—Estaban dispuestos a dejarlos entrar cuando les dijimos que yo estaba herida y no podía sanar —les digo y ambos parecen aceptar esta respuesta fácilmente, lo cual me sorprende. Todos hemos terminado de comer y mi papá coloca su servilleta en la mesa y se levanta. —Molly. Peter. Probablemente es hora de ponerse a trabajar. Ambos nos levantamos y seguimos a papá hacia arriba. Una vez en la oficina, cierro la puerta detrás de nosotros y me doy vuelta para ver cómo está funcionando la distribución de los asientos. Ha habido bastantes personas trabajando aquí esta semana, pero me sorprende ver a George sentado allí también, ahora. Él me mira y sonríe, sacando la silla al lado suyo en la mesa de conferencias. —Hoy trabajarás conmigo, chica. Gracias a la Diosa. Estaba preocupada de que t