—No me gusta que hagan las cosas por mí. Ya soy tan inútil —le susurro. Él me ayuda a caminar de vuelta y una vez que llegamos al baño se acerca para ayudarme a levantar mi camisa, pero estoy nerviosa y doy un paso atrás tímidamente. —Por favor, déjame ayudarte. Estás cubierta de sangre y no puedes mojar tu dedo —me dice. Sé que tiene razón, pero estoy tan nerviosa. Él puede notarlo, así que se quita la chaqueta y sale para colocarla en mi cama, luego se quita su corbata. Se sienta para quitarse los zapatos y calcetines y cuando va a desabrochar su camisa me pongo aún más nerviosa y miro al suelo. Escucho cómo coloca su camisa y pantalones en mi cama y vuelve a acercarse a mí. Coloca sus manos suavemente en mis hombros. —Nunca haré algo para lo que no estés lista. Pero NO puedes mojar