturas de noche, para así poder trabajar y estudiar, y asegurarse de tener el p**o de la colegiatura a tiempo, estaba cansada, las ojeras y el sudor de la cara habían corrido ligeramente el maquillaje que ya dejaba expuesta la expresión de agotamiento y deseos de tomar un autobús para llegar pronto a casa. Abrazó sus libros con fuerza y abrió el paraguas, agradeció mentalmente al altísimo por habérsele ocurrido meterlo al bolso, pues cuando salió en la mañana prometía hacer sol, y de hecho así fue, pero de pronto a tan solo unos minutos de haber llegado a la Facultad empezaron a llover perros y gatos. -Y quiero aclarar, que yo tendré el poder para hacer muchas cosas… pero controlar el tiempo atmosférico no es una de ellas. Estuvo preocupada toda la clase pensando en cómo iría a hacer con semejante chubasco, pero luego recordó que el paraguas estaba en su bolso. Se paró bajo el techo de la entrada y sacó el paraguas, lo abrió con lentitud para no sacarse un ojo con alguna de sus puntas y lo sujetó con fuerza para impedir que el aire se la llevara volando como a Merry Popins por los aires debido a lo delgado de su contextura. Lucho con el paraguas, la cartera y los libros e hizo maromas para no dejar caer nada en el camino hasta la parada del autobús. Se sintió aliviada de haber llegado en una sola pieza y con toda su carga prácticamente seca. Ah… respiró profundo, no había dejado mojar nada, ahora solo esperaría a que pasara el primer autobús que la dejara cerca de su casa, una pequeña y acogedora residencia que compartía con gente sencilla como ella. Tenía un par de años allí, y de todos los lugares en donde tuvo que vivir en la ciudad desde que llegó, esa era la mejor, no por los lujos que tuviera, sino por el calor humano que había encontrado en sus residentes tan variopintos. Escuchó el motor de un vehículo y se acercó más hacia el borde de la acera para ver mejor anhelando que fuera el transporte que estaba esperando, pero en su lugar un lujoso deportivo azul profundo derrapó a toda velocidad tan cerca del borde de la calle que levantó una ola de agua sucia dándole un impresionante baño de cuerpo entero a Victoria que sostenía sus cosas contra el pecho. La chica acostumbrada a manejar números constantemente gracias a su carrera como economista, grabó en su mente con extraordinaria agilidad el número de matrícula del carro solo por si por un golpe del destino… -Y ahí ven como yo estoy presente en todo el cuento aunque no quiera estarlo… … solo por si por un golpe del destino… volviera a encontrarse con él. No sé realmente para qué, porque ¿Qué iba a decirle?, bueno cosas de mujeres, igual ya no podía cambiar el hecho de que el idiota la había empapado de pies a cabeza incluyendo los libros que traía encima y hasta el teléfono. -¡Estúpido, insensible! ¡Aprende a manejar! –lanzó más para desahogar la rabia que porque el imbécil la escuchara. Se sacudió la ropa y escurrió como pudo sus escasas pertenencias. Pasó la mano sobre su rostro para quitarse el agua sucia que había entrado incluso en su boca. Intentó escupir el líquido con sabor a barro y sintió un hilillo en su lengua. -¡Iugh! –dijo para si -¿Qué diablos es esto? –Sacándose un cabello de la boca –¡Por Dios! ¡Qué asco! En eso estaba cuando arribó el transporte, el chofer la vio empapada y no le permitió sentarse en ninguna parte, por lo que debió hacer todo el viaje de regreso a casa de pie agarrada del tubo del techo intentando no dejarse caer con cada frenada. Al llegar, cruzó el patio interior de la construcción en busca de la puerta de su habitación, rebuscó entre sus cosas y sacó las llaves, pero tenía las manos mojadas así que se le cayeron al suelo sobre la escalerilla de la entrada. Se quedó mirándolas durante unos segundos y resolvió agacharse a recogerlas, pero su intento fallido terminó con la pila de libros en el suelo entre el pozo de agua. -¡Maldición! ¡Esta no es mi noche! ********************* En otro lugar de la ciudad cerca de la universidad, el lujoso deportivo se encontraba aparcado en el estacionamiento de las residencias Monserrat, un conjunto de condominios lujosos en los que vivían solo personas con mucho, mucho dinero. En el Penthouse se celebraba una fiesta privada en casa del hijo del dueño del edificio, era el mejor apartamento en todos los sentidos, hermosa vista, máxima seguridad, privacidad y lujo en los acabados, decoración y mobiliario. Un verdadero sueño para cualquiera, con piscina interna y personal a su disposición veinticuatro horas al día. El anfitrión del reventón era nada más y nada menos que el famoso Director Ejecutivo del emporio Monserrat, una serie de empresas de todo tipo que se posicionaba entre las primeras del mercado, con ingresos anuales estrafalarios y una cartera de clientes de lo mas selecta. Por lo que a su celebración solo asistió la creme, de la creme de la ciudad. La razón de la fiesta era cualquier cosa, Lucas Monserrat no necesitaba una razón para invitar a unos conocidos, descorchar unas cuantas champañas y presumir su departamento repleto de costosas obras de arte. Así que simplemente cruzó la ciudad desde su oficina hasta su casa en su costoso deportivo bajo la tormentosa lluvia para llegar a tiempo para recibir a los escasos invitados, que por lo general, se trataba de unos compañeros con los que se había graduado en la universidad, los hijos de otros potentados señores de la economía global y por supuesto unas chicas con las cuales divertirse a lo grande. Ese día se había retrasado, había tenido que firmar una pila de papeles muy importantes a última hora que le asegurarían una grandiosa suma de dinero en ganancias a corto plazo, por lo que no descuidó la oportunidad y a sabiendas de su nocturno compromiso social, se dedicó con calma a terminar su trabajo antes de salir. Por eso cinco minutos después estaba corriendo como loco por la avenida pisando el acelerador a fondo sin importarle nada ni nadie. Había pasado frente a la universidad y le pareció haber mojado a alguien pero que va, no iba bajar la velocidad por cualquier idiota en la parada de autobús, seguro que no traía puesto nada elegante ni costoso así que no importaba la ola de barro que seguro le había lanzado “sin querer” encima. Mientras iba de camino recibió una llamada de su padre, le incomodó sobremanera, él siempre estaba tratando de controlar su vida, lo que hacía, a quien frecuentaba, y sobre todo cómo se comportaba, era un reverendo fastidio. El teléfono sonó y al ver en la pantalla la foto de su padre lo dejó sonar, pero se repitió una y otra y otra vez, hasta que decidió responder. -¡Aló! -¡Lucas, hijo mío! ¿Cómo has estado? -Ah… eres tú papá, bien, estoy muy bien, ¿Y… tú? -Ah, ya sabes que también, ¿Qué harás este fin de semana? -Ehhh… este… -buscando rápidamente en su mente cualquier excusa para no ceder a lo que fuera que su padre quisiera invitarlo. -Mira, ya sabes que tenemos mucho tiempo sin ir de visita al interior del país, tus tíos y abuelos te quieren ver, eres su nieto consentido. -Papá, siempre estoy muy ocupado –saliéndose por la tangente. -Pero nunca dedicas un poco de tiempo a tu familia hijo, ¡El que le tira a la familia se arruina! ¡No, lo olvides! -Pero papá… -Pero nada, te quiero en el aeropuerto bien temprano mañana. -¡Pero esta noche tengo una importante reunión de negocios! -Sí, me imagino lo importante de tu reunión y la clase de negocios tan productivos, haz lo que tú quieras esta noche, pero mañana te espero, sin ti no nos vamos, ¿Está claro? -Mmm… ok. Está claro .refunfuño molesto. -Al llegar subió por el elevador privado y después de darse una ducha rápida se arregló y dispuso todo bebidas, canapés, postres, todo listo. La noche pasó corta y divertida, las cosas se pusieron algo salvajes en algún punto y el anfitrión no supo cómo ni cuándo los invitados fueron desfilando, aunque al parecer, hubo gente que se quedó terminando de vaciar el refrigerador. Llegó la mañana y con los primeros rayos de sol Lucas abrió los ojos tratando de enfocar la mirada en un punto fijo sin lograr hacerlo con éxito, presionó suavemente sus parpados he hizo un nuevo intento divisando ropa de dama por todo el suelo de su habitación, se giró para levantarse y se tropezó con un cuerpo desnudo largo a largo sobre sus sábanas, se rodó y se dio la vuelta y estaba otra chica en igualdad de condiciones del otro lado, al parecer había llevado la fiesta bastante lejos. Se deslizó hasta el baño y se dio una ducha ejemplar, sabría Dios quienes eran esas mujeres y de donde provenían, así que como el encargado de traer chicas calientes a la fiesta no había sido él sino uno de sus amigotes extremó los aseos personales esa mañana. Mientras se cepillaba los dientes sonó su móvil con insistencia, y una vocecita en lo profundo de su cerebro le encendió la alarma de que estaba olvidando algo… ¿Pero qué era?, el teléfono sonó por segunda vez… ¿Qué estaba olvidando?, ¡Rinnnnngggg! De nuevo. -¡Mi papá!, ¡El aeropuerto!, ¡Diablos!, ¡Ahora si me va a matar! Ni siquiera había hecho maleta para viajar, corrió al closet y se vistió de forma deportiva y cómoda lo más rápido que pudo, tomó dos o tres prendas de cada cosa y las lanzó dentro de una pequeña maleta y salió corriendo rumbo al elevador. El móvil sonó de nuevo. -¿Aló? ¿Papá? -Dime que ya estás por llegar… -Buenos días, papá, si ya voy en camino, ¿Dónde te busco? -Te envío la información por un texto. -ok, perfec…. Piiiiiiiiiiiiiiiiiiii… to –Su padre cortó la llamada antes de que Lucas terminara la frase. -¡Maldición! –farfulló por lo bajo –Ahora si la regué completita. Había estado tratando de arreglar las cosas con su padre pero era una persona imposible, o eso pensaba, porque su padre tenía la misma impresión de él. Cuando chico sus padres estaban orgullosos de quien era, de cómo actuaba, pero con el correr del tiempo todo cambió, esperaba que siguieran orgullosos por sus logros, por lo que había conseguido y por en quien se había convertido, era el ¡Director ejecutivo más exitoso del año! La Revista Científica de Economía había publicado un artículo en donde hablaba del tema, con entrevista incluida y todo, y los medios lo aplaudían constantemente, pero nada de eso parecía ser suficiente para Ricardo Monserrat, Lucas no sabía qué hacer para agradar a su padre. Recomendó al conserje del edificio su apartamento y pidió tomar precauciones con las personas que había aún arriba, realmente hubiera querido echarlas primero, pero cuando se trataba de su padre no importaba si estaba arriesgando un Mondrian o un Manet de los que tenía colgados en el lobby. Pidió un taxi y se enfiló hacia al aeropuerto. Al llegar su padre tenía el peor de los recibimientos al verlo, aquella maldita mirada de desaprobación que Lucas odiaba seguida de dos o tres frases que lo hacían sentir como una cucaracha. Sabía que su padre lo amaba, pero tenía una extraña forma de demostrarlo, siempre controlando lo que hacía, siempre reprochando cada palabra y acción como si todavía fuera un puberto, era insoportable, en cuando comenzaba a hablar no había quien lo parara. -Si papá, sé que soy de lo peor, ya lo sé, no tienes que recordármelo cada cinco minutos, y menos en público, ¿Podrías decirle que se calle mamá? -Ricardo ya deja al muchacho en paz, mira que estamos por abordar, después hablamos de eso cuando lleguemos. -Clara por favor, no empieces a defenderlo. -No lo defiendo, ¿Pero has visto en dónde estamos? –abriendo los brazos hacia los lados para ilustrar su punto. -Será mejor que me cierre la boca pero solo por ahora, luego me tendrás que escuchar. Lucas blanqueó los ojos con fastidio y cruzó el último pasillo antes de abordar con un mal sabor en la boca y muerto de sueño. Tan pronto puso la cabeza en el asiento se quedó profundamente dormido. *********************************** Victoria intentaba infructuosamente eliminar la mancha de barro que había quedado en su mejor suéter de lana, el que le resolvía la combinación cuando no tenía otra cosa que ponerse y además el más abrigado para ir de noche a clases, el imbécil del deportivo le había hecho perder la mejor pieza de ropa de su escaso guardarropa. Restregó una y otra vez con jabón y no logro nada, luego lo hizo con blanqueador y lo único que obtuvo fue lastimarse las manos por el químico tan fuerte, pero la mancha seguía intacta. Miró la superficie tejida u respiró con resignación, lo escurrió y lo colgó al sol para que se secara, lo dejaría para dormir, ese era el futuro de toda su ropa vieja, servirle de pijama. Había planeado un día de estudio aprovechando que era sábado y no tenía que cumplir turno en la panadería en donde trabajaba, así que pensó que lo mejor era sentarse a estudiar las teorías de Weber que tenía pendientes desde hacía días, antes de que el profesor las preguntara en clase y quedara fuera de base. Terminó de asear su pequeña y modesta habitación, sacudió todo el polvo, lavó la ropa y se dio un baño, y se sentó con la pila de libros sobre la pequeña mesita que tenía en el rincón. Algunos todavía estaban húmedos por el incidente de la noche anterior, de modo que sacó al sol los que estaban en peor estado y volvió a sentarse a leer una tras otra las teorías que tendría que aprender para la próxima evaluación. Pasó toda la mañana comiendo galletas y leyendo, y luego del almuerzo cuando iba a reanudar su labor se asomó a la puerta la nieta de la señora Carmenza, la vecina, para pedirle que la auxiliara con un poco de azúcar. -Hola Victoria, ¿Mucha lectura? –se asomó curiosa la muchacha que no pasaba de los trece años. -Sí, mucho que leer, ¿Necesitas algo? -Que pena contigo… mi abuelita necesita un poco de azúcar… -Oh, claro, ya te la doy. Se levantó para tomar el frasco en el que guardaba el azúcar y al darse la vuelta escuchó tras de sí una voz ronca y profunda que la hizo saltar en el acto provocando que el frasco de vidrio se estrellara contra el suelo volando en mil pedazos. -¿Papá? –lanzó con sorpresa la universitaria -¡Eres tú!
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