—Umm... —comienzo, pero me siento nerviosa por la forma en que me mira y asiento lentamente—. Solo si quieres —logro susurrar. —Claro que quiero. Nunca quiero estar lejos de ti de nuevo —me dice y coloca el medicamento en la mesa de noche—. No lo tomes a menos que empeore demasiado, pero si lo hace, dímelo. Encontraremos una solución —dice y sale de la habitación, esta vez regresando con una bolsa de hielo y una maleta negra. Se sienta a mi lado nuevamente y toma mi mano, quitando suavemente la envoltura y colocándola en mi regazo con la bolsa de hielo encima—. ¿Está bien así? —me pregunta. —Sí, está bien —le digo y se pone de pie, llevando la maleta al otro lado de la habitación para colocarla en una silla. Afloja y desata su corbata y lentamente desabotona su camisa, volteándose hacia