Narra Reinaldo La oficina de Jack estaba varias puertas más allá, no tan grande como la mía, pero muy bien proporcionada. Micaela se sentó en silencio en una silla frente a su terraza y yo me apoyé contra un archivador. —¿Qué pasa?—le pregunté, tomando todos esos sentimientos por Micaela la profunda y peligrosa necesidad física que sentía por ella, y lo guardé todo en un pequeño agujero en la parte posterior de mi cabeza, arrojándolo todo a la oscuridad. Si no hiciera eso, nunca sería capaz de concentrarme de nuevo. —Es Desmond otra vez—dijo, y me di cuenta de que una pequeña gota de sudor le corría por un lado de la cara—.Y es malo—me miró como si acabaran de atropellar a toda una manada de cervatillos. —Dime—le dije, mirando a Micaela pero ella no me dijo nada. Suspiró y giró su pa