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—¡Tú. No. Vas! —Seth gruñe hacia mí, sus ojos oscureciéndose, una clara señal de que está tratando de contener a su lobo. —No vas a decirme qué hacer aquí. —Me levanto de un salto, gritándole de vuelta lo más intimidante que puedo, aunque probablemente no sea mucho ya que él me mira desde arriba—. No es tu decisión. —¡No te dejaré ir! —ruge, claramente cada vez más enojado—. ¿Y si te lastimas? —¡Ya estoy herida! —grito, manteniendo mi mano lesionada a centímetros de su rostro—. ¡Estoy tratando de arreglarlo! —Molly —dice Seth en voz baja, su voz cargada de peligro. Ahora estamos parados uno frente al otro en medio de mi sala, sus manos cerradas a los lados, las mías en mis caderas. Honestamente, probablemente me veo absolutamente ridícula, al menos un pie más baja que uno de los hombre