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—Entiendes por qué tengo que irme, ¿verdad? —le pregunto y él asiente con la cabeza una vez hacia mí—. ¿Sabes a dónde fue? —le pregunto, mirando a mi rededor, pero sin encontrar a mi loba. Caminamos un poco, mirando alrededor, Altair olfateando y mirando a lo largo del camino, pero no hay señales de ella. Me siento en una roca, metiendo los pies en el agua fresca y Altair se acerca a sentarse a mi lado. —Espero que esté bien —le digo, finalmente aceptando que ella no está aquí esta vez. Me dispongo a recostarme, pero Altair se levanta rápidamente y se pone detrás de mí antes de que lo haga, para que pueda recostarme contra él. Es cálido y su pelaje es suave, pero no tan suave como mi pequeña loba. Nos quedamos así durante mucho tiempo antes de quedarme dormida. Despierto tratando de r